Conocerse es la clave, emprender es la actitud.
El autoconocimiento es sin dudar una clave para el desarrollo personal, pero también resulta fundamental al momento de iniciar un proyecto profesional. Ante tantos estímulos distintos, conocernos a nosotros mismos, "sabernos", nos ayuda a tomar decisiones que están orientadas a nuestra verdadera realización personal.
Un emprendedor a veces comete el grave error de buscar fuera lo que primero debería buscar dentro: investiga oportunidades, olfatea tendencias, hace una maratón de cursos y capacitaciones. La iniciativa y el empuje se orientan hacia el exterior y su mente opera como un “radar” al acecho, tal como un depredador a punto de devorar a su presa.
El entusiasmo le lleva a abrir mil puertas, a iniciar cosas dispersas, a conocer gente diversa. Luego de esta vorágine intensa, la confusión desborda como una emoción que nubla la razón. ¡Tanto información y estímulos resultan agotador! ¿Por dónde empezar? ¿Qué es lo mejor?
Cuando el emprendedor no atraviesa un profundo trabajo de autoconocimiento, la virtud se transforma en vicio y la energía se dirige sin dirección específica.
Emprender sin rumbo es como viajar sin saber dónde queremos llegar. Quien se haga llamar “emprendedor”, debe conocerse lo suficiente como para identificar sus habilidades, sus recursos, sus valores y motivaciones, así como también reconocer aquellos puntos débiles que necesita reforzar para no caer en las trampas del ego como la postergación, el miedo y la poca tolerancia a la frustración.
“Quien quiere encuentra un medio, quien no siempre una excusa”.
Si no somos conscientes de nuestros miedos, de las justificaciones que nos contamos, del afán perfeccionista con el que a veces operamos, de la tendencia a postergarnos, podemos abandonar antes de empezar “de verdad” a transitar el propio camino de la realización personal.
Si queremos construir un edificio el primer paso será colocar los cimientos. Conocer el esqueleto de nuestra personalidad nos permite avanzar con más solidez y seriedad.
El autoconocimiento en el emprendedor
Son cuatro los pilares fundamentales que un emprendedor debe trabajar en sí mismo para que sus proyectos y sus metas tengan un consistente sustento:
Identificar dones y talentos
Reconocer cuáles son aquellas habilidades que salen fácil, que fluyen del interior (aconsejar, asesorar, motivar, vender, crear, mover, sociabilizar, organizar, etc.). Si bien quien se propone desarrollar una habilidad puede conseguirlo con práctica y voluntad, nacemos una “semilla” de una determinada variedad. Cuando es reconocida y nutrida, esa semilla puede dar frutos y reflejar la esencia de lo que somos. Es aquí cuando la pasión se convierte en profesión.
Fortalecer la autoconfianza
Podemos convertirnos en “bonsái” de nosotros mismos cuando nos sentimos menos y valoramos lo ajeno. Darnos crédito es darnos aliento. Si “damos por sentado” que no podemos ni siquiera arrancamos y si intentamos, pero no confiamos flaqueamos ante el primer obstáculo. Lo fundamental para construir auto-confianza es cumplirnos la palabra dada y llevar claro registro de la propia evolución. Tomar conciencia de que vamos avanzando y progresando, nos alienta a seguir.
Reconocer que tenemos valor para aportar
Cuando nos sentimos a gusto con nosotros mismos, satisfechos con la propia vida, nos volcamos hacia afuera en actitud de entrega. Cuando esto sucede el emprender se sostiene en un pilar fundamental: el trascender la propia individualidad para aportar valor y contribuir a un objetivo mayor. Esta motivación sintoniza con nuestro “propósito de vida”: sede de la autorrealización. Los emprendedores que añaden valor social a su negocio personal son ejemplares dignos de imitar de lo que es el desarrollo espiritual. Es preciso dejar atrás la vieja dualidad “materialidad vs. espiritualidad”. Una vocación que aporta valor implica la trascendencia del ego, la superación de los propios miedos y la conexión con la esencia interior.
Lograr verdadera autenticidad:
Una trampa fácil es caer en ser copia fiel de la copia de la copia de aquel…
Ser auténtico es dejar fluir los propios recursos y talentos. No es lo mismo brillar que buscar ser alumbrado. Cuando nos encendemos no dependemos de seguir los pasos de nadie, hacemos el propio camino y fortalecemos el músculo de la confianza.
Compararnos suele ser desalentador porque siempre encontraremos alguien “mejor”. Trascender el ego es pasar de la comparación a la auto-superación consciente de sí.
En el contexto actual de ofertas por doquier de auto-conocimiento exprés, podemos caer en la frivolidad de creer que en un ejercicio de role-play nos conocemos ya del derecho y del revés. La personalidad humana, compleja y contradictoria por definición no puede revelarse y aprender a gestionarse en un curso intensivo de “Conózcase a sí mismo”, es un proceso de cocción a fuego lento… Cuando lo arrebatamos podemos desorganizarnos más que aclararnos.
Y es bueno también aclarar que debemos tener la humildad para entrar en el proceso de desarrollo personal pero también la valentía para salir de ese lugar. ¿A qué me refiero? Al momento en donde ha de ser primordial “soltar” los referentes y empezar a conectar con la propia intuición y ser “mentor” de la propia realización. No hay gurúes, maestros, mentores, ni terapeutas que luego de acompañar un trayecto del camino puedan obrar los pasos que a cada uno le corresponde dar. Quien opera de “facilitador” de procesos de desarrollo interior libera, no encarcela.
Quien se ha conocido lo suficiente auto-depende, no sigue buscando eternamente referentes.
Todos pueden “emprender” pero no todos logran de “sostener”. Solo quienes acompañan su ejercicio profesional de auto-conocimiento y maduración personal pueden aprender a surfear las dificultades y riesgos que irremediablemente implica moverse del lugar y comenzar a “avanzar”. No hay empresa más desafiante que aprender a gestionar la propia personalidad, todo lo demás son “sucursales” de este núcleo central.