De los problemas se aprende, de los dramas no
Hay personas que viven su vida con tal intensidad que todo lo tienden a dramatizar. Así como gozan de la capacidad de sentir contento cuando todo va bien y tienen la virtud de hallar belleza donde otras personas no ven, cuando les toca lidiar con las sombras o las dificultades propias de la vida… se sienten desgarradas y se toman las circunstancias como verdaderos dramas. Este estilo de personalidad tiene vaivenes emocionales tan exagerados que hasta para un espectador, parecen personas distintas, según sea el estado emocional que los domina.
Esta sobredimensión de lo que les acontece, no necesariamente se debe a lo que cualquiera podría concluir fácilmente: “quiere llamar la atención”. Aunque puede haber un condimento de esta tonalidad… lo cierto es que estas personas reaccionan como reaccionan porque se sienten desprovistas de recursos para hacer frente a cuestiones que suponen destreza práctica y mente calma. Imaginan, pero no resuelven. Y si de imaginar se trata… se imaginan los peores escenarios y comienzan a sentir lástima de sí. La energía que deberían estar aprovechando para trasformar lo que no va bien, se les escabulle en alimentar emociones de tristeza, desamparo, impotencia y desesperación.
Las reinas y reyes del drama van de catástrofe a desdicha, de pérdida en pérdida, de crisis en crisis casi habiendo ya perdido la punta del ovillo de por qué razón se sienten como se sienten… ¡solo saben sentir… y vaya si sienten! Y lo que sería una cualidad termina siendo un defecto por su grado de exageración. Es como si el puente que permite ir de la razón al sentir estuviese clausurado y no hay manera de cruzar del otro lado para poner paño frio a tanto ardor.
Es como si el puente que permite ir de la razón al sentir estuviese clausurado y no hay manera de cruzar del otro lado para poner paño frio a tanto ardor.
¡¡¿Porqué a mi?!!
“¡Todo me pasa a mí!”, “¡la vida no es justa conmigo!”, son frases típicas que exteriorizan buscando contención o guía. Rara vez se preguntan por su responsabilidad…, es la Vida (con mayúsculas) la que está en su contra. Esta mirada sobre lo que les acontece es precisamente lo que les hace estar más que el común de las personas sumergidos en duelos, frustraciones y eternas decepciones. Y mientras se sientan víctimas… seguirán viendo a los demás vivir su vida como protagonistas y lamentándose de sí y de lo que deberían haber hecho distinto. Si hay algo que no saben hacer es “dar vuelta de página…”, revisan, repiensan, elaboran y re-elaboran en su cabeza miles de explicaciones y argumentos para su pesar.
Estas personas tienen que reconocer que la vida está hacia adelante, que las tormentas pasan y que los malos momentos son “momentos”, solo momentos... Si se extienden es porque hay un atasco allí que necesita ser trascendido más que eternamente revisado y analizado.
L@s adict@s al drama, generalmente en su niñez han sufrido negligencia emocional, abandono o maltrato. Desde esa sensación de desprotección se siguen parando ante su vida hoy.
Sin embargo, logran crecer una enormidad cuando se dan cuenta que ahora “cuentan con ell@s mism@s” como principal aliad@s y toman en sus manos su propia vida para hacer con ella lo que no les fue dado.
Fácil es decirlo, difícil es lograrlo… pero lo cierto es que necesitan desarrollar estrategias de afrontamiento más que volver eternamente sobre su pasado. Saber pedir ayuda cuando no es posible lograrlo por sí mism@, es un primer paso para pasar a la acción y dejar de lamentarse.
Consejos para desdramatizar
Puede que conozcas a alguien, todos tenemos un familiar, un amig@, que se toma todo demasiado trágicamente o puede que seas vos quien debería aprender a moderar tu intensidad. Aquí te dejo algunos consejos para aprender a domar tu emocionalidad.
- Lo principal es reconocer que “no somos” nuestras emociones, sino que sentimos emociones y podemos dejar de sentirlas sino nos quedamos a vivir ahí.
- Ayudarnos a no intensificar ciertas emociones negativas es una decisión ha tomar. Si todo el tiempo hablamos sobre un tema que nos aflige, escuchamos canciones que nos recuerdan, miramos fotos amarillas… el asunto se hará más difícil.
- Es bueno que sepas que las emociones generan adicción. Así es… una emoción determinada se corresponde con cierta química en el cuerpo. Cuando nos acostumbramos a la intensidad emocional, el cuerpo “necesita” ese frenesí para no sentirse extraño. Familiarizarnos con emociones distintas y de distinta magnitud, es de gran ayuda.
- Aprender a “observar” lo que sentimos y pensamos sin dejarnos tragar por ello. Saber poner distancia entre la conciencia y los contenidos que hay en ella, se asemeja a saber diferenciar las nubes que pasan, del cielo que yace detrás.
- Conocerse lo suficiente como para saber re-conocer ese personaje dramático que cada tanto toma el mando y quiere apropiarse de todo el escenario. Convocar otras partes de nuestra personalidad que también nos habitan (la parte relajada, la parte sensata, la parte lógica) ayuda a no tomarnos tan en serio nuestros dramas y nuestras tragedias.
- En lugar de reaccionar de inmediato, tomar como hábito, hacer una pausa, tomar aire, detenernos y reflexionar. Antes de dejarnos secuestrar por nuestras emociones, analizar, “mirar la foto entera” y luego decidir qué acción tomar o si es más inteligente dejar pasar.
Elegir no intensificar el dolor y dejar de sentir lástima de sí, es un cambio de actitud que está en nuestras manos tomar y nos vuelve la vida más sencilla, en medio de tanta tendencia a complejizar.
La clave de un buen equilibrio emocional no es sentir una cosa o dejar de sentir tal otra sino, saber identificar lo que sentimos, escuchar lo qué nos dice lo que sentimos, gestionar lo que sentimos y evaluar que acción necesitamos tomar para sentirnos mejor… Elegir no intensificar el dolor y dejar de sentir lástima de sí, es un cambio de actitud que está en nuestras manos tomar y nos vuelve la vida más sencilla, en medio de tanta tendencia a complejizar.
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