Con emprender no alcanza...
Nuestra vida es resultado de las actividades que sostenemos a diario. Una vida de realización deriva de preguntarnos qué queremos y luego alinear nuestras conductas a ese propósito que hemos definido con anterioridad.
En la cultura en la que vivimos, repleta de estímulos e información, cada vez más personas caen en el mal hábito de la dispersión y terminan confundidos sin saber qué camino tomar. Arrancan a caminar por uno, algo los distrae o no les convence, retroceden e inician otro y así una y otra vez hasta quedar no solo mareados sino cansados, porque han andado mucho y no llegado a ningún lado concreto que les dé la sensación de “lo conquistado”, “lo alcanzado”.
Si hay una palabra que se ha vuelto popular en la última década esa es sin duda “emprender”. Muchas personas se llaman a sí mismas con orgullo emprendedoras. Tienen la iniciativa a flor de piel y un espíritu inquieto y motivado ante cada tarea que inician. Sin embargo, emprender sin mantener pierde toda solidez. La persona que se define a sí misma como emprendedora ha de ser también “sostenedora”, esta última es una energía igual o más importante que la iniciativa y el entusiasmo de todo nuevo comienzo.
Hay quienes tienen gran talento para emprender y al cabo de un tiempo se sienten vacías por dentro porque mucho de lo que emprenden con gran entusiasmo no lo sostienen ni lo alimentan lo suficiente.
¿Qué les está faltando? ¿Dónde erran el paso? ¿Qué les sobra?
Para estas tres preguntas, tres respuestas muy concretas:
Lo que les falta es continuidad y profundizar en la idea original.
Erran el paso cada vez que miran a los costados para ver si hay algo más interesante que se están perdiendo.
Y les sobra dispersión y demasiados estímulos alrededor.
Emprender es una genialidad si lo vemos como parte de un proceso más amplio y no como una identidad que está de moda calzar. Al emprender le sigue la continuidad, la perseverancia, el tiempo, la espera, la maduración, el ensayo - error, el volver a intentarlo, la pausa, la revisión y las tres “h” infalibles: hábito, hábito, hábito.
Cuando este proceso se completa, la experiencia es mucha y la realización es auténtica.
De nada sirven un montón de pinceladas en lienzos distintos. De nada sirve empezar y dejar a la mitad. De nada sirve expandir sin profundizar. El logro acontece cuando podemos integrar la iniciativa y la constancia.
Hay quienes pueden cuestionar ¿si no me gusta lo que empecé lo tengo que continuar igual? La respuesta es una invitación a hacerte nuevas preguntas:
¿Te diste el tiempo suficiente?
¿Hiciste tu mejor esfuerzo?
¿Profundizaste lo necesario como para descartarlo con argumentos válidos?
A veces detrás de emprendedor se esconde un discontinuador serial, una persona que no se termina de comprometer con la palabra que se da. No se trata de dejar de emprender sino de enriquecer la personalidad con otras habilidades que ayudan a completar el proceso de realización personal.
Claves para un emprender de manera sólida y consistente
- Autoconocimiento: emprender no es un impulso a la azar, ha de ser un proceso meditado, tamizado a través de un trabajo de autoconocimiento en el cual uno logra identificar sus gustos, sus preferencias, sus habilidades, sus tendencias, sus valores y motivaciones más importantes.
- Exploración: una vez identificamos nuestras preferencias, es necesaria una etapa de sondeo e indagación de las diferentes opciones y los distintos escenarios que más nos convoquen. Durante esta exploración, tratamos de acoplar las expectativas internas con las posibilidades externas para que lo potencial pueda ser puesto en acto (una profesión, un producto diseñado, un servicio brindado, un traslado, un cambio de rumbo en la vida). Hay quienes se quedan atascados en esta etapa porque no logran encontrar aquello que encastre de manera perfecta. Esa idealización no existe. No podemos esperar estar cien por ciento convencidos de algo para iniciarlo. Cualquier decisión supone riesgo y resignación de lo que queda sin elegir cuando uno elige por algo. Quedarse en esta etapa más del tiempo debido nos instala en la inacción, en la postergación y refuerza un perfeccionismo inútil.
- Emprendedurísmo: una vez hallamos aquello en lo cual resonamos, el próximo paso es ponerse en movimiento. Es la etapa de decisiones, acciones y nuevos inicios. Me gusta la palabra emprendedurismo porque contiene una sabiduría oculta, como un mensaje secreto para quienes saben leer entrelíneas. Es la combinación de dos palabras: emprender y durar. Nos invita a “permanecer” y cultivar ese emprender el tiempo necesario para que lo nuevo vaya tomando consistencia y forma.
- Focalización: esta etapa es fundamental para no caer en la dispersión ni distraernos con otros estímulos. Dar de lo nuestro lo mejor focalizados en el territorio que estamos pisando es la mejor decisión. Toda nuestra energía tiene que estar concentrada en honrar las etapas anteriores por las que hemos transitado. Esfuerzo, disciplina, constancia y hábito sin mirar a los costados son las habilidades centrales en esta etapa.
- Tiempo: después de amasar la masa hasta transpirar, hay que dejar leudar. Este es un tiempo fértil donde lo no visible está aconteciendo fruto de nuestro esfuerzo. A veces la ansiedad por los resultados nos lleva a concluir precipitadamente que lo que hacemos no funciona o no prosperará. Nada valioso se construye de un día para otro, la paciencia y seguir honrando aquello en lo que apostamos nos ayuda a no desistir apresuradamente sin haber dado de lo nuestro lo mejor.
- Revisión: no se trata de seguir a ciegas una primera idea. Ahora sí, cuando ya hemos puesto todo y lo mejor de sí, es necesario hacer una pausa para observar como espectador externo el proceso, hacer una honesta revisión y si es necesario llevar a cabo ciertos ajustes, precisiones y adaptaciones para mejorar y enriquecer la idea original.
- Re-focalización: luego de esa re-actualización, es preciso volver a concentrarnos implementando las habilidades y actividades que identificamos en la etapa de revisión. Es un movimiento de apertura y concentración, de expansión y profundización en secuencias sucesivas y alternas.
Emprender requiere del compromiso de tomarnos en serio nuestros sueños e ilusiones.
La vida toda es un emprender continuo. Decidimos iniciar, cambiar, ir, venir, movernos de lugar. Estas acciones se vuelven valiosas cuando le añadimos el valor agregado del esfuerzo y la constancia que nos permiten llegar a sentir la gratificación de lo logrado. Cuando emprendemos o iniciamos y nos vamos antes de tiempo, nos quedamos con el sabor amargo de lo no concretado y con la duda interior que nos interpela al oído y nos pregunta: ¿qué hubiese sido si hubiera dado de mi lo mejor?
Es importante que nuestra conducta esté alineada a nuestros propósitos y objetivos para poder sentir coherencia e integración interior.
Es maravilloso ilusionarnos, es genial emprender pero es fundamental sostener para que nuestras ilusiones no hayan sido en vano y podamos disfrutar los frutos de lo sembrado y cultivado.