Budismo: una psicología para comprender la mente
El budismo es ante todo un sistema filosófico y una psicología para comprender la naturaleza de la mente humana y guiar nuestras acciones. Su sabiduría milenaria nos provee de herramientas para transitar la vida con más consciencia y erradicar la raíz de nuestro sufrimiento.
El budismo es una práctica que puede ser aplicada por todo ser humano que quiera trabajar sobre sí desde la clara consciencia de que uno mismo es responsable de sus acciones y de las consecuencias que estas generan.
Esta filosofía, no nace como una religión, el mismo Buda antes de morir suplicó: "que no se levante una estatua en mi nombre...". Sin embargo, con el paso del tiempo su mensaje fue sumando adeptos que en lugar de encarnar sus enseñanzas comenzaron a adorarla y así de una persona se hizo un dios y de una filosofía de vida una religión.
La psicología transpersonal toma el budismo, como lo que fue desde sus inicios, una disciplina para trabajar la mente y que aplicada a la vida cotidiana nos vuelve personas más lúcidas, éticas, coherentes y por ende más despiertas para tomar decisiones.
La iluminación, es otro de los conceptos centrales del budismo a desmistificar. No es un nada misterioso, esotérico o inaccesible, en palabras francas significa “darse cuenta” de lo verdadero y dejar de engañarse por lo falso e imperecedero. Iluminarse es "despertar" de los engaños en los que solemos caer y ver la realidad tal cual es. De hecho, Buda no es un nombre, es un "estado", el estado al que llegó Siddhartha Gautama, a quien luego de su iluminación llamaron "El Buda" (el despierto).
El trabajo sobre sí desde la filosofía budista requiere del ejercicio de la compasión para con nosotros mismos y los demás. Esto supone reconocernos como seres humanos, que a veces actuamos desde la ignorancia, pero retomando cada vez, una y otra vez, con la firme convicción de ir incrementando nuestra consciencia para que los baches de inconsciencia que nos hacen perder lucidez se vayan estrechando hasta lograr desaparecer.
El antídoto de la ignorancia es la sabiduría, que como un diamante en bruto podemos ir puliendo ¿cómo? entrenando nuestra atención para hacer distingos entre lo real y lo ficticio. De hecho, la violencia que nos rodea y la que anida en nuestro interior como potencial, es fruto de la ignorancia, no de la maldad. Ignorancia que no tiene que ver con erudición sino con desconocer la realidad última de todo lo que nos rodea y las leyes que rigen la naturaleza de la toda existencia. Lo que erradica la violencia es esta sabiduría hecha práctica.
Siddhartha Gautama, el Buda, nos señaló el camino hacia esa sabiduría, de cada uno depende transitarlo, cada cual a su ritmo y sabiendo que perderse forma parte de encontrarse y que siempre es posible retomarlo si erramos más de una vez el paso.
Las Cuatro Nobles Verdades
En su camino de evolución Buda descubrió lo que luego llamó las Cuatro Nobles Verdades:
- Toda existencia es insatisfactoria.
- El sufrimiento proviene del deseo, del apego y de la ignorancia.
- El sufrimiento y la insatisfacción pueden cesar.
- El camino para la cesación del sufrimiento es el Octuple Sendero.
Lo que estas verdades expresan es que tendemos a apegarnos a estados pasajeros que son incapaces de satisfacernos. Todo en la vida es impermanencia, desconocer esta realidad nos conduce al anhelo de lo que creemos que nos contentará y al dolor de la pérdida cuando la impermanencia nos recuerda que lo único que se mantiene en el tiempo es la naturaleza cambiante de toda la existencia. Las personas que amamos dejarán de estar y nosotros dejaremos de estar para las personas que nos aman, las circunstancias se modifican todo el tiempo y la felicidad que sentimos hoy será la tristeza del mañana.
La vida es una rueda que no deja de girar y terminamos mareamos e inmersos en el sufrimiento si no logramos saltar fuera y observar ese movimiento con distancia y desapego.
