Con los ojos bien abiertos...
Vivir una vida consciente es todo un desafío en una cultura tan habituada a la distracción. Permanentemente estamos invitados a mirar hacia fuera y a anestesiarnos con placeres momentáneos.
No nos sale de manera natural poner el foco en iluminar lo que se mueve en nuestro interior. Sin embargo, el secreto para salirnos del piloto automático que nos mantiene en la reacción inconsciente es observar lo que acontece en nuestra mente e intervenir en nuestra vida con plena consciencia de sí, decidiendo activamente cómo queremos vivir y no dejar que la vida nos lleve como camalote a la deriva.
Cuando nos habituamos a mirar hacia nuestro interior, despertamos a una verdad que debe ser recordada y que a veces pretendemos obviar: la felicidad no está siempre un paso más allá sino en la serenidad y en la calma de una mente equilibrada, fruto del trabajo sobre sí.
El propósito de la psicología budista es quitar de la mente los engaños que nos mantienen apegados a la idea de una felicidad externa duradera, dependiente de causas y condiciones externas. La verdadera finalidad es hallar la libertad de las trampas de la repetición, de los condicionamientos, de los mandatos y de las reacciones del momento y despertar a una vida elegida desde la plena consciencia, asumiendo las consecuencias de cada decisión que tomamos.
Seguramente se sentirán identificados con la situación de actuar de manera impulsiva, desde una mente dormida y de repente despertar y arrepentirse de la manera en la cual se han manejado, reaccionado o dejado de accionar por descuido u omisión.
Quisiéramos volver el tiempo atrás y pensar antes de actuar, de decir, de omitir o descuidar un trato que nos dimos a nosotros mismos o a los demás. Desearíamos con todas nuestras fuerzas tener la posibilidad de una segunda oportunidad para decidir con consciencia lo que actuamos desde la absoluta inconsciencia o desde la falta de sabiduría. Así vamos por la vida cuando nuestra mente está dormida, sobrepasada, estresada, saturada o confundida.
¿Cómo podemos entrenar la mente para vivir una vida consciente?
Si queremos no lamentarnos ni sufrir de arrepentimiento por lo hecho o dejado de hacer, necesitamos adiestrar la mente para vivir cada experiencia con lucidez.
La psicología budista nos acerca nueve herramientas para trabajar la mente y predisponerla a decidir con claridad y sutileza.
Ante todo debemos alcanzar la capacidad de comprensión de que la vida es perfecta así tal cual es. Cada experiencia nos enseña si somos buenos discípulos de las sabidurías que encierran. Tanto si nos sentimos tristes, contentos, ansiosos, calmos, temerosos o confiados, todo movimiento interno forma parte de nuestra evolución y del registro de estar intensamente vivos. Nuestras emociones y pensamientos son una invitación a observarlos con óptima distancia para darnos cuenta que solo son estados mentales pasajeros y fugaces. Si permanecen más de la cuenta es porque hemos fijado nuestra identidad en ellos y nos eclipsan la lucidez para ver la realidad desde la plena aceptación, sin resistir lo que se nos presenta tal cual es, sin juzgarlo como bueno o como malo. Abrazar cada estado y tratar de gestionarlo del mejor modo que podamos es una clara evidencia de que emocionalmente hemos madurado y evolucionado.
“Estar despiertos” es reconocer que lo que necesitamos para sentirnos en paz y en nuestro centro, está en nosotros, más allá de los estados externos.
Por supuesto, no debemos desconocer que la desilusión, la frustración, la insatisfacción y el disconfort tienen su peso al momento sentirnos más o menos bien. Sin embargo, el mayor daño nos lo hacemos cuando sin poder cambiar una situación, insistimos en querer hacerlo.
Hacer nuestra parte e intervenir en lo que está a nuestro alcance es reconocer que tenemos una finita y limitada injerencia. Como seres humanos vulnerables y en constante aprendizaje hay tantas cosas que nos trascienden y no podemos abarcar. Lo que sí podemos es trabajar nuestra mente para aprender a tomarnos las cosas de una manera diferente.
Una maravillosa frase afirma:
Lo que tenga que ser hecho por ti, asegúrate de hacerlo, lo demás deja que se haga en su momento.
