Con frecuencia nos quejamos de los demás, de lo que dicen, de cómo lo dicen, de lo que hacen, de lo que dejan de hacer. Estamos escaneando con la meticulosidad de un cirujano el comportamiento ajeno y llegamos a ser implacables, no dejamos pasar una. Cuando ese otro se va, con alivio decimos cosas como: ¡No me lo fumaba más! ¡Me saque un peso de encima! Es verdad, a veces la presencia de algunas personas nos intoxican o nos pesa.
Ahora te invito a hacer el ejercicio a la inversa… que en lugar de juzgar y poner el ojo crítico en los demás…te preguntes con honestidad y absoluta sinceridad ¿Cuán "fumable" soy yo para los demás? Porque pueden estar sintiendo lo mismo que vos pero hacia vos. Quizás cuando alguien al igual que vos está leyendo este artículo se acuerda de tu presencia, de tus quejas continuas, de tus lamentos, de tus dotes de diva, de tus inacabables anécdotas, y tus dolores que nunca cesan. Quizás no hagas lo que hace menganita pero tenes lo tuyo que también agobia e intoxica, quizás te esmeras demasiado en agradar y se te nota, quizás tenes la habilidad para señalar siempre lo que está mal, la destreza para cuestionar cuando el otro aun no termino de hablar, la maestría de opinar cuando nadie te llama, puede que no digas nada y que no sea necesario porque tu lenguaje gestúal lo deja todo más que claro…
Tan fácilmente decretamos que fulanito es insoportable pero tanto nos cuesta mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos que podrán sentir los demás ante nuestro trato. A veces estamos ciegos ante comportamientos nuestros que son tan claros y evidentes para el resto. Es un buen ejercicio pedir a nuestros íntimos, sobre todo aquellos con los que convivimos o frecuentamos, un feedback o devolución de cómo sienten nuestra presencia. Este un gesto de humildad que escasea en una sociedad tan soberbia, adicta a tener razón y a no dar brazo a torcer. ¡Qué bueno sería hacer este ejercicio de auto-conocimiento que tanto nos puede ayudar a crecer!
Tenemos una facilidad para poner el ojo afuera, para señalar y criticar. Sin embargo, nos cuesta tanto mirarnos y aceptar una apreciación de otros hacia nosotros. Seguramente alguien se estará preguntando: ¿no es que la opinión de los demás no me tiene que importar? A esta pregunta contestaría: en parte sí y en parte no.
En primer lugar es bueno que te preguntes quienes son los demás para vos...
¿En verdad no te importa con que ojos te mira tu hija? ¿Te da lo mismo que sienta que puede contar con vos o que piense que cualquier conversación termina en una discusión? ¿Te la mismo que tu pareja te evite o quiera tenerte cerca porque transmitís tranquilidad y amor? ¿Te da lo mismo que esas amigas de las buenas ya no te llamen porque siempre te quejas? ¿Qué tu padres no sepan cómo tratarte? ¿Qué tus compañeros de trabajo se alivien cuando te vas de viaje?
Seguramente no te da lo mismo…¿verdad? Pues, esos demás no te son indiferentes.
También es importante tener en cuenta los valores humanos de aquellas personas que están opinando…
¿Cómo llevan su vida? ¿Son personas que admiras? ¿Son referentes con autoridad para opinar sobre lo que opinan?
A veces son personas que amamos pero sin embargo miramos la vida desde ángulos muy diferentes y quizás esa opinión no es para nosotros un referente válido.
Hay muchas cosas que considerar al momento de tomar una opinión como válida. Aun así, es de muchísima utilidad considerar que sienten los demás ante nosotros. Los demás son espejos que pueden ser muy valiosos para mejorarnos y volvernos cada día mejores personas, más valiosas, más sanas y menos tóxicas. Es nuestra responsabilidad colaborar con el ecosistema humano para que sea cada vez más saludable y beneficioso para todos.
Cuán ventajosa ha sido la ley de prohibir fumar en lugares públicos y poder respirar sin que alguien te esté tirando humo en la cara. Pero ¡cuidado! podemos nosotros como seres humanos convertirnos en cigarros infumables. ¡Y podemos ser muy tóxicos! Más aun cuando de tanto poner el foco afuera dejamos de auto-observarnos. Ser reflexivos y auto-críticos, saber escuchar, prestar atención a nuestras contestaciones, a la energía que estamos irradiando, a cuando estamos opinando sin que nos hayan preguntado, a cuando nos estamos quejando demás, olvidando decir un gracias, criticando por deporte, siendo monotemáticos hasta el hartazgo, cuando nos estamos olvidando de preguntar a los demás como se sienten, por ponernos siempre en primer plano…
Trabajar nuestro carácter es un servicio a la comunidad, a la familia, a los amigos y al mundo entero. Si todos nos esforzamos por cuidar nuestras contestaciones, por mirar con buenos ojos, por sonreírle al verdulero, al que nos trae un sobre, al taxista que nos lleva…dejaremos una agradable y benévola estela, aun con personas que apenas conocemos, ¡y eso no es para nada menos! Todos merecemos tratarnos unos a otros con amabilidad, amorosidad, tolerancia y compasión.
¿Queremos un mundo mejor, una sociedad más amena, una convivencia en paz? ¡Empecemos por casa! ¡Desintoxiquemos nuestra parcela!