Sé amable con toda persona que tengas enfrente
Platón dijo alguna vez:
“Se amable, pues cada persona con la que te cruzas, está librando su ardua batalla”.
Esta frase me pareció maravillosamente sabia cuando la leí por primera vez. Hoy al volver a leerla, puedo darle dos interpretaciones diferentes que me gustaría compartir con ustedes.
- Mirada compasiva: entra a la vida ajena con los pies descalzos:
Por un lado, una mirada compasiva hacia todo ser humano con el que nos relacionarnos.
A veces nos sale demasiado fácil juzgar… Decimos a viva voz:
- ¿Cómo puede ser así?
- ¿Cómo me contestó de esa manera?
- ¿Por qué se comporta de esta forma?
Enseguida tendemos a reaccionar, a juzgar y hasta a tomarnos de manera personal lo que hacen o dejan de hacer los demás.
Recuerdo cierta vez un relato de una paciente que estaba muy ofendida porque su compañera de trabajo la trataba con desdén. Ella estaba muy tomada por su enojo, entonces le sugerí:
¿por qué no la invitas a tomar un café y le preguntas cómo está? Me miró con los ojos fijos y me dijo: “Encima que me trata así y apenas si me saluda al llegar… ¿vos me decis que la invite a tomar un café?”. “Sí", le contesté. "A lo mejor le pasan otras cosas en su vida como para estar atenta a tu sensibilidad.”
En la sesión siguiente me contó que había tomado mi sugerencia y que su compañera quebró en llanto al hablar con ella. En ese encuentro le confesó que le habían diagnosticado a su hijo con leucemia...y que con su pareja las cosas no andaban nada bien.
La frase de Platón me recuerda la prudencia con la que tenemos que manejarnos ante la vida ajena. Desde una mirada ego-centrada tendemos a mirar primero cómo nos afecta lo que los demás hacen o dejan de hacer, sin detenernos siquiera a dudar o a pensar en la posibilidad de que quien tenemos enfrente puede estar “librando su propia batalla interior”.
Lo que vemos o juzgamos puede ser apenas la punta de un iceberg de todo lo que está debajo y no conocemos. Y con apenas unos pocos indicios ya opinamos, concluimos, sentenciamos o decretamos....
Suelo decir que a veces las personas entramos con los pies embarrados a la vida ajena, sin siquiera golpear la puerta. Opinamos sin pedir permiso, damos consejos de expertos sin el más mínimo reparo, sin cuidar los modos y sin siquiera detenernos a pensar si el otro quiere escuchar o no lo que no nos podemos callar…
Las tradiciones de sabiduría oriental nos regalan una enseñanza extraordinaria que podemos aplicar a esta mirada que les estoy compartiendo. Este conocimiento milenario nos dice que debemos descalzarnos antes de entrar a un lugar sagrado. Yo les invito a que se pregunten:
¿No es acaso un lugar sagrado la vida propia tanto como la vida ajena? Entonces ¿por qué entrar con tanto descaro?
Siempre que uno tenga algo que decir debe preguntarse dónde eso va a caer, cómo y en qué momento… Teniendo siempre en cuenta que cada ser humano hace lo mejor que puede con los recursos que tiene en un momento dado.
Tendemos a “cortar bastante ancho” al momento de opinar, por eso yo los invito a “pausar” antes de ingresar en tierra sacra. Del mismo modo que les sugiero cuidarse de la rápida tendencia a auto-referenciar y tomar todo lo que los demás dicen, hacen o dejan de hacer, de manera personal. Recuerden que cada uno es un mundo en sí mismo que desconocemos, cada uno tiene sus heridas, sus aflicciones, sus corazas y sus defensas de acuerdo a las experiencias que haya atravesado en su vida. Debemos ser prudentes, humildes, discretos, compasivos y pacientes cuando atravesamos el umbral de la vida ajena, no ingresar sin antes golpear la puerta, pedir permiso y descalzarnos.
