Afinar Nuestra Personalidad
Nuestra personalidad es como un instrumento musical que tenemos que afinar. En ella no hay rasgos buenos o malos sino aspectos exagerados o por el contrario demasiados atenuados. Así, un mismo rasgo puede ser nuestra mejor virtud o aquel defecto que nos complica la existencia una y otra vez y no nos deja vivir en paz.
Así por ejemplo...
- Una persona relajada, puede volverse caótica si de tan floja pierde su forma…
- Una persona ordenada puede volverse rígida y estructurada.
- Una persona que va al frente, puede ser alguien hiriente.
- Una persona sensible puede tornarse un ser tremendamente vulnerable que obliga a los demás a andar en pantuflas porque todo le daña.
Atenuar lo exagerado
Una personalidad es sana cuando está equilibrada e integrada. Cuando el orden se está pasando de la raya, necesitamos integrarla con una dosis de flexibilidad y plasticidad. Tampoco es lo mismo ser apasionado que impulsivo, ser sociable que no saber estar con uno mismo, ser precavido que ser desconfiado, ser conciliador que huir evasivamente de los conflictos.
Un mismo rasgo de personalidad en diferente rango cobra una expresión absolutamente distinta. Ecualizarlos es ajustar dentro de determinados valores su frecuencia para que suenen como una melodía placentera. Toda canción, por más bonita que sea, si está a todo volumen se convierte en un ruido ensordecedor.
Lo que más utilizas de tu personalidad es lo que más se afirma
Como tendencia natural, con el paso del tiempo se tienden a rigidizar aquellas conexiones neuronales que utilizamos más. Una persona que en la etapa adulta era estructurada, en la vejez se vuelve tremendamente terca y empecinada en que las cosas se hagan a su manera. Así como el cuerpo se va deteriorando, la personalidad se va oxidando si la dejemos a la intemperie sin ningún tipo de autocuidado.
La buena noticia es que, a diferencia del cuerpo que no podemos evitar que envejezca y pierda su vitalidad, la personalidad cuenta con la consciencia como principal herramienta. Recurso que no siempre es utilizado….y puede caer en desuso. En ese caso, la declinación de la personalidad sigue su inevitable camino de involución que termina complicando nuestro trato con los demás y con el mundo.
En cambio, podemos optar por desplegar nuestra consciencia y embellecer nuestra personalidad tanto como nos sea posible y ser así un gran vehículo de expresión de nuestra verdadera esencia interior. Tomemos como ejemplo una persona de naturaleza creativa a la que le gusta pintar y expresar sus emociones en obras. Si este ser de esencia imaginativa y creativa ha logrado integrar una cuota de orden, paciencia y perseverancia, seguramente podrá comenzar una obra, verla avanzar y terminarla sin dejarse atosigar por una secuencia desordenada y caótica de emociones una tras otras que hacen que empiece una cosa y luego otra sin poder hacer un uso constructivo de la creatividad como ese potencial único que vino a expresar.
La Personalidad como vehículo de nuestra Esencia
Cuando el vehículo falla nuestra Esencia se queda a mitad de camino… sin expresarse por no hallar un adecuado canal. A veces la dejamos olvidada tras los automatísmos inconscientes de una personalidad que se re-afirma así misma haciendo lo mismo una y otra vez y nos lleva a concluir que hasta altura de la vida no vamos a cambiar…
Desplegar consciencia es ante todo, estar dispuestos a mirarnos con ojos amorosos para re-conocer quiénes somos detrás de la máscara de nuestra personalidad. Somos muchos más que los rasgos que nos componen. Cuando comprendemos que no somos solo eso, podemos tomar distancia de lo que siempre hacemos y comenzar a combinar rasgos, a equilibrarlos, a madurarlos, a tamizarlos y a llevarlos a una escala en donde el peor defecto pueda volverse virtud, a partir de una conciencia entrenada que ponga luz donde había oscuridad y sabiduría en donde antes había ignorancia.
Buda escucho una vez a un maestro decir a su discípulo cuando intentaba afinar su instrumento de cuerda: “ni tan tenso porque se corta, ni tan flojo porque no suena…”.
Esta maravillosa enseñanza se aplica con cada uno de los rasgos del instrumento más complejo que tenemos por encargo afinar: nuestra la personalidad.
Convertirnos en luthier de nosotros mismos requiere del oficio de conocernos y trabajar lo suficiente nuestro carácter para que la música que llevamos dentro pueda expresarse… Es allí cuando nos auto-realizamos y es allí cuando le regalamos al mundo lo mejor de sí.
Cuando desplegamos nuestra consciencia ejercemos con eficiencia nuestra personalidad. La torpeza puede tornarse destreza y lo que antes era una carencia, puede transformarse en una habilidad integrada a una personalidad que cuanto más se completa, mejor se expresa.
A cada uno nos toca un instrumento, ninguno es mejor que otro. La diferencia esta dada por lo diestra que es la persona para armonizarla. Nuestra personalidad puede sonar muy diferente pero eso no depende de su variedad sino de la entonación y afinación que ejerza quien hace sonar a través de ella su más genuina canción.
Tu personalidad puede sonar como aquella canción que todos querrán escuchar o aquel ruido perturbador que todos preferirán evitar. De vos depende. Te invito entonces que te hagas una última pregunta: ¿Cuánto te esmeras en entrenar el oficio de ser luthier de vos mismo?