¿Cómo convertirnos en aliados de nosotros mismos?
Como seres humanos estamos llamados a atravesar por situaciones difíciles más de una vez en la vida, desde cuestiones más simples que despiertan ansiedad hasta problemas más complejos que pueden robarnos el sueño. Sin embargo, muchas de las situaciones que más nos estresan se alimentan no solo de una realidad objetiva, sino de una mirada o consideración incorrecta de parte nuestra.
Si bien las circunstancias adversas pueden ser reales, solo se vuelven tremendas cuando la mirada sobre ellas es excesivamente dramática y exagerada.
Sentirnos solos, transitar una crisis existencial, darnos cuenta que tomamos una mala decisión, estar atravesando una separación, un desamor, un desarraigo, trabajando de lo que no soportamos más, no sabiendo qué camino tomar… todas estas situaciones y muchas otras más son experiencias sensiblemente humanas. Nadie está exento de transitar vivencias amargas, así como todos tenemos también la posibilidad de vivir situaciones que nos entusiasman. La vida es como una moneda lanzada que no acaba de girar, a veces nos toca cara, otra veces nos toca lidiar con cruz.
Ambas alternativas son posibles en la vida, sentirnos a gusto y satisfechos y cada cierto tiempo apesadumbrados, preocupados o desdichados por esto o por aquello.
Lo que más nos daña no es tanto lo que vivimos sino lo que nos decimos a nosotros mismos cuando transitamos situaciones adversas o desafortunadas.
Sin darnos cuenta solemos caer en actitudes y hábitos de pensamientos y comportamientos que en lugar de jugar a favor nuestro, nos tienden una trampa de la que nos cuesta mucho escapar. Nos pegamos donde más nos duele, volviéndonos victimarios de nosotros mismos. Así, extrañamente los seres humanos nos dañamos cuando más necesitamos tenernos como aliados y cobijarnos afectuosamente para no pasarla tan mal.
¿Cuáles son aquellos comportamientos que nos restan cuando transitamos momentos difíciles?
- Negar la ley de la impermanencia: el primer hábito perjudicial es evaluar los sentires y acontecimientos como eternos. Si algo caracteriza a la vida misma es su naturaleza permanentemente cambiante. Lo que hoy no es posible puede llegar a ser, lo que hoy duele con el tiempo y la actitud correcta no nos hará eternamente padecer. Así como nunca nos sentiremos felices todo el tiempo, no es menos real que la angustia o la tristeza también pasarán.
- La auto-exigencia: sabernos humanos y reconocer que hacemos lo mejor que podemos en un momento dado, nos saca presión. Darnos un buen trato y tenernos como aliados en los momentos difíciles es ir ensayando nuevas formas, tratando de ser y hacer cada vez mejor, comprendiendo que nada es de la noche a la mañana ni de una vez y para siempre. Hay matices, hay grises, hay progresiones que llevan tiempo, estados deseados a los que uno de a poco se va a acercando. Una actitud rígida y exigente lejos de aportarnos, incrementa nuestra ansiedad y nos hace dudar de cada decisión que tomamos o por el contrario paraliza nuestra acción por temor a dar un mal paso.
Darnos tiempo, darnos espacio, darnos permiso para equivocarnos, para caer y levantarnos es un gesto cariñoso que tenemos que hacerlo propio.
- Sentirnos el centro del universo de todas las cosas malas que acontecen. Como si tendríamos una especie de radar para atraer lo negativo, como si la vida se hubiese ensañado con uno mismo para malograr cada paso que intentamos dar. Esta actitud narcisista y egocéntrica nos lleva a concluir que nadie excepto nosotros estamos condenados a vivir amargados. Inconscientemente, nos ponemos el mote de “especial”. Nos creemos demasiado importantes como para creer que la vida está obstinada en jugarnos una mala pasada. El costo de sentirnos “únicos” tiene un alto precio por pagar. Comprender que no somos ni más ni menos que nadie, ni mejores ni peores que todos los demás seres humanos que nos rodean, y como tales nos van a pasar cosas malas y cosas buenas.
No somos más dignos porque suframos más, lo que nos vuelve dignos es lo que hacemos con lo que nos toca atravesar.
- Dilatar las acciones a ejecutar para salir del malestar, cuando estamos transitando situaciones difíciles, hay acciones que si o si tenemos que implementar. Si bien es necesario tomarnos tiempo para reflexionar qué decisiones serán las más acertadas, permanecer en la inacción y en la indecisión prolonga más de la cuenta nuestro dolor. Puede que la decisión que tengamos que tomar sea separarnos, alejarnos de quien nos está haciendo daño, cambiar de carrera, empezar una nueva, mudarnos de país, abandonar un trabajo, poner un límite determinante. Es verdad que el tiempo ayuda pero no porque solo transcurra sino por lo que vamos elaborando y las decisiones que vamos tomando durante esos lapsos de tiempo que se van sucediendo.
Tomar decisiones que nos llevan a la acción es la parte en la que sí podemos intervenir, de todo lo demás que no está a nuestro alcance controlar.
- Rumiación cognitiva constante, esta es la actitud más inoperante y menos constructiva que podemos ejercer, esto sucede cuando nos quedamos enganchados de un elemento real o imaginario que nos produce malestar o estrés. Volver una y otra vez sobre situaciones pasadas, si no es para aprender, no sirve para nada. Y si lo hacemos para sacar una enseñanza, con una sola vez basta. Repetirnos y decirnos a nosotros mismos tendría que haber hecho..., tendría que haber dicho..., como no me di cuenta..., ¿será que hago bien?, ¿será que hago mal? ¿habré tomado la decisión acertada? nos mantiene inmersos en un bucle sin sentido que nos llena de ansiedad y nos recuerda una y otra vez lo que hicimos mal o podríamos haber hecho distinto. Ante este atrape mental, lo recomendable es la distracción porque si estamos tragamos por la emoción, poner algo de razón no nos servirá de mucho o no la usaremos con la suficiente lucidez como para liberarnos de ese estéril e infructuoso lugar.
El resultado de nuestra vida será, en gran parte, consecuencia de los hábitos decidamos alimentar. Aprender a tenernos como aliados en los momentos difíciles es no alimentar aquellos hábitos que nos dañan ni intensificar el malestar con agregados. ¡A veces nos cuesta tanto hacernos la vida más liviana! Ser concientes de esta tendencia nos ayuda a cuidarnos de ella cuando "nos pescamos" en el acto que nos estamos complicando la existencia.
Jugar a nuestro favor o patearnos en contra es una decisión con la que hemos de comprometernos a diario y recordárnoslo una y otra vez cuando perdemos de vista la importancia que tiene aprender a contar con nosotros mismos en las buena y en las malas.
Solemos preguntarnos con frecuencia como nos llevamos con los demás pero olvidamos la pregunta fundamental: ¿cómo es el vínculo que a diario mantenemos con nosotros mismos?
Te invito a repensarlo, te invito a que establezcas el más genuino y valioso vinculo de amistad con la persona que estará toda la vida a tu lado: vos misma, vos mismo.
Sos tu propia compañía, así lo será el resto de tus días. ¡Sé inteligente, hacéte bien, tratate bien! Y notaras cuan diferente se siente la convivencia contigo cuando dejas de lado la rivalidad malsana.
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