Reconocer nuestra porción de intervención y no gastar en vano nuestra vida empujando lo que nos resulta por demás de pesado es no desgastarnos de manera estéril y poco fecunda.
Ser capaz de vivir con plena conciencia cada experiencia, es la parte que está a nuestro alcance gestionar para evitar los arrepentimientos y sentirnos en coherencia interna.
Nueve herramientas de la Psicología Budista para una vida despierta
1- Meditación
Con esta herramienta comienza el vivir con conciencia. Desarrollar este hábito cotidiano nos ayuda a estar en el presente y dejar de divagar en lo que vendrá y en lo que pasó tiempo atrás. Meditar es prestar atención a la respiración y ser conscientes de los pensamientos y emociones que habitan nuestra mente. Tal como un observador externo que atestigua y toma nota de sus contenidos internos sin apegarse a ninguno de ellos, sabiendo que pasarán como pasan las nubes en el cielo. No debe ser un método complicado, si así lo fuese no sería aplicable a nuestra cultura occidental. Debemos reconocer que ni somos monjes tibetanos ni habitamos en sosegados monasterios. Por eso con solo estar diez o quince minutos diarios con uno mismo en un espacio calmo y tranquilo observando lo que sucede en nuestro interior, es más que suficiente para volver a nuestro centro y quitar del medio los velos cotidianos que oscurecen la claridad de nuestra mente.
Aprender a vivir en el presente y ver la vida tal como está aconteciendo en cada instante, nos permite tomar la mejor decisión en cada momento.
2- Estar Presente
La meditación es la herramienta para aprender a estar presente en cada situación.
Estar presente es aprender a estar en donde uno está, con el cuerpo, con la mente, con la mirada, con la plena atención y entera dedicación.
Es bastante habitual observar dos personas conversando y el celular mediando en la interacción. Esta distracción nos impide la plena conexión, además de ser una falta de respeto para quien intenta expresarse ante alguien que está ausente aunque físicamente esté presente. Es natural distraernos ante tantos estímulos externos. Adiestrar la mente es aprender a “traernos” cada vez que divagamos y nos vamos del momento en el que estamos. Estar presente para alguien es un verdadero acto de amor y para nosotros mismos es darle valor al único tiempo que existe, “hoy”.
3- Observar la distracción
Darnos cuenta de cuando nos fuimos con la mente por otras praderas. Muchas veces nos distraemos porque no queremos ver como la vida es y cómo las cosas son y se despliegan. Se nos hace insoportable la cotidianeidad o lidiar con una situación de malestar. Sin embargo, la solución no es anestesiar el dolor ni evadirnos hacia mundos paralelos imaginarios. Cuando la distracción aparece, debemos preguntarnos ¿por qué y de qué busco distraerme? ¿qué de mi vida no me gusta cómo está yendo? Observar la vida con plena honestidad e intervenir en ella con absoluta consciencia es un acto de verdadera madurez emocional.
4- Abandonar toda expectativa,
De cómo pensamos que las cosas deberían ser o las personas deberían comportarse. Renunciar a las rígidas creencias que nos llevan a concluir que tenemos control sobre cada situación. Esta ilusión es garantía de desilusión y de frustración porque no siempre los resultados salen tal cual los esperábamos. Hacer lo propio lo mejor posible y dejar que lo demás se haga, es situarnos en un punto intermedio entre la no acción y la estricta vigilancia que tanto nos desgasta.
5- Aceptación radical:
Abandonar la insistencia en resistir lo que es y dejar que sea, sin forcejear con la realidad. “Aceptar” no necesariamente es “estar de acuerdo con” sino no negar y dejar de pelearnos con las circunstancias tal como se presentan, nos gusten o no. La creencia de que las cosas deberían ser diferentes a lo que son, nos agota y no nos lleva a nada. Solo una vez que aceptamos, podemos hacer algo sobre lo que acontece sin disipar energías en querer negar lo inevitable. Observar nuestra resistencia y contrarrestarla con la aceptación radical nos evita un desgaste en vano e innecesario.
