Cuando hacer mejor es nunca pasar a la acción...
¿Das mil vueltas a tus proyectos antes de concretarlos? ¿Te la pasas revisando en tu cabeza la mejor manera de llevarlos a cabo pero no sigues avanzando? Entrenas, entrenas, entrenas… pero nunca te sientes lo suficientemente listo y preparado. Puede que entonces seas víctima de un afán perfeccionista inútil, que lejos de ayudarte a mejorar, es la trampa que te mantiene atrapado en el mismo lugar, sin dejarte avanzar.
Es loable querer hacer las cosas bien, pero aspirar a la perfección dándole vueltas a los detalles, ajustando de aquí y de allá, resulta tremendamente improductivo. Bajo la apariencia de querer hacer mejor, se esconde un profundo temor a pasar a la acción y a seguir avanzando en el camino de realización.
¿Cuál es el origen del perfeccionismo?
El perfeccionismo depende en parte de nuestro temperamento de base y en parte de nuestro proceso de crianza. Si hemos sido educados en un ambiente demasiado estricto, donde el "error" y la "falta" fueron más destacadas que los aciertos y los esfuerzos, es probable que concluyamos que nunca será suficiente para alcanzar las expectativas propias y las ajenas.
Detrás del perfeccionismo, también se esconde una imagen demasiado idealizada de uno mismo combinada con un alto índice de inseguridad personal. Así, quien aspira a la perfección y no pasa nunca a la acción, se resguarda de la angustia que le genera comprobar que en los hechos “no es tan bueno como la imagen de sí que tiene en su cabeza”. Prefiere quedarse con la idea de que “es una gran promesa” o que “tiene gran potencial”, que darse cuenta que es una persona de carne y hueso, que se equivoca, que duda, que se tropieza, que tiene mucho por mejorar… A estas personas les falta humildad y coraje para vivir una vida real y les sobra temor y vana arrogancia. Sus aspiraciones demasiado elevadas mantienen a estas personas atadas a una vida perfecta imaginada, en lugar de asumir una vida imperfecta pero realizada, con la posibilidad siempre al alcance de mejorar sobre lo hecho y sentir la satisfacción de lo concreto. Regocijo que no se compara con la imagen más perfecta que solo existe en el mundo de las ideas.
Si reconoces que el listón que te estás poniendo es demasiado alto, ten el valor de bajarlo para poder saltarlo de una vez por todas y dejar de contemplarlo desde lejos pensando que nunca podrás alcanzarlo.
La persona perfeccionista debe tener presente tres frases y repetírselas como mantras hasta lograr incorporarlas:
“Lo perfecto es enemigo de lo bueno”
“Los errores son la base del aprendizaje”
“Es mejor hecho que perfecto”
No debemos confundir la actitud siempre positiva de dar lo mejor de sí con un perfeccionismo paralizante de no dar siquiera un paso por miedo a fallar.
Las personas perfeccionistas piensan en términos extremistas “o se hace perfecto o no se hace”.
No se trata de pasar a la acción de manera improvisada, sin ninguna preparación… eso sería el otro extremo del perfeccionismo y caeríamos en el descuido, la desidia y la irresponsabilidad.
Se trata, en cambio, de pasar a la acción intentando dar lo mejor de sí pero sabiendo y asumiendo que durante el trayecto los errores estarán a la orden del día y que forman parte de estar embarcados en el movimiento de la vida.
Si no cometes errores, lejos de sentirte orgulloso/a revisa si no estás más posicionado como espectador de la vida que te gustaría que trabajando arremangado para acercarte a tus objetivos deseados.
La perfección parece una aspiración muy tentadora, pero al fin y al cabo solo es una ilusión, un espejismo, del cual se derivan cientos de proyectos y promesas sin cumplir porque nunca son lo suficientemente perfectas para sacarlas de detrás del telón y pasar a la acción. Tarde o temprano, eso incrementa un vacío interior y una sensación de auto-traición que nos deja extenuados ¿Por qué? porque ha sido mucho el desgaste mental evaluando cientos de estrategias, tácticas y posibilidades, ha sido enorme la dedicación puesta en la previa, en la preparación y el “lustre” de nuestras ideas pero no “saboreamos” el dulzor del logro, del resultado, de lo realizado que es lo concreto sobre lo que nos paramos para sentir que hemos crecido, superado y avanzado.
Las personas perfeccionistas tienen que asumir y hacer propias las siguientes evidencias:
- La incertidumbre forma parte de la vida.
- La vida de por sí es desprolija.
- No es posible ser el primero ni el mejor en todo lo que te propones.
- No serlo no dice nada acerca de la persona que eres.
- Muchas cosas en la vida escapan a tu control.
- Es misión imposible agradar y gustar a todo el mundo.
- Por muy bueno que sea aquello en lo que estás trabajando, si es un proceso demasiado lento y se pierde en los detalles, en cierto punto resulta ineficaz.
Reconocernos como humanos imperfectos e inacabados nos libera de la exigencia y la quimera de tener que hacer todo a la perfección.
Podemos elegir un área en la vida en la cual queremos dedicar nuestro mejor esfuerzo a ser bueno en ello pero el perfeccionismo aplicado a todas las facetas de la vida es fuente segura de decepción y frustración.
