La Pereza como un estado del Ser
En una sociedad donde hay tanto por hacer, hay personas que no pueden parar de hacer y hay otras que no pueden parar de no-hacer, de postergar, de dejar a la mitad o ni siquiera comenzar lo que una y mil veces se prometieron iniciar y sostener.
A estas últimas personas se les suele llamar livianamente, perezosas… Sin embargo, es importante que dejemos de ver la pereza simplemente como un defecto o una aparente debilidad. Detrás de la pereza puede haber realidades más complejas que pasamos por alto.
La sensación de no querer realizar una actividad o no concretar una meta propuesta puede traernos un mensaje respecto de cómo nos posicionamos en nuestra vida y acerca del trato que nos damos. Solemos reprocharnos y tratarnos con severidad cuando nos prometemos algo y hacemos lo contrario. A veces, ese hábito forma parte de una tendencia a estar enemistados con nosotros mismos. Como si algo dentro nuestro quisiera comprobar que no cambiamos más, que no podemos avanzar, que estamos fallados o condenados a la eterna frustración. Puede que esa conducta haya comenzado de manera aislada o como una inocente
dejadez y su repetición nos haya llevado a familiarizarnos con la sensación de estar enojados con quienes estamos pudiendo ser.
La sensación de no querer realizar una actividad o no concretar una meta propuesta puede traernos un mensaje respecto de cómo nos posicionamos en nuestra vida y acerca del trato que nos damos.
Habituarnos a estar disgustados con nosotros mismos desencadena un círculo vicioso que busca auto-punición… Entonces, comienza una seguidilla de diálogos internos en los cuales nos decimos frases como: “no cambio más”, “no soy capaz”, “siempre me pasa lo mismo”, “por más que lo intenté estoy siempre en el mismo lugar”. Estas afirmaciones nos carcomen la autoconfianza y comenzamos a confundir un hábito o una emoción con un rasgo de identidad que no podemos cambiar y va forjando nuestro destino como quien deja naufragar un navío sin capitán… a la deriva sin poder maniobrar.
Cuando la pereza nos pesa sentimos algo así como una boya interna que nos encadena. Sin embargo, “la pereza” puede no ser un pecado capital que tenemos que purgar, puede venir a decirnos que nuestro cuerpo esta demasiado cansado, que estamos “quemados”, que nos faltan horas de sueños, que las vitaminas están bajas hasta cuestiones más trascendentes como puede ser que nuestra esencia no esta en correspondencia por ahí por donde queremos forzarla a ir… Por eso, cuando la pereza se transforma en un estado apático o un desgano generalizado, hay que poner el foco allí e interrogarla ya que puede deberse a infinidad de causas.
Cuando la pereza nos pesa sentimos algo así como una boya interna que nos encadena. Sin embargo, “la pereza” puede no ser un pecado capital que tenemos que purgar, puede venir a decirnos algo más.
La Pereza como un hábito que nos estanca
La pereza es prima hermana de la procastinación. La falta de ganas suele llevarnos a posponer indefinidamente una actividad puntual e incluso nuestra evolución personal cuando nos dejamos tragar por la desidia sin tomar las riendas de nuestra fuerza de voluntad.
Uno de los descubrimientos más relevantes de la psicología moderna es que el ser humano es un ser emocional que no se comporta de modo racional como solíamos pensar. Con la razón, solo justifica y argumenta modos emocionales de comportamiento. Esto explica por qué reconociendo lo que nos haría bien hacer… hacemos lo contrario o sencillamente no lo hacemos… Por eso, para trascender la pereza debemos saber que no será una batalla ganada desde el pensamiento o la reflexión. Saber que debemos hacer tal o cual cosa no es suficiente para pasar de la intención a la acción. Necesitamos cambiar nuestra manera de actuar, y los cambios en el pensamiento se producirán como consecuencia de sentirnos mejor con nosotros mismos, en coherencia entre lo que pensamos y llevamos a cabo.