Desde una apreciación "occidental" el budismo al afirmar la realidad del sufrimiento, de la vejez y de la muerte, parece "un bajón", una filosofía negativa ¿verdad? Sin embargo, Buda no hizo más que mostrar la realidad de una existencia que intentamos negar. Buda no está ni a favor ni en contra de una vida de satisfacción, solo nos recuerda que quien se aferra a la ilusión de permanencia, terminará desilusionado tarde o temprano. No podemos obviar la realidad de la muerte, de la vejez y la enfermedad. Sin embargo, en una sociedad como la nuestra que promete juventud eterna, que niega la muerte e incluso intenta engañarla y que ataca la enfermedad sin siquiera escucharla, llegamos a ver la muerte como muy lejana y tenemos la infundada fantasía de ser eternos e indestructibles. Ser conscientes de nuestra finitud e impermanencia es una invitación a vivir la vida con plena consciencia y hacer del privilegio de transitar una vida humana, un aporte interesante a la existencia propia y ajena.
El Octuple Sendero, camino para erradicar el sufrimiento
Buda enuncia sus cuatro nobles verdades, pero no se queda allí, da un paso más allá... propone un método para evitar el sufrimiento. El camino que nos señala Buda para dejar de girar en esa rueda consta de ocho peldaños y él lo llamó Óctuple Sendero: Visión Correcta, Pensamiento Correcto, Habla Correcta, Acción Correcta, Medio de Vida Correcto, Esfuerzo Correcto, Atención Correcta y Concentración Correcta.
Si orientamos nuestra vida según esta ética, tendremos claridad mental y paz espiritual para transitar nuestra existencia sin sufrimiento y sin dañar a los demás. Podríamos decir que la primera parte de este camino está orientada a evitar causar daño a los demás y la segunda parte a trabajar nuestra mente para no dañarnos con las impurezas mentales que nos afligen, nos acosan, nos atormentan y nos generan enfermedad. Sin embargo, no dañar a los demás es también no afectarnos a nosotros mismos ya que toda acción negativa ejercida hacia los demás con la intención de dañar, sufrirá las consecuencias inevitables de la ley del karma: causa – efecto. Como dice el refrán: "quien cosecha vientos recoge tempestades…" A veces estos efectos no son visibles en el corto plazo tal como una semilla tiene su tiempo de latencia, las consecuencias de una acción necesitan condiciones para que acontezcan. Sin embargo, tarde o temprano el manzano dará manzanas igual que la ortiga dará sus espinas.
La ley del karma trasciende la justicia humana. Se apoya en la siguiente verdad fundamental:
"cada ser humano es responsable y heredero de sus propias acciones"
No debemos asociar el karma a ninguna maldición, ni tampoco a una entidad externa a nosotros mismos que castiga o que premia. El karma es una ley basada en la más objetiva realidad que define que toda acción u omisión tiene sus consecuencias. No hay nada de magia ni maleficio en esta ley que de tan básica nos cuesta entender. Considerar la ley del karma es actuar de acuerdo a una ética interna a la que podemos atender o ignorar. Es una elección de vida, que define un estilo de vida. No ha de ser una obligación auto-impuesta originada por temor a la represalia. Pues no hay nadie mirando desde arriba para hostigarte o condenarte. Se trata de cultivar una paz interna y una calma mental que es lo más parecido al paraíso prometido pero aquí en la tierra, del mismo modo que no hay peor infierno que una mente atiborrada de malos pensamientos y perturbación emocional.
Se hace camino al andar... y deja huellas
El Óctuple Sendero es el camino para hacer de la filosofía budista una práctica. No es un camino lineal, sus ocho peldaños se van desarrollando de manera simultánea. Cada peldaño ayuda al cultivo de todos los demás. La sabiduría, el comportamiento ético y el entrenamiento para des-condicionar la mente, son los tres grandes núcleos de este sendero.
Dentro de la Sabiduría:
1- Visión correcta.
2- Pensamiento correcto.
Dentro del Comportamiento ético:
3- Habla correcta.
4- Acción correcta.
