¿Qué nos pasa a los humanos que estamos tan preocupados por mantenernos ocupados?
¿De qué nos perdemos cuando corremos sin pausar nuestro andar?
La sociedad nos impulsa a la competitividad, a la ambición y a la superación. En una carrera contra el tiempo pretendemos abarcar mucho más de lo que nos da el cuerpo.
Rostros cansados, miradas enajenadas, piernas extenuadas. Y seguimos “tirando…” ¿De quiénes? De nosotros mismos. ¿Hasta dónde? Esa es la cuestión…
El límite puede ser determinado o auto-generado. Lo primero, es resultado de una desatención de lo que nos está pasando y de desoír las alarmas de la saturación. Así la “Vida” se encarga de frenar lo que de otra manera no se puede parar: una enfermedad, una crisis personal, una separación que evidencia un descuido vincular. Como si fuera una campana, nos despertamos tras lamentar consecuencias que hubiésemos podido evitar… Lo segundo, resulta de un cambio de conciencia que emerge luego de experimentar el sinsentido de correr sin llegar a ningún lugar.
Esto último es fruto de un trabajo personal, de un “despertar” del ensueño en el que caemos cuando olvidamos que somos seres sintientes y funcionamos como autómatas inconscientes.
Este mensaje no alienta a una vida aletargada y conformista. No se trata de “bajarnos del mundo”, se trata más bien de aprender a “pausar” para replantearnos el rumbo. Muchas veces subimos escalón por escalón una larga escalera que cuando llegamos a la meta nos damos cuenta que estaba apoyada en la pared equivocada. A veces, esto se advierte en la vejez y el sinsabor del sinsentido irrumpe como un gran dolor y frustración. Si, por el contrario, podemos entrenarnos en mirar más allá de la inmediatez y preguntarnos ¿para qué? Es posible que a tiempo y por propia decisión podamos ir replanteando y resignificando nuestra dirección. A veces, lo que antes sí, ahora no…O lo que antes no…, ahora sí. Pero si no hay un dialogo interior que dé lugar a esta reflexión seguimos transitando un camino marcado que ya no nos conduce en la dirección que ansiamos.
Los rumbos son flexibles, los objetivos pueden cambiarse, las metas pueden replantearse. No somos siempre las mismas personas, nuestro grado de conciencia se va ampliando con cada experiencia. Un propósito planteado en un grado de conciencia inferior puede ser distante de quienes estamos siendo “hoy”.
Aquí está el quid de la cuestión, que el acelere no nos deja vivir en el hoy…La mente cabalga como caballo indomable, se apresurada y siempre está un paso adelante: “lo que tiene que ser hecho”, “lo pendiente por hacer”, “lo que viene después…”. El “ahora” se convierte en el ayer que aconteció sin nuestra presencia por estar abrumados y atareados. ¿Dónde estamos cuando estamos? Ser jinete entrenado es traer la mente al momento en el que estamos y reflexionar hacia dónde vamos cuando andamos tan ocupados y apurados. De esta honda reflexión puedo surgir una nueva inspiración, un replanteo de dirección, una pregunta que da lugar a nuevas respuestas. Así podemos seguir subiendo la escalera, escalón tras escalón, pero con la certeza de no errar de dirección.
Sabernos, escucharnos, preguntarnos, replantearnos, es tener la humildad de quien busca sentir paz más que tener “razón”.
La vida se compone de instantes mágicos, de encuentros sagrados y de apreciaciones espontáneas…La felicidad se parece más a una “foto” que logramos captar, que a una película que tiene continuidad…Si vamos demasiado apurados, no podemos registrar ni reflexionar lo que verdaderamente nos aporta bienestar.
Silenciar los ruidos externos, mirar hacia adentro, moderar lo exagerado y descomprimir lo comprimido, posibilita aquietar la acelerada mente para que se exprese lo que realmente siente esa parte que queda vedada por la abrumada actividad que no nos deja conectar con lo que queremos en verdad…
Es absoluta responsabilidad decidir vivir la vida desde la superficialidad de lo urgente o desde la profundidad de lo importante. Cuando por atender a lo urgente, descuidamos lo importante corremos el riesgo de errar la dirección y anestesiar nuestro corazón…
“Que la lucidez de tu conciencia sea el faro que guie tu rumbo.”
Psicóloga Corina Valdano.