Lo paradójico es que el perfeccionista suele pensar que si ha tenido éxito en determinadas áreas de su vida, ha sido gracias a su forma meticulosa, detallista y controladora de hacer las cosas, cuando en verdad podría afirmarse que lo ha conseguido “a pesar de ello”. Darse cuenta de que su perfeccionismo inútil entorpece más de lo que ayuda a avanzar, es un paso significativo para soltar amarras y largarse a navegar por las aguas inciertas de una realidad que lejos está de ser perfecta.
Consejos y sugerencias para superar el perfeccionismo
Estas son algunas prácticas y comportamientos que puedes incorporar para dosificar tu tendencia obsesiva hacia la perfección:
- Baja la vara: date cuenta de tu tendencia a querer hacerlo todo al 100%. Comprueba cuanto más disfrutas de la vida y más práctico te vuelves cuando haces lo que haces “lo suficientemente bien”.
- Mejora sobre lo hecho: lo realizado “suficientemente bien” puede ser mejorado sobre la base de lo hecho, no de lo imaginado. La propuesta es que subas escalón tras escalón en lugar de que se te pase la vida esperando el momento exacto para dar el gran salto.
- Aprecia las desventajas de ser perfeccionista: evalúa como te ha afectado en términos de autocrítica, de inseguridad, de estrés y de incapacidad para disfrutar de la vida. Date cuenta de que lejos de ayudarte a avanzar, tu perfeccionismo te lleva a postergar y postergar indefinidamente tus objetivos. El perfeccionismo está lejos de ser una cualidad, ¡no te confundas! Es muy diferente a la actitud constructiva y beneficiosa de buscar la excelencia y la mejora continua estando en movimiento y asumiendo riesgos.
- Desdramatiza: la perfección puede hacer que te preocupes demasiado y pienses siempre en el peor escenario. Preguntate: ¿qué es lo peor que puede pasar? Seguramente el miedo y la inseguridad que sientes no es fiel reflejo de la realidad.
- Expónete a lo que te da miedo: comete errores, recibe críticas, afronta contratiempos, siéntete imperfecto… Te darás cuentas que una vez pasada la incomodidad y la ansiedad inicial, te sientes más sólido y más fuerte.
- Concéntrate en el proceso: esfúerzate por hacer las cosas lo mejor que puedas mientras las vas haciendo (esa es tu área de control) y abandona tus obsesiones respecto del resultado (lo que no depende únicamente de vos). Visualiza lejos solo una vez para definir tu meta, luego aprende a mirar lo próximo, el siguiente paso y el siguiente, y hazlo con compromiso, consciencia y asumiendo los riesgos que sean necesarios.
- Amigate con la posibilidad de equivocarte: si no toleras la posibilidad de fallar, no asumirás ningún tipo de riesgos, y desde ese mismo momento habrás renunciado a tu desarrollo y evolución personal. En lugar de evitar el error, interrógalo ¿qué puedo aprender de esta equivocación?
- Valórate por lo que eres, no por lo que haces: somos seres humanos, no “hacedores” humanos. Cometer errores no te vuelve peor, del mismo modo que cometer aciertos tampoco te convierte en mejor. Tu evolución no se mide por lo que has conseguido en tu vida, sino por aquello a lo que te has animado a vivirla.
- Limita tus exigencias y date espacios para disfrutar de la vida: tener una agenda sobrecargada y una vida ocupadísima no es sinónimo de éxito y superación sino evidencia de que estás equivocando el camino. Una vida vivida a las apuradas, sin lugar para la contemplación, para el disfrute y la relajación, es una vida secuestrada por ambiciones desmedidas y una medida de “éxito” que está bastante lejos de la verdadera satisfacción interior que nace de una vida lúcida y armoniosamente equilibrada.
- Pregúntate cómo quieres vivir: ¿realmente te sientes bien demorando indefinidamente lo que quieres por miedo a que no resulte según lo imaginado? ¿cuánta vida se te va persiguiendo lo perfecto? ¿cuánto más te vas a maltratar exigiéndote porque nunca está lo suficientemente bien hecho? ¿Y si te dejas en paz y empiezas a tratarte con amorosidad? ¿Y si en lugar de criticarte, te alientas para animarte a afrontar lo que te da temor y te mantiene en el mismo lugar?
Intenta mejorar sobre lo hecho
Si incorporas estos principios, te darás cuentas que gradualmente vas a adquirir el hábito de hacer por el placer de hacer y sentirte en movimiento. Amígate con la idea de llevar a cabo “acciones imperfectas pero hechas” y desde allí intentar mejorar cada día sobre la base de acciones específicas y ya no sobre un manto de ideas que sólo existen en el escenario perfecto de tu cabeza.
Cuando traspasas la barrera inútil del perfeccionismo, cada vez te será más fácil iniciar, decidir, avanzar. Al fin de cuentas, se trata de tomar tu vida en tus manos y dejar de construir fábulas en tu cabeza, se trata de embarrarte en la cancha y dejar de evaluar tácticas y estrategias para un desafío que en definitiva, nunca llegará si no te animas a asumirlo.
Animate a probar lo bien que se siente gozar de la libertad de permitirte ser imperfecto, apenas un humano, mejorando y en movimiento. Tu mejor versión, está del lado de la acción y de progresar a partir del error.
¿Te animas a pasar del mundo de tus ideas perfectas a tus metas conseguidas? ¡No te demores más, el tiempo es hoy, el momento es ahora! Comienza desde donde estás, con los pocos o muchos recursos que tienes y con quien estás pudiendo ser hoy. Te sentirás orgulloso/a por pasar a la acción, atrévete a comprobarlo.
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