Autocuidarnos de los hábitos que nos dañan
Cuando hablamos de hábitos tendemos a pensar en determinados comportamientos que llevamos a cabo y la mayoría de ellos relativos al cuerpo. Todos somos conscientes de la importancia que tiene sostener hábitos saludables como por ejemplo: comer sano, hacer deporte, dormir el tiempo suficiente, ingerir buena cantidad de agua, usar protector solar, hacer controles de rutina y tantos más.
Si bien estos hábitos de salud son muy recomendables y debemos sostenerlos, no deben ser menos importantes los hábitos relativos al cuidado de nuestra mente. Su calidad de intangibles a veces los vuelve un tanto invisibles, sin embargo ejercen un poder increíble al momento de valor nuestra vida como dichosa o desgraciada.
Nuestra percepción de felicidad depende en gran parte de autocuidarnos de ciertos hábitos mentales que resultan tremendamente nocivos en nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con el mundo en general.
A veces la vida resulta sencilla, y otras tantas más complicada. Y es verdad que no siempre podemos elegir nuestras circunstancias pero sí podemos escoger el modo de afrontarlas. Sucede que a veces en lugar de tenernos a nosotros mismos como aliados y hacernos las cosas más livianas, tenemos tendencia salpimentar lo que no va bien con agregados mentales que nos hacen las cosas aún más difíciles. En otras circunstancias, cuando todo parece estar medianamente bien, desde nuestros malos hábitos mentales le buscamos el pelo al huevo o la quinta pata al gato para boicotear un estado de bienestar, porque pareciera que se siente un tanto raro sentirse bien, por lo que hay que encontrar un motivo por el cual quejarse o preocuparse.
Suena extraño que nos demos este trato. Sin embargo, la especie humana es la única especie que atenta contra sí misma.
En ocasiones resultamos ser víctimas y victimarios de nuestras partes más primitivas y menos evolucionadas.
Debemos observar nuestra mente y entrenarla para que juegue a nuestro favor y no en nuestra contra. Una mente descuidada engendra todo tipo de pestes y tempestades.
Lo que debes evitar...
Si quieres hacerte la vida más fácil, es importante que conozcas cuáles son los hábitos mentales que debes evitar para no caer en una dinámica perpetuadora de malestar:
- Intensificar una emoción difícil: tenemos la mala costumbre de que cuando nos sentimos tristes o preocupados, en lugar de reconocer la emoción y dejarla ir naturalmente, nos aferramos a ella y la “inflamos” con canciones, pensamientos, recuerdos y fotos que intensifican el dolor. Lo mismo sucede con la preocupación, cuando comenzamos a googlear información que nos alarma en lugar de darnos calma. Cuando sentimos una emoción difícil, no debemos negarla, es importante reconocerla y admitirla pero no aferrarnos a ella. Si sentimos mucha tristeza por ejemplo, no se trata de irnos de fiesta, pero quizás sea una buena elección salir a caminar, leer libros constructivos, charlar con alguien, en lugar de repasar los motivos por los cuales estamos tristes y comenzar a incrementar lastima de sí.
- Pupocéntrismo: es la tendencia a pensar que todo lo que sucede a nuestro alrededor, tiene que ver con nosotros o debería girar en torno a nuestras expectativas. Esta mirada egocéntrica nos complica la existencia. La frustración y la ira se elevan cuando ese mensaje “visto” no es contestado de forma inmediata, cuando llueve y teníamos pensado ir a la playa, cuando alguien tiene mal humor y estamos convencidos que es por culpa nuestra, cuando queremos que los demás bailen a nuestro ritmo. Pensar que el mundo y los demás tienen la obligación de agradarnos es irreal, del mismo modo que pensar que si todo va mal es porque el universo está en nuestra contra. Aceptar que el cosmos no gira a nuestro alrededor y que los demás tienen una vida para ser vivida a su modo, nos guste o no, nos ayuda a lograr una mirada más ecuánime y equilibrada de la realidad y menos auto-centrada y más empática.