5- Medio de vida correcto
Dentro del Entrenamiento de la mente:
6- Esfuerzo correcto.
7- Atención correcta.
8- Concentración correcta.
Para comprender estos principios aplicados a la vida cotidiana, los invito a seguir la lectura teniendo como referencia esos ocho peldaños (8) que recién he enunciado.
A mí me gusta pensar este sendero de abajo hacia arriba, es decir partiendo del entrenamiento de la mente.
El entrenamiento de la mente es a lo que yo llamo “trabajar sobre si”. A través del esfuerzo correcto (6) uno puede depurar su mente de las oscuridades que le impiden ver con claridad. El budismo llama Kilesas a las tres principales impurezas mentales que nos nublan la mente y nos impiden pensar con claridad, estas son: la ignorancia, el apego y la aversión.
En nuestra vida de todos los días, nos apegamos a pensamientos insanos, a emociones disfuncionales, a creencias que nos dañan, así como también a través de la aversión, tendemos a exagerar las cualidades negativas generando más dolor y perturbación.
Una mente sin entrenar es presa de muchos estados mentales que empañan su brillo natural.
La atención correcta (7) entrenada a través de la meditación y las pausas diarias, nos ayudan a des-identificarnos de los contenidos de nuestra mente. Con una mente serena podemos llegar a un estado de concentración correcta (8), y desde este estado somos capaces de dejar de reaccionar al entorno como autómatas y comenzamos a accionar sobre el ambiente siguiendo la ética de no dañar.
A partir del trabajo personal uno logra comprender que en este mundo hay más ignorancia que maldad. Cuando uno despierta ya no busca revancha sino actuar en coherencia, ya no aspira a tener razón, prioriza la paz y la benevolencia.
La mente es el origen de cualquier comportamiento. De una mente entrenada nacerán por derivación comportamientos éticos:
Las acciones correctas (4) incluyen abstenerse de destruir la vida, de tomar lo que no es dado, de actuar desde la deslealtad y el engaño.
El habla correcta (3) supone comprender que con la palabra podemos dañar una enormidad. Prestar atención a las palabras es cuidarnos de difamar, de mentir, de hablar de modo agresivo o conversar de lo insustancial.
Cuando hables procura que tus palabras mejoren el silencio
Habla creando concordia donde hay discordia, habla palabras tranquilizadoras para el oído de una persona ansiosa, enuncia palabras afectivas para quien las necesita, pronuncia palabras dignas de atesorar a quien se encuentra desconcertado y abatido. Con la palabra podemos hacer mucho daño y también podemos hacer un gran beneficio.
En mi profesión como psicóloga la palabra sana, acompaña, serena, calma, contiene, advierte y es también liberación. Y allí encuentro yo un medio de vida correcto (5), aquel que va de acuerdo con los valores en los que creo. Desde esta filosofía es muy importante procurar ganarse el sustento aportando a un buen propósito e interrogarse cuando uno hace lo que hace ¿a qué estoy contribuyendo con mis horas de trabajo? ¿haciendo qué me gano mi sueldo?
No es algo menor si queremos actuar en congruencia con los valores de esta ética milenaria que bien valen y más que nunca para esta época de delgadas fronteras entre lo que es cuestionable y lo que no.
Por último, llegamos al punto de inicio en donde todo vuelve a empezar y se correlaciona con lo demás.
La visión correcta (1) se refiere a la comprensión de las Cuatro Nobles Verdades, al entendimiento del sufrimiento, de su origen y de su extinción.
El pensamiento correcto (2) refiere a orientar nuestras conversaciones internas hacia una serena libertad, ligada a la bondad y la compasión de todos los seres sintientes.
El budismo nos recuerda que lo que hoy somos es resultado de lo que hemos pensado y de cómo hemos obrado. Así como nuestro futuro será consecuencia de la ética que rigen hoy nuestras acciones. Entrenar la mente para poder ver con claridad nos allana el camino para no tropezar siempre en el mismo lugar y evolucionar hacia un estado de paz y serenidad que nace de la coherencia y la correspondencia entre el pensar, el decir y nuestro obrar.