No es lo mismo perseverar que insistir de más
Perseverar suele ser una actitud muy elogiada y admirada, más aún cuando se sostiene ante la adversidad. Sin embargo, toda virtud puede convertirse en un defecto cuando se sostiene en exceso o fuera de contexto. La perseverancia puede convertirse en terquedad cuando perdemos de vista que, en ocasiones, la mejor opción o la elección más inteligente, es “desistir”.
Renunciar es un término que tiene mala prensa, más en los tiempos de empoderamiento en los que estamos viviendo. Sin embargo, renunciar posibilita “re-enunciar”, es decir: volver a enunciar algo de manera diferente.
Estamos bombardeados por slogans que nos dicen: “nunca te des por vencido”, “sigue adelante a pesar de todo”. Yo les invito a preguntarse… ¿a pesar de todo? ¿a pesar de que eso que sostenemos contra viento y marea nos genera sufrimiento? ¿a pesar de no ser ya feliz con ese proyecto? ¿a pesar del cansancio, del agotamiento, del padecimiento? ¿Y si bajarnos del barco a tiempo nos salva de morir ahogados, de seguir malgastando nuestro tiempo y energía?
¿Con qué frecuencia escuchamos un slogan que diga algo así como… “Si ya te esforzaste lo suficiente (en tu emprendimiento, en conseguir tu sueño, en sacar adelante tu relación) y no funcionó, ya es momento de dar vuelta de página y seguir adelante?” Raramente, ¿verdad?. Pareciera que abandonar es asunto de débiles y fracasados. Pero cuidado… ¡también es indicio de buen criterio, coraje y sabiduría!
La Falacia del Costo Hundido
Tal vez, alguna vez han estado en una situación similar, agotados emocionalmente, financieramente acabados, estresados a más no poder, pero de alguna manera no pueden soportar la idea de alejarse, de tirar la toalla.
¿Por qué nos sucede esto? Existe un concepto, que proviene de la psicología y de la economía, que se conoce como: la "falacia del costo hundido". Se refiere a un sesgo en la toma de decisiones que nos lleva a seguir invirtiendo tiempo, dinero y esfuerzo en un proyecto condenado al fracaso simplemente porque ya hemos invertido demasiado en él y nos cuesta dejarlo. Los seres humanos nos volvemos claramente ilógicos cuando se trata de renunciar y dejar atrás.
Por ejemplo, nos puede parecer un desperdicio separarnos de una pareja de muchos años, pero continuar en vano intentando reconstruir una y otra vez la relación no es menos derrochador. En este caso, quedarnos a sabiendas que la relación ya no nos trae satisfacción, es realmente una decisión equivocada. En cambio, poner fin a una relación agotadora emocionalmente nos libera para darnos la oportunidad de volver a intentarlo o construir una soledad fértil. También podemos caer en la trampa de seguir invirtiendo tiempo y dinero en un emprendimiento a sabiendas de que no va ni para atrás ni para adelante con tal de evitar enfrentar la idea de “fracasar”. Se siente tan mal saltar del barco a pesar de que es probable que nos hundamos que somos capaces de inmolarnos con tal de no dar el brazo a torcer. ¿A eso le llamamos perseverar a pesar de todo? Lejos de ser una virtud, permanecer en estas circunstancias es terquedad u obstinación malsana.
Se siente tan mal saltar del barco a pesar de que es probable que nos hundamos que a veces somos capaces de inmolarnos con tal de no dar el brazo a torcer.
Seis ideas para repensar la idea de re-enunciar
Te invito a repensar la idea de “renunciar” a partir de seis ideas que te ayudarán a ampliar la mirada para evaluar cuando realmente la opción más inteligente es “saber dejar atrás y dar vuelta de página”.
1- ¿Cuánto más seguirás remando en vano?
Toma nota no solo de lo que ya te costó o invertiste allí, sino también de lo que costará en el futuro seguir en esas mismas circunstancias. Registra las ganancias y las pérdidas asociadas con seguir ahí y las ganancias y las pérdidas asociadas con decir “basta”. A veces no consideramos que estamos dejando pasar otras oportunidades por no poder soltar aquello a lo que estamos apegados.
A veces no consideramos que estamos dejando pasar otras oportunidades por no poder soltar aquello a lo que estamos apegados.
