El devenir cotidiano y los asuntos inaplazables hacen que muchas veces confundamos lo urgente con lo importante.
Nos ocupamos de lo inmediato y desatendemos lo trascendente. Si pedaleamos todo el tiempo, pero no contemplamos el paisaje, podemos equivocar el camino. Si somos observadores pasivos del paisaje y no avanzamos en el camino, podemos quedarnos detenidos.
La danza entre la acción y la reflexión nos permite encontrar el equilibrio para ir avanzando en la vida en la dirección elegida. Y solo podemos elegir si somos conscientes de nuestras posibilidades y si sabemos hacia donde nos dirigimos. Nos desorientamos con mucha facilidad. El mirar a los costados, el hacer lo que hacen todos, el bombardeo constante de estímulos externos hace que no pocas veces confundamos lo propio con lo ajeno, lo sustancial con lo accesorio. Esto es humano y natural.
Cuando nos sentimos perdidos en la vida, sin saber qué hacer y hacia dónde ir…nos invade la incertidumbre, el malestar y la angustia. La diferencia entre las personas de éxito y aquellas que se sienten frustradas es que las primeras, cuando reconocen esas emociones, las transforman en ocasión de pausa y reflexión, en lugar de buscar culpables y quejarse de sus circunstancias.
Las personas que se sienten a gusto con sus vidas “se sirven” de esas emociones como “brújula” para “re-situarse” en la vida. ¡A las emociones no hay que silenciarlas, hay que interrogarlas!
Correr, aturdirse, sociabilizar compulsivamente, llenarse de eventos y actividades evasivas nos distancia de la quietud y el silencio saludable que necesitamos todos los seres humanos para hacer contacto con nuestra interioridad y hacernos las preguntas que son precisas plantear para estar donde queremos estar o ir hacia dónde queremos ir.
- Hay personas que no advierten hacerse este tipo de preguntas. Puede que el riesgo sea, seguir ascendiendo escalones en la escalera de la propia existencia y al llegar a la cima de pronto darse cuenta que la escalera estaba apoyada en la pared equivocada… La consecuencia será sentir cansancio y decepción al final del recorrido.
- Otras personas no se hacen esas preguntas, no por distracción sino porque no quieren escuchar las respuestas…porque incomodan, porque implican re-estructurar lo acomodado, tomar decisiones y salirse de la zona de confort. Cuando esto sucede, aquello que pateamos para adelante…en algún momento nos lo volvemos a encontrar o la vida nos los presenta con más virulencia. Lo que preferimos ignorar, acontece en toda su presencia para recordarnos qué es preciso dejar de obviar y hacerse cargo.
Gerenciar la propia vida, es animarse a preguntarse con regularidad:
¿Quién soy?
¿Dónde estoy?
¿Dónde voy?
Situarnos en la vida, es poder discernir lo que quiero y dar pasos “coherentes” en esa dirección. Reconociendo y asumiendo que lo único que construye realidad es la acción, no la intención. Por lo tanto, la reflexión es la antesala de la acción sostenida y comprometida.
Cuando hablo de escuchar la interioridad, no me refiero a darle protagonismo a las “ganas”. Hacer lo que tenemos ganas, no siempre nos lleva a los lugares que queremos llegar. La voz que nos ayuda a “situarnos” es una voz más profunda, que solo podemos escuchar cuando bajamos el volumen de la metalúrgica de la mente (que justifica, argumenta, culpa y juzga). Esa voz que susurra desde dentro, a veces nos dice cosas tales como:
“Por aquí no es…”. “Está relación no es buena para vos…”. “Esto es más de lo mismo…”. “Das para más, anímate”. “Tenes esto pendiente que te haría sentir bien concluir…”. “Estás funcionando por debajo de tus posibilidades, hace algo con tus dones”. “No porque todos lo hagan tenes que hacerlo…”. “Sabes que tu felicidad no es lo que disfrutan los demás, hace lo propio…”. ¡Y tantas otras!
Como verás, generalmente esa voz nos confronta con lo que más nos cuesta. ¿Por qué escucharla? ¿No sería más fácil endulzarse con los placeres cotidianos, anestesiarse con los analgésicos para el dolor emocional? ¡Tenemos ofertas de consumo por doquier! Pues bien, la comodidad resulta tentadora muchas veces…eso es innegable. Sin embargo, los logros alcanzados y los desafíos superados compensan ampliamente el esfuerzo realizado. Y lo que es fundamental: “construimos identidad” ya que lo conseguido habla de quienes somos y de lo que somos capaces.
Consumirnos en el consumo, nos enajena. Alimentarnos de logros nos “posiciona” en la vida.
Esta toma de posición será consecuencia de ser valiente y pararse firme, de caerse y no quedarse ahí y de hacerse regularmente esas tres preguntas, sabias preguntas que nos orienten cada vez que estamos desorientados y nos recuerden que estar “situados” no es estar cómodos y dormidos sino lúcidos y confortables en la propia vida.
Quienes más realizados se sienten son las personas que han asumido riesgos, que han entrenado su voluntad, que han perseverado en la acción y han dado giros de 180°, timón en mano cuando tenían que darse. Sabiendo eso, las elecciones se reducen a dos: sobrevivir o vivir, esa es la cuestión…
Psicóloga Corina Valdano.