La pereza no será una batalla ganada desde el pensamiento o la reflexión. Saber que debemos hacer tal o cual cosa no es suficiente para pasar de la intención a la acción
La pereza, por lo tanto, no se trasciende desde las “ganas” sino desde la firme convicción de sacarnos de ese lugar. Las siguientes pautas son recursos claves que te pueden ayudar a energizarte.
1-Descansa Bien
Mantener una buena higiene del sueño es imprescindible para contar con la energía suficiente para hacer aquello que queremos. El cansancio es la excusa que más usamos para seguir procastinando y la mayoría de las veces ese cansancio se sostiene en malos hábitos cotidianos.
2-Define tus tareas con anticipación:
Levantarnos y ya saber lo que tenemos que hacer nos predispone a la acción. Tener un manojo de decisiones tomadas y no cuestionarlas ni preguntarnos si tenemos o no tenemos ganas, nos ahorra tiempo y nos salva de caer en el caos y la desorganización. Seguir al pie de la letra una planificación concreta nos ayuda a avanzar sin tantas vueltas y auto-engaños.
3-Da el primer paso:
En este ítem esta la clave para mover el engranaje. Lo mejor es plantearse hacer algo absurdamente sencillo en dirección a la situación deseada. Si tienes que escribir un proyecto, abre el editor de texto y escribe apenas unas líneas… del mismo modo que hasta ese momento no podías ser capaz de empezar, te costará limitarte a realizar solo esas acciones sencillas y seguirás adelante hasta experimentar la sensación de avance. Esto es muy evidente cuando nos ponemos a ordenar… empezar por un cajón te lleva a abrir los demás. La pereza tiene mucho de repetición y perseverancia mal dirigida, si cambiamos de vía transformaremos esa energía en acciones constructivas.
4-Cualquier momento es un buen momento para avanzar:
Es importante evitar ver lo que tienes que hacer como si fuese algo demasiado complejo e intimidante. Aprovecha cualquier ocasión para progresar. Lleva un libro en la cartera para leer en la sala de espera si tu objetivo es estudiar, elige ir caminando a aquellos lugares que irías en auto si estás incorporando el hábito del ejercicio. Esta es una manera de evitar la dicotomía entre el hacer y el no-hacer y sacarle provecho a tu tiempo sin estar a la espera del “gran momento” para hacer ese “gran esfuerzo” que nunca llega.
5-Visualiza los beneficios de la tarea hecha:
Deja de poner el foco de atención en el esfuerzo que implica hacer lo pendiente y piensa en cómo te sentirás cuando consigas los resultados deseados. Muchas veces es más pesado pensar en lo que tiene que ser hecho que hacerlo directamente.
6-Elimina las Distracciones:
Habitualmente las distracciones son la mayor causa de evasión y postergación. El problema es que cuando la dispersión pasa, luego viene la frustración por lo que quedó sin hacer. El placer inmediato no se compara con la satisfacción de vernos avanzar, evolucionar y desarrollarnos en aquello que nos cuesta.
Cuando te dispongas a hacer tu tarea, corre de tu vista aquellas “golosinas” que te tientan, como son las redes sociales. Lo disfrutable se disfruta más cuando la responsabilidad está hecha y no dando vueltas en la cabeza.
7-Rodeaté de personas activas:
La pereza suele ser contagiosa. Pasar mucho tiempo con personas inclinadas a la dejadez nos resta y refuerza nuestra desidia. En ocasiones, nuestra familia, nuestra pareja y nuestro entorno habitual proyectan ese mismo desanimo o naturalizan la apatía como una forma de ser. Rodearnos de personas enérgicas, motivadas y creativas nos estimula a crecer y a evolucionar.
Concluyendo...
Somos la suma de los hábitos que alimentamos a diario y si en lo cotidiano nos dejamos estar, nos sentiremos “vacíos” y estancados. La buena noticia es que la pereza es un hábito que podemos desaprender haciendo lo contrario. No importa cuanto mejor lo hubiésemos podido hacer en el pasado, lo importante es decidir cómo queremos seguir de ahora en más para no arrepentirnos en el futuro de lo que dejamos de hacer en la actualidad.