2- Abandonar a tiempo
Lo que solemos llamar “darnos por vencidos” puede ser reconsiderado en términos de “saber cuándo abandonar”. La idea de "darse por vencido" nos suele resultar tan inaceptable que a veces olvidamos que necesitamos madurez e integridad para darnos cuenta de que algo no funciona y que es necesario realizar un cambio. La afirmación "nunca te rindas" no debe tomarse como una declaración general, pues depende del contexto en el que tenga lugar. Ceder cuando tiene sentido, cuando es lo más honorable y digno, es la elección correcta.
3- Ganar es también dejar de perder
Piensa en rendirte como un signo de sabiduría. A medida que envejecemos, más sabios y prudentes nos volvemos respecto de la mejor manera de invertir nuestros recursos y nuestro tiempo. Sabiduría es también saber discernir que batallas realmente queremos ganar y cuáles mejor saber dejar pasar. Ganar también es dejar de perder: oportunidades, tiempo, recursos y energías en lo que no lo merece o claramente está condenado a hundirse.
Ganar también es dejar de perder: oportunidades, tiempo, recursos y energías en lo que no lo merece o claramente está condenado a hundirse.
4- ¿Qué es realmente fracasar?
Reconsidera la idea de "fracasar". En muchas ocasiones, el corazón de nuestra resistencia a tirar la toalla es nuestro miedo al fracaso. Hemos sido educados para alcanzar objetivos y sostenerlos (¿a cualquier precio?). Terminar una relación o un proyecto, especialmente si comenzó con entusiasmo, es una pérdida que nos aflige. Necesitamos darnos ese espacio para hacer el duelo por lo que no funcionó como hubiésemos deseado. Pero luego considera lo siguiente: no es fracaso si la decisión de abandonar te ayuda a salir de la parálisis y te mueve hacia adelante. Puedes pensarlo en términos de aligerar la carga, simplificar tu vida, darte la oportunidad de hacer una mejor elección, voltear la página, avanzar, levantarte, ninguna de estas alternativas es indicio de ruina o fracaso.
No es fracaso si la decisión de abandonar te ayuda a salir de la parálisis y te mueve hacia adelante.
5- No todo está en nuestras manos
Asume que no puedes controlarlo todo. A veces la vida nos expone ante circunstancias que simplemente no podemos cambiar. Podemos poner alma y corazón en lanzar un emprendimiento, pero tal vez la apertura coincidió con una pandemia, con una crisis a nivel mundial, tu arrendador duplicó tu renta o ha habido un aumento extraordinario en los precios. ¿Podrías controlar algo de esto? No, lamentablemente no. Podemos también tener la mejor intención de sacar a flote nuestra pareja, pero si del otro lado no hay predisposición o reconocimiento del problema ¿Podrías hacer algo con eso? No, lamentablemente no.
Reconocer que hay situaciones que nos exceden no es ser débiles sino dejar de creernos omnipotentes y asumir con humildad que no todo está en nuestras manos cambiar. Esta “aceptación radical” nos resguarda de invertir energía en vano en querer empujar un tapial o pretender domar el mar. Libérate de la responsabilidad de cargar con cuestiones que no tienen nada que ver con tu competencia, con tu dedicación o con déficits de tu carácter. Asume solo tu parte, no más.
Reconocer que hay situaciones que nos exceden no es ser débiles sino dejar de creernos omnipotentes y asumir con humildad que no todo está en nuestras manos cambiar.
6- "Hacernos bien" es ser fuertes
Cuando te creas débil quizás es cuando estás siendo más fuerte. La mayoría de las personas no reúnen la claridad y la fuerza necesarias para desafiar la falacia de los costos hundidos y saltar a tiempo del barco. Entonces, si sales, ¡considérate operando a un nivel más alto de consciencia! Es un acto heroico renunciar cuando eso supone darnos una nueva oportunidad, en el trabajo, en el amor, o en cualquier otra circunstancia de la vida. A veces también supone trascender el miedo “al qué dirán”. Cuando podemos operar desde la consciencia de “hacernos bien” más que del pretender agradar o encajar… hemos dado un gran paso en nuestro camino hacia la madures emocional.
El tren no pasa una sola vez en la vida, sino tantas como te des la oportunidad de volver a subirte.
Para concluir, reconoce que lo que sabes hoy no lo sabías antes. Tampoco lo hubieses sabido de no haber pasado por la vivencia concreta. Pero ahora que cuentas con conocimiento, experiencia y sabiduría, estarás en condiciones de arrojar de una vez por todas la toalla y liberar tus manos para poder tomar las nuevas oportunidades que se te vayan presentando.
Y recuerda… el tren no pasa una sola vez en la vida, sino tantas como te des la oportunidad de volver a subirte.
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