La dependencia emocional, un mal silencioso que nos daña
Dejar atrás el tan dañino mito de la media naranja, nos libera de pensar la pareja como un apéndice de nuestra identidad o una amputación de partes nuestras que quedan veladas o postergadas porque entorpecen o no se corresponden con la naranja ensamblada.
La pareja jamás tiene que venir a recortar, la idea es que venga a sumar a una vida que en sí misma ya es satisfecha en una persona que se siente por sí misma completa. El pensarnos como “mitades” genera dependencia emocional y nos obliga a buscar fuera casi por necesidad a alguien que complete nuestra carencia emocional y nuestra angustia existencial de sentirnos nada sin la otra mitad.
Este modo patológicamente romántico de pensar una relación, altera la expresión de identidades individuales que podrían ser maravillosas si junto con el amar a otra persona, nos dedicamos a sacarle lustre a nuestra autentica forma de ser.
Comprender que amar no es convertirse en mitad de nadie sino sumar a la totalidad de quienes ya estamos siendo es un avance en la comprensión de un amor saludable.
En el contexto en el que estamos viviendo en la actualidad, Romeo y Julieta quedaron hace tiempo bien atrás. Sin embargo, hoy existen dos