El arte de comunicarnos
Como seres humanos gozamos de una herramienta maravillosa: la comunicación a través de la palabra. Sin embargo, no siempre hacemos un buen uso de ella. Muchas relaciones humanas se deterioran por el daño que provocan las palabras cuando no son las acertadas.
En cuanto a las relaciones amorosas, las parejas no se separan porque discuten sino por “cómo” discuten cuando discuten.
Cuando de comunicación se trata, hay tácticas y estratégicas que tenemos que aprender a dominar para no desbarrancar. Son habilidades que se aprenden y se entrenan en el monasterio de la vida cotidiana.
Cuando logramos expresarnos sin herir la vulnerabilidad ajena, eligiendo nuestras palabras y con el propósito de sumar y no atacar, el vínculo se logra sincerar y profundizar.
No es bueno caer en ningunos de estos dos extremos...
- Hay muchas personas que para no discutir, deciden no hablar y dicen a todo que sí. Nunca será esta una buena opción ¿Por qué? porque el vínculo se torna cada vez más distante y superficial, cada vez más insustancial y trivial. Las personas en cuestión, dejan de hablar de sus emociones y sentires y comienzan a hablar de “las cosas”. Así, el tiempo pasa, "nunca un sí ni un no" pero la relación se torna cada vez más vacía. Es entonces, cuando deja de haber seres humanos que se eligen porque “se saben”, y se convierten en extraños que viven bajo el mismo techo y que se desconocen o se ignoran. Ya no saben quien está siendo esa otra persona con quien se vinculan pero no tienen relación alguna.
- Otras, en cambio, se van al extremo opuesto y no se guardan nada bajo la manga. Lo que sienten “lo largan” sin fijarse si está cocido o crudo ni medir las consecuencias de semejantes estallidos. Estas personas se jactan de ser sinceras, cuando en verdad resultan ser agresivas y tienen serios problemas para controlar sus instintos más primitivos. Decir lo que se siente no es evolucionado si quien está del otro lado, sale dañado.
La comunicación es un arte difícil de cultivar, sobre todo en relaciones afectivas donde las emociones priman y hasta a veces nos llegan a dominar.
¿Cuáles son las estrategias para comunicarnos de la mejor manera?
Si quieres aprender a comunicarte con más inteligencia emocional, tienes que aprender a auto-observarte en medio de la interacción. Tener en cuenta los siguientes consejos te ayudará a tomar más consciencia y a monitorearte para no "salirte de la vaina" cuando la situación de comunicación se pone un tanto complicada.
Habla de lo que sientes y no de cómo el otro es
Muchas veces caemos en el error de criticar al otro en lugar de expresar como nos sentimos. No es lo mismo decir: “Me siento mal cuando no respondes mis mensajes” que decir: “eres un desconsiderado”. La última expresión solo hará que la otra persona intente argumentar en tu contra, se ponga a la defensiva y busque devolver la agresión. En cambio, si expresamos cómo nos sentimos a partir de un determinado comportamiento, la otra persona no podrá decirte que no es cierto que te sientes como te sientes pero sí querrá oponerse a cualquier etiqueta que le intentes poner.
No cometas el error de dar por sentado
Tenemos la mala costumbre de dar por entendido todo lo que decimos y escuchamos. Este hábito distorsiona la comunicación, generando muchas veces tensiones innecesarias que podrían resolverse con chequear la información para asegurarnos que nuestro mensaje fue bien interpretado o que nosotros comprendimos lo que los demás quisieron decirnos. Luego de una conversación sensible, siempre es bueno corroborar con qué de todo lo hablado se está quedando el otro y qué sensaciones y emociones se han movilizado. Tampoco es bueno dar por sentado lo que el otro piensa porque aseguramos que lo conocemos como la palma de nuestra mano. Esta es una actitud violenta e invasiva, escuchar en lugar de llenar los espacios en blanco con ideas preconcebidas es mostrar interés por quien el otro está siendo y sintiendo en un determinado momento dado.