Debemos ser prudentes y humildes cuando atravesamos el umbral de la vida ajena, no sin antes golpear la puerta, pedir permiso y descalzarnos
- Mirada no invasiva: del proceso de evolución y crecimiento ajeno:
Por otro lado, la frase de Platón me lleva a pensar en el propio trabajo de evolución que cada ser humano viene realizar a esta vida. Cada ser humano está destinado a atravesar aquellas experiencias, dificultades, obstáculos y adversidades que al ser superados nos traen la recompensa de sentirnos personas más fuertes, más confiadas, más empoderadas y con más destrezas para transitar la vida. Sumado a ello, más ligereza y más criterio para discernir por dónde ir y por dónde no.
Si cada quien está librando su propia batalla, esto significa que es uno mismo quien ha de convertirse en un guerrero pacífico ante sus temores, sus ansiedades y sus sombras, para que sus luces y virtudes salgan victoriosas. Esta labor es indelegable y requiere de un protagonismo comprometido para ser autor y guionista de la propia vida.
Cuando uno intenta “ayudar” a los demás ha de cuidarse de la tendencia a ser demasiado invasivo/a. No debemos irrumpir en el delicado proceso de crecimiento y evolución personal que cada persona está llamada a transitar. Cada uno a su ritmo, tropezando las veces que sean necesarias para aprender a ver la piedra antes de tiempo y pasar lo suficientemente lejos de ella. Un proverbio africano muy sabio dice: “Puedes llevar el buey al río, más no puedes obligarlo a beber…”. Así es que… reconocer nuestros límites en el afán de ayudar y de facilitar, es también amar y respetar los procesos y tiempos de los demás para llegar a ser la mejor versión de sí que puede llegar a ser cada uno en este tramo de su existencia.
Así como una madre que hace “todo” por su hijo, priva a su niño de la habilidad de reconocer sus propias habilidades y talentos. De la misma manera, privamos a nuestros seres queridos de hacer sus aprendizajes evolutivos cuando “hacemos” lo que tiene que ser hecho por su protagonista, desde ganarse la vida para lograr autonomía y autosuficiencia, a darse la frente contra un tapial para darse cuenta que por ese camino no va…
Podemos ser compasivos y hacer lo que esté a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento ajeno, pero no podemos evitar el dolor inevitable que ayuda a tomar consciencia de los ajustes necesarios que cada uno tiene que hacer para sintonizar su personalidad con su verdadera esencia.
Podemos hacer lo que esté a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento ajeno, pero no podemos evitar el dolor inevitable que ayuda a tomar consciencia de los ajustes necesarios que cada quien tiene que hacer para sintonizar su personalidad con su verdadera esencia
Ser héroes de nuestra vida y dejar que otros lo sean es bregar a diario por conquistar nuestras batallas internas. Cada vez que ponemos luz en nuestra oscuridad y sabiduría en nuestra ignorancia, avanzamos entre todos como humanidad. Cada uno trabajando sobre sí.
Saber discernir cuándo nuestra ayuda es beneficiosa y cuando solo alimenta la dependencia y la desidia de los demás, es una pericia que requiere de entrenamiento, de frustración, y hasta a veces llegar a sentir enojo e impotencia, al darnos cuenta que no podemos hacer nosotros lo que involucra sólo a su principal actor.
A veces ser generosos es diferenciar cuándo dar un paso hacia adelante y cuándo es mejor darlo hacia atrás y dejar que cada uno obre a su manera para que pueda darse cuenta cuando ajustar y cuando aflojar la cuerda
A veces nos ofrecemos de más desde el deseo egoísta de sentirnos queridos y necesitados, o desde el apego y el no poder lidiar con nuestras preocupaciones y la intranquilidad que nos genera que un ser querido no haga lo que “creemos” que es mejor para su vida. A veces ser generosos no es dar más y más…. sino saber diferenciar cuándo dar un paso hacia adelante y cuándo es mejor darlo hacia atrás y dejar que cada uno obre a su manera para que pueda darse cuenta cuando ajustar y cuando aflojar la cuerda.