Correr para llegar a ningún lado
Ningún ser un humano que conteste con absoluta sinceridad podría afirmar “jamás he postergado una tarea”. Nuestras vidas están repletas de actividades y compromisos cotidianos que vamos asumiendo en las rutinas diarias y resulta que, a veces, casi sin darnos cuenta, terminamos absorbidos por lo urgente y postergando lo importante y verdaderamente trascendente.
Sucede que las tareas repetidas hasta el cansancio en nuestro día a día ya no nos demandan tanta energía como si lo hacen aquellas otras actividades que nos fuerzan a salirnos de la zona conocida. Lo que tendemos a postergar son aquellas acciones que nos fuerzan a invertir mucha energía física, emocional e intelectual.
Por eso, la procastinación no solo es hacer malabares con las prioridades y hacer hasta donde da nuestro alcance. A veces, hacemos “más” para seguir atrincherados en el mismo lugar. Es que no siempre necesitamos hacer más, en ocasiones lo que necesitamos es hacer diferente. Lo inteligente entonces será preguntarnos en que aspectos de nuestra vida nos estamos “postergando”, “dejando estar…”.
A veces, hacemos “más” para seguir atrincherados en el mismo lugar. Es que no siempre necesitamos hacer más, en ocasiones lo que necesitamos es hacer diferente.
A veces esa “falta de acción” que se esconde detrás de la hiperactividad y del acelere, impacta en cambios sustanciales y puede afectar gravemente nuestra calidad de vida, nuestra carrera profesional, nuestras relaciones hasta nuestra salud física y emocional. Lo postergado puede ser desde un cambio drástico de dirección a una orientación diferente de nuestra energía que vaya transformando gradualmente nuestra vida. A veces desestimamos lo que pensamos que es mínimo porque no sabemos el impacto que tendría ese mismo esfuerzo sostenido. Es que las micro-decisiones cotidianas tomadas con consciencia pueden resultar muy trascendentes en el contexto más macro de nuestra existencia.
Postergar es un Hábito no una característica de Personalidad
Cuando aquello que nos prometimos hacer, queda en el olvido… no machacamos, nos enojamos y nos decimos “¡no cambio más!”, como si el postergar fuera una característica inherente de nuestra personalidad. Lo vemos como el resultado de ser flojos o tener una ética de trabajo deficiente o incluso ser incompetentes. Estas formas negativas de describirnos solo alimentan nuestra frustración con nosotros mismos. Y todo ese odio a nosotros mismos en última instancia, cambia nuestra narrativa interna del "No quiero hacerlo" a "¡No puedo hacerlo!".
¡Pues no! Postergar es un hábito y como todo hábito, podemos deshabituarnos de él. Solemos caer en su trampa y luego luchamos por salirnos. La peor parte es que cuando estamos en medio de la postergación nos vemos a nosotros mismos siendo detenidos por una pared de papel que no podemos atravesar, aunque nos parezca irracional. A veces queremos entender por qué nos pasa lo que nos pasa y esa es una forma más de seguir postergando, ahora con culpa y un grado elevado de onanismo mental.
Nos sentamos a esperar que nos den ganas de la nada, que se alineen los planetas, que acontezca el momento exacto para arrancar lo que desde hace tiempo venimos dilatando. Sin embargo, esa sobredosis de energía nunca llega porque lo que evitamos no es precisamente la tarea sino el estrés asociado a ella.
Nos sentamos a esperar que nos den ganas de la nada, que se alineen los planetas, que acontezca el momento exacto para arrancar lo que desde hace tiempo venimos dilatando. Sin embargo, esa sobredosis de energía nunca llega porque lo que evitamos no es precisamente la tarea sino el estrés asociado a ella. La postergación no es una falla, es una estrategia para ayudarnos a lidiar con el estrés. Cualquier cosa sea lo que venimos postergando es algo que está ligado a un monto de estrés que preferiríamos evitar. Naturalmente, si algo nos estresa, procuramos escaparnos de esa carga y en su lugar buscamos satisfacciones inmediatas, o al menos una distracción que nos resguarde de afrontar lo que nos cuesta. Momentáneamente nos hace sentir bien evitar el estrés, la factura viene después cuando nos damos cuenta de que ese habito nos mantiene paralizados.