6- Aprender a estar ok con el displacer:
Aceptar la vida tal cual es, es reconocer que está compuesta por momentos de placer y de displacer, de satisfacción e insatisfacción, de ilusión y de desilusión. La naturaleza cambiante de todo lo que es así lo evidencia en la cotidianeidad. Ser conscientes de que todo pasa y aprender a no huir de lo que no nos gusta dejando que sea sin resistir, nos ayuda a no negar la realidad y dejar de correr como hámster de lo que rechazamos como si pudiésemos escaparnos a un lugar en el espacio donde solo reine la armonía y la paz. La vida tiene sus matices y el resultado depende de las pinceladas que demos sobre el tapiz desde la plena consciencia de sí.
7- Ser flexibles
Mantener una actitud curiosa y abierta a lo que vendrá y estar dispuestos a flexibilizar cuando la vida no sea tan prolija ni cumpla con todas nuestras expectativas. A veces nos armamos un plan de vida en la cabeza, poniendo incluso hasta un tiempo para cada cosa y cuando lo que resulta no es igual a lo imaginado nos angustiamos y nos peleamos con las circunstancias tal cual se manifiestan. Sin embargo, lo que más nos daña no son los eventos en sí mismos, sino la frustración y la rigidez de nuestro pensamiento para aceptar la vida tal cual es y dejar de pretender que responda al croquis mental que teníamos definido de antemano.
8- Ser agradecidos
Cuanto más conscientes somos, más reconocemos lo milagroso de la vida. Dejamos de dar por sentado lo digno de ser admirado y reconocido, y lo honramos y disfrutamos sabiendo que lo que hoy está mañana puede dejar de estar. Dar por garantido, nos lleva a postergar lo deseado, un abrazo, una demostración de afecto y de cariño, un agradecimiento, a obviar un gesto, a dejar pasar momentos, a no asombrarnos de lo bello, de lo sutil, de lo agraciado que nos demuestra a cada instante que en la vida no hay milagros sino que la vida en sí misma es milagrosa y digna de ser agradecida.
9- Cultivar la compasión
Cultivar la compasión para otros y para nosotros. Ser compasivos no es sentir lástima o ser indulgentes como solemos concluir en occidente. Ser compasivos es tener la intención y la intervención de aliviar el sufrimiento propio y ajeno. Cuando somos conscientes y nos salimos del propio ombligo podemos observar nuestro alrededor y ser útiles a los demás, lo que como consecuencia nos hace sentir enorme satisfacción. Del mismo modo, ser compasivos con nosotros mismos es no exigirnos de más y reconocer que hacemos lo mejor que podemos según el grado de consciencia que tengamos en un momento dado.
Mente despierta, mente serena
Podemos ser libres del sufrimiento innecesario cuando entendemos la impermanencia y la ley de la interdependencia. Comprender que todo depende de causas y consecuencias, que nuestra área de injerencia tiene marcados límites, que el control es una ilusión que necesitamos abandonar para no resistir la realidad, nos alivia y nos dota de una increíble energía para inter-venir en lo que sí está a nuestro alcance, para hacernos la vida más liviana y más fácil a partir de una mente serena que puede ver y aceptar la realidad tal cual es.
Cuando vamos conscientes por la vida, estamos más receptivos a lo que pueda surgir, a dar posibilidad a nuevos comienzos, a cerrar lo agotado, a aceptar que la vida es como un juego de Tetris donde las fichas van cayendo y nosotros las vamos acomodando según el grado de consciencia que tengamos. Todo es dinámico y cambiante, nada permanece igual. Una mente que acompaña y danza con esta aceptación radical, es una mente donde la felicidad y la libertad, tal como una mariposa se posa.
Todo es dinámico y cambiante, nada permanece igual. Una mente que danza con esta aceptación radical, es una mente donde la felicidad y la libertad, tal como una mariposa se posa.
El tiempo para ser feliz es ahora, el lugar es aquí y el camino es entrenar la mente para apreciar lo que naturalizamos y ver la vida con claridad sin resistir lo que es o puede llegar a ser, lo tengamos o no planeado, nos guste más o menos, el secreto es no pelearnos con lo que es y poner la mente y el cuerpo aligerado para bailar el mejor tango con lo que acontece en cada momento dado.
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