- Pensamiento dicotómico: es la disposición a posicionarnos en los extremos de dos polos opuestos, “todo o nada”, “blanco o negro”, “siempre o nunca”. Una frase típica de personas que ejercen este mal hábito es “o se hace perfecto o no se hace”. Esta frase debería sustituirse por la siguiente mucho más flexible y saludable “mejor algo bueno hecho que algo perfecto nunca llevado a cabo”. Esta rigidez cognitiva genera carencias o excesos y expectativas irrealistas. Buscar los grises, hallar el equilibrio, bajar las exigencias, auto-moderarse nos permite vivir la vida de manera más holgada y con la mandíbula menos apretada. Podemos empezar a hacer algo medianamente bien y proponernos hacerlo cada vez mejor, podemos empezar por comer menos carne sin llegar a ser veganos si no es lo que deseamos, podemos empezar a caminar en lugar de escoger entre estar tirados en el sillón o pasarmos tres horas diarias entrenando en el gimnasio.
- Postergar lo importante: este mal hábito hace que tengamos durante demasiado tiempo dando vueltas en la cabeza un tema nos genera ansiedad y preocupación. Si a un tema que requiere reflexión ya se lo dio vueltas del derecho y del revés, lo inteligente es pasar a la acción y liberar la energía mental que estaba ocupada en rumiar un mismo y único tema. Este hábito puede estar asociado al afán perfeccionista de pensar que nunca es el mejor momento o puede estar relacionado con el miedo que da dar un paso trascendente. Sin embargo el peor error es esperar que se nos vaya el temor para recién hacer algo. Por el contrario, es haciendo como el miedo va cediendo su terreno y nosotros vamos al mismo tiempo ganando confianza.
- Quejarnos y lamentarnos por deporte: hay personas que desde que se levantan hasta que se acuestan se centran en lo negativo, en lo que podría ser mejor, en el constante inconformismo. Tienen una habilidad extraordinaria para quitarle trascendencia a lo bueno y para exagerar lo negativo de lo neutral. Quizás una buena motivación para cambiar este mal hábito sea saber que las personas que tienden a poner el foco en lo negativo tienen menos taza de renovación neuronal, esto significa que su cerebro cada vez funciona más lento. Además del evidente hecho de que vivir en una atmosfera densa y gris no solo nos amarga la vida sino que también energéticamente aleja a los demás.
- Optimismo ilusorio: como todos los extremos son malos, tampoco suele ayudar demasiado pensar que todo irá fenomenalmente bien. Tener expectativas irrealistas respecto de ciertas situaciones nos puede conducir a grandes decepciones. Hay personas que más que optimistas son poca realistas y terminan frustradas porque cuando lo imaginado se transforma en real, parece nunca satisfacer las expectativas anticipadas. A veces estas altas expectativas son dirigidas hacia uno mismo y más que motivarnos nos sumerge en un estado de auto-exigencia y afán de superación que no nos deja vivir tranquilos. La sensatez y la mesura nos ayuda a no salirnos de la vaina y a poner los pies en la tierra, no para dejar de soñar sino para cumplir con lo que deseamos yendo con los ojos bien abiertos y con adecuada prudencia.
Una mente sana requiere de un autocuidado conciente. Si no la aseamos, si no la purificamos y dejamos que los malos hábitos crezcan como malezas, estamos cometiendo una especie de suicidio parcial, porque habitar una mente retorcida, negativa, rígida y severa es como estar muertos en vida.
No hay peor castigo que la propia mente cuando está desbocada. Del mismo modo, no hay mejor vida que la que se vive cuando la mente está serena y calma.
¿Cuánto te dedicas a desmalezar tu mente de las marañas que te habitan?
Empieza hoy y verás cuán distinta se ve la vida y cuánto mejor te tratas.