Debemos tener claro que a nuestro cerebro no le interesa nuestra auto-superación sino ahorrar energía y mantenernos a salvo. Y para él, cambiar es transitar lo incierto y no quiere saber nada con eso. No es desde la razón que vamos a salirnos de la dilatación. Con la razón vamos a encontrar excusas y argumentos para seguir estando donde estamos: “mañana empiezo”, “no es el momento”, “prometo que a partir de…”
Necesitamos conectar con la parte más visceral y emocional de nuestro cerebro, la encargada de la acción y la emoción, no del pensamiento.
Daré una analogía. Si estás sentad@ en una playa remojando tus pies en el agua y de repente ves a un niño agitando sus brazos que claramente se está ahogando. No hay nadie alrededor y no hay tiempo que perder ¿Qué haces? No hay duda, ¿verdad? La respuesta es obvia. No creo que te pongas a evaluar los posibles riesgos, pros y contras. Te levantas y entras en acción. Es ahora o nunca.
Nuestra toma de decisiones emocionales es tan importante como nuestra toma de decisiones más racional y analítica. De hecho, si esa parte de nuestro cerebro dedicada a la reacción inmediata estaría dañada, nos quedaríamos atrapados en la vacilación tomando incluso las decisiones más simples.
A menudo llamamos “instinto” a estas reacciones. En verdad, es una estrategia evolutiva para acelerar lo que de otro modo podría ser un proceso de toma de decisiones muy lento e ineficaz.
El vínculo de esta analogía con el hábito de la postergación es que necesitamos activar esta parte de nuestro cerebro para salir del circulo vicioso de la inacción. Siempre nos decimos que “tenemos tiempo” y ese argumento hace que “sigamos remojando los pies en el agua”.
La Regla de los Cinco Segundos
La clave es activar nuestro instinto de acción antes de dejarnos seducir por los cantos de sirena. Ahí es donde entra en juego “La Regla de los 5 segundos”. Las Neurociencias nos dicen que tenemos un margen de cinco segundos para pasar a la acción sin dilación.
- Lo primero que debemos reconocer es que estamos estresados y que postergar no es un defecto sino una estrategia a corto plazo para evitar estresarnos más. No es una incapacidad, es una reacción que se convertirá en disfuncional sino hacemos algo en lo inmediato.
- El segundo paso es tomar una decisión de cinco segundos que sea directamente contraria a la respuesta al estrés. A esta decisión, Mel Robbins, autora de esta teoría, le llama: decisión de coraje. “Cuando actúas con coraje, tu cerebro no está involucrado. Tu corazón habla primero y lo priorizas”. Es lo que harías cuando no dudas en salvar una vida. ¿No harías lo mismo por ti? Esa energía está en cada uno de nosotros, solo nos resta sintonizar con ella.
5, 4, 3, 2, 1 ¡Go!
En lugar de tratar de racionalizar tu estrés pensando y analizando cómo puedes lidiar con él. Hace exactamente lo contrario. Cuando sientas el instinto de hacer algo que sabes que es bueno para ti y vienes dilatando… cuenta hacia atrás: 5, 4, 3, 2, 1, GO! Y toma los próximos minutos abordando lo que sea que tengas miedo de hacer. Afronta el estrés. Haz esa llamada, manda ese email, agarra ese apunte, ejercítate, apaga el cigarrillo, ordena, levanta tu mano y hazte escuchar. No importa cuanto sea que hayas avanzado, has tomado dominio, has roto ese circulo, y te has probado a ti mismo que puedes hacer algo diferente y no repetir siempre lo mismo.
Esos cinco segundos no son caprichosos ni arbitrarios, es un tiempo neuronal crítico tanto para activar la parte de acción rápida del cerebro como para limitar la influencia de la parte del cerebro de acción lenta. Así que no lo extiendas más que ese bendito tiempo que puede marcar grandes diferencias en el porvenir de tu existencia. Decide y actúa.
¿Suena simple? Lo es, pero como cualquier otra cosa en la vida que promete cambiar un comportamiento fundamental, lleva tiempo desarrollar un nuevo hábito. Pero ¡cuidado! Si usas los cinco segundos para tomar una decisión que luego analizas durante las próximas cinco horas, acabas de caer en la misma trampa. La clave es activar y hacer, no activar y luego pensar en hacer.
Comprender que la dilatación es una respuesta natural y válida al estrés, y el conocimiento de que siempre estamos a solo cinco segundos de tomar una decisión diferente a la que venimos tomando, puede ser un gran salto para liberarnos del control irracional que la postergación suele tener sobre nosotros.