Intoxicados de ser siempre los mismos
Es una adicción de la que nos cuesta salirnos porque es imperceptible ante nuestra mirada, pero quizás muy visible ante la observación ajena que nos ve desde afuera y advierte cómo nos repetimos a nosotros mismos una y otra vez. Siendo apenas siempre la misma versión de si, tal como si fuera la misma canción que suena en el reproductor hasta hartarnos. De la misma manera, nosotros vemos a quien nos juzga como la figurita repetida de quien critica y solo sabe criticar porque repite ese mismo patrón desde hace años…
A muchos nos pasa, (pocos son la excepción), que día tras día consumimos la misma identidad que nos apoca y nos destina a ser siempre de la misma forma. Así quien se queja se sigue quejando, por el viento, por el ruido, por el calor, el frío y el vecino. Quien se enoja y solo sabe enojarse se vuelve especialista en encontrar motivos que lo fastidian hasta explotar y consumir su dosis diaria de furia y de ira. El adicto a agradar mendiga su ración cotidiana de aprobación sin la cual se siente no existir. En tanto que el adicto a rechazarse no pasara su día sin encontrar motivos por los cuales detestarse, así como el narciso encontrará motivos por los cuales vanagloriarse.
El adicto a rechazarse no pasara su día sin encontrar motivos por los cuales detestarse, así como el narciso encontrará motivos por los cuales vanagloriarse.
Es fácil verlo en otros, ¿verdad? Seguro mientras ibas leyendo vinieron a tu mente diferentes personas que, de tan previsibles, se vuelven tedias y aburridas. Pero, en esta ocasión te invito a que te preguntes… ¿de qué versión de vos eres adict@? ¿De qué rasgos, comportamientos, omisiones, postergaciones, obsesiones, pensamientos o emociones estás intoxicad@?
Darnos cuenta de cómo nos repetimos a nosotros mismos, desnudarnos de lo habitual en nosotros, decir que sí a lo que siempre dijimos que no, decir que no a lo que siempre dijimos que sí, nos abre a una multiplicidad de infinitas formas de ser que nos conduce a un Universo impensado de experiencias. Quedar anclados en ser quienes decimos ser, priva a otros de conocer mejores versiones de quienes podemos llegar a ser y nos priva a nosotros de evolucionar pudiendo acceder a mejores formas de vida, más en coherencia, en serenidad, con una conciencia que nos permita apreciar lo que no vemos cuando estamos “tomados” por nuestros automatismos inconscientes.
Quedar anclados en ser quienes decimos ser, priva a otros de conocer mejores versiones de quienes podemos llegar a ser y nos priva a nosotros de evolucionar pudiendo acceder a mejores formas de vida,
¿Cómo dejar de ser adictos de quienes somos?
Ser adictos a nosotros mismos nos empobrece, nos aburre y nos malogra. Ensayar nuevas maneras de ser nos renueva y nos refresca. Y no se trata de cambiarse look o de vestir distinto, tampoco de acostarse de una manera y levantarse siendo otr@. Nos re-inventamos cuando nos dedicamos a conocernos en profundidad, cuando aprendemos a observarnos en acción y empezamos a advertir dónde, cuando, ante qué o con quién caemos presos de la misma adicción y tenemos siempre ese “mismo sabor” de nosotros que ya nos hastía o nos empalaga.
Y entonces necesitamos una fuerza titánica para transitar la abstinencia de no contestar siempre de la misma manera, de no poner siempre la misma cara, de esas ganas ciegas de dejar lo que un@ empieza, de caer en la victimización o en el poco digno hábito de culpar siempre al otr@ de todos nuestros males y frustración. Y cuando dejamos de transitar por los mismos caminos de hábitos conductuales, donde hasta hace poco estaba impresa nuestra huella, empieza a crecer la hierba y ese suelo que antes era árido y desértico, se vuelve fértil para sembrar semillas de paciencia, de amabilidad, de tolerancia, de constancia, de gratitud, o de lo que cada quien necesite cultivar para enriquecer allí donde la identidad se nos quedó mendiga o insuficiente para transitar nuestra existencia con más recursos y herramientas.
Así como dejamos atrás ropa que ya nos queda chica o esta desgastada, de la misma manera necesitamos renovar nuestras antiguas etiquetas y capas de identidad que ya no nos representan, nos traen problemas o limitan el despliegue de todo nuestro potencial.
Nuestra identidad tiene la posibilidad de ensancharse, de ampliarse, de flexibilizarse, tanto como nuestra consciencia esté deseosa de evolucionar.
Nuestra identidad tiene la posibilidad de ensancharse, de ampliarse, de flexibilizarse, tanto como nuestra consciencia esté deseosa de evolucionar. No es un trabajo fácil, pero sí es sencillo.
Un buen terapeuta nos puede acompañar a mostrarnos lo que a veces no podemos ver tras los escara de quienes creemos ser y pensamos que no podemos dejar de ser. Masajear lo que duele, dejar atrás lo rancio, vaciar lo que ya huele a podrido de quienes decimos ser, nos libera de la adicción a repetir la misma identidad como si de la película del Día de la Marmota se tratará… ¿la viste? Te invito a verla, si tienes la sensación de tedio al mirarla… ¡No caigas en la soberbia de sentirte tan diferente! Así a veces nos pasa a nosotros o les pasa a otros con nosotros.