El Hábito de Procastinar
Una idea que no concretamos, un proyecto que no concluimos, una materia que no rendimos, clases a las que no asistimos, objetivos que no cumplimos... Y la lista podría seguir interminablemente, al tiempo que un hondo sentimiento de frustración y de auto-traición nos punza con la intención de recordarnos que lo que subestimamos y dejamos pendiente realmente nos importa, aunque intentemos engañarnos o justificarnos.
Procrastinar es el hábito de postergar aquello que debería ser atendido, sustituyendo lo pendiente por otras actividades que resultan irrelevantes o bien más agradables a corto plazo. Nos convencemos diciéndonos: “Ya retomaré”, “No es momento”, “Luego me ocupo, “El lunes empiezo”. Sin embargo, los días pasan, las fechas se aplazan, las promesas se renuevan y la acción nunca llega.
Cuando los días pasan, las fechas se aplazan, las promesas se renuevan y la acción nunca llega, nos estamos traicionando.
¿Qué se oculta detrás de la tendencia a postergar?
Una apresurada conclusión supondría culpar a la pereza y al desgano como obstáculos para culminar lo que fue empezado o continuar lo que quedo interrumpido. Si bien en algunas personas esta tendencia a la pasividad se apodera del entusiasmo inicial, no es lo determinante. Sin duda, esta actitud no colabora, pero no es “suficiente” para anclarnos a mitad de camino.
Hay cuestiones más hondas que deben ser revisadas para poder avanzar en la vida sin tantas excusas y trabas. Esto explicaría por qué personas sumamente prácticas y resolutivas en ciertos aspectos de su vida, tardan una eternidad en culminar, cerrar y retomar lo que quedo a la mitad.
Detrás de la Procastinación podemos encontrar…
- Miedo al Cambio
Puede que el objetivo sea beneficioso, pero a la vez incierto y desconocido. El apego a lo seguro y la desconfianza en los propios recursos es un factor que nos impulsa a quedarnos donde estamos deseando ir a donde no nos animamos. Un reconocimiento sincero y un trabajo interno respecto a nuestras inseguridades, nos evitará convencernos de que no queremos lo que en verdad nos da miedo.
- Fidelidad Familiar
Algo que puede operar desde el inconsciente deteniendo nuestro despliegue es la imposibilidad de ir más allá de lo que nuestros ancestros pudieron conseguir. Prevalece aquí una parte infantil que se resiste a "superar" a nuestros progenitores, queriendo conservar la idealización de épocas arcaicas. Ir más allá de nuestros cuidadores no hace sentir “desprotegidos”, carentes de una figura superior que nos resguarde y nos proteja.
- Viejas Etiquetas
Palabras que nos dijeron, cosas que concluimos acerca de nosotros mismos, como por ejemplo: “no soy capaz”, “nunca termino lo que empiezo”, son etiquetas que rigidizan nuestra personalidad y condicionan su funcionamiento. Nos identificamos con una única manera de ser y no nos atrevemos a ir más allá de lo que pudimos avanzar hasta ahora. Precisamente identificarse es: “fijar-identidad”. Nos quedamos fijamos a un limitado auto-concepto y desde allí decimos “esto no es para mí”, "yo soy así", "no puedo con esto".
- Temor al Éxito
Que nos vaya bien, conseguir metas, sentirnos exitosos es satisfactorio, pero a la vez nos deja expuestos a la crítica de los demás. Lo cierto es que: “quien se diferencia se hace visible”, y a muchas personas les desagrada la exposición y llamar la atención. Prefieren lo silencioso y el bajo perfil. Sin embargo, el precio de anestesiar nuestros talentos por temor a la desaprobación resulta enajenante y frustrante al cabo del tiempo.
- Evitación del Error
El miedo a equivocarnos puede resultar paralizante. Sin embargo, más vale lo bueno hecho que lo perfecto nunca realizado. Hay muchas más personas arrepentidas de lo que dejaron de hacer que de lo que hicieron y no salió tan bien como esperaban.
No todo lo que quedo pendiente necesariamente nos pesa. Necesitamos aprender a diferenciar cuándo se trata de una evitación y cuándo es una verdadera decisión dejar atrás lo que ya no quiere llevarse a cabo.
Cuando es "evitación" y cuando una "decisión"
No todo lo que quedo pendiente necesariamente nos pesa. Necesitamos aprender a diferenciar cuándo se trata de una evitación y cuándo es una verdadera decisión dejar atrás lo que ya no quiere llevarse a cabo.
Podemos iniciar algún proyecto con entusiasmo y desandar ese camino al cabo de un tiempo, ya sea porque nos damos cuenta de algo que antes no advertimos, porque cambiamos de opinión o bien porque optamos por otras alternativas. Esto forma parte de una actitud flexible ante los acontecimientos e indica que nos preguntamos acerca de cómo vamos y hacia dónde.
Lo que tiene el sabor de “evitación” y postergación son aquellas cuestiones que al recordarlas movilizan emociones de angustia y melancolía.
Es como si nuestra parte esencial “que nos sabe” demasiado nos susurrara al oído: “vos y yo sabemos que aquello aguarda por ti…”, “vos y yo sabemos que hay cuentas íntimas por saldar…”, “vos y yo sabemos que necesitas valor…”.. Esa voz nos susurra tenue al oído cuando nos hemos acostumbrado a volar bajito, sabiendo que hay alas por desplegar... y sin embargo, nos quedamos “ahí”, detenidos, acobardados, cómodos pero tristes.
“Darnos cuenta” y mirar de frente todo lo que nos pasa, y sobre todo “lo que no nos pasa” y quisiéramos que nos suceda, es asumir el pacto de tomarnos en serio el compromiso de que, a la intención, le seguirá, sin justificación, una acción concreta.
El tren no pasa una sola vez en la vida, como se suele decir... pasa cada vez que tengas valija en mano y la firme decisión de embarcarte y no parar hasta llegar al destino que quieres llegar.
Aprende a diferenciar cuándo estas evitando y cuándo estás decidiendo rectificar tu vida. No nos deja el mismo "sabor", el abandonar, el postergar que la clara convicción de desandar un camino para luego tomar otro. No se trata de no dejar nada atrás ni de terminar a fuerza de terquedad lo que ya no está siendo elegido. Se trata de no hacernos trampa ni engañarnos a partir de cuentos que nos contamos que luego regresan con el tiempo en forma de culpa, reclamos y eternos auto reproches.