Cuida tu tono de voz
A veces es más agresivo cómo decimos lo que decimos que el contenido de lo que estamos diciendo. La comunicación no verbal tiene mucho más peso al momento de comunicar que lo que decimos en concreto. Si lo que dices, lo dices de mala manera, con pesar, con queja, la sensación que se genera es de enfado y de molestia.
Si hablamos con mal tono porque estamos enojados siempre es mejor esperar a enfriarnos para poder decir lo que queremos decir sin el aderezo emocional de la ira. Hay personas que afirman “yo hablo así”, “este es mi tono de voz” lamento contradecir pero sepan que la modulación de la voz no viene impreso en el ADN, eso se aprende y por lo tanto también puede desaprenderse si uno tiene la voluntad de observarse y serenarse antes de hablar.
Busca un buen momento y un espacio adecuado para dialogar
Sobre todo cuando de temas sensibles se trata, es poco inteligente abrir una conversación cuando nos sentimos cansados, cuando notamos que la otra persona esta estresada, después de un día largo o cuando la atención está focalizada en otras cosas. Siempre es bueno invitar al otro a que elija cuando es posible conversar, para que se comprometa a estar dispuesto y receptivo. Además la anticipación de un tema por hablar vuelve más significativo el dialogo, le da más entidad para que no sea “un tema más” de los tantos temas que se suelen hablar. Podemos decir algo así como: “Cuando sea un buen momento para ti necesito que conversemos acerca de algo”. El lugar también es importante, saber que no habrá interrupciones ni niños dando vueltas, propicia el clima para un dialogo más fluido y relajado.
Elige tus batallas
Hay cosas que hay que aprender a dejar pasar… No todo tiene que ser marcado, señalado, corregido. El “no” tiene valor en la medida en que existe el “sí” en tu vocabulario. Del mismo modo, la determinación es convincente cuando la flexibilidad también es una opción que se ejerce. Hay personas que se pasan de sensibles y complejas y de todo hacen un gran tema o melodrama. Saber diferenciar que temas definitivamente no nos dan igual, es un arte difícil de identificar pero vale la pena porque nos otorga mayor credibilidad.
Mantén la calma
Trata de hablar en momentos en donde tus emociones están más aquietadas. Si intentas hablar inmediatamente después de que una situación te genero una intensa emoción, no podrás elegir tus palabras y sólo harás una descarga vacía de irritación que no aportará nada a la relación. Si inicias la conversación de manera tranquila y durante la charla notas que comienzas a inquietarte más de la cuenta, interrumpe la discusión y propone retomar la charla cuando las aguas estén calmas.
Quienes logran dominar la palabra, quienes aprenden a diferenciar cuando hablar y cuando callar, tienen grandes probabilidades de éxito al momento de relacionarse con los demás.
La palabra es super poderosa, con la palabra podemos alentar, amar, acariciar un alma y también podemos dañar o malograr un vínculo que nunca volverá a ser igual. Una palabra hiriente puede dejar heridas que sangran durante toda una vida. Del mismo modo que una palabra amorosa puede ser un ancla que la sirve a una persona cada vez que se sienta perdida y desolada.
Con nuestros hijos, con nuestra pareja, con nuestros amigos, con el vecino y con el de la despensa, debemos aprender a cuidar nuestras palabras, nuestros tonos, nuestras maneras.
Seamos amables al momento de comunicar, seamos compasivos y comprensivos. Y esto mismo cuenta al momento de dialogar con nosotros mismos, dejemos de hablarnos de manera tan crítica, tan exigente y severa. Si aprendemos a darnos un trato amoroso y afectuoso, lo mismo sabremos hacer con quienes tengamos luego en frente.
Que nuestros diálogos externos reflejen un trabajo interno que hemos hecho con nosotros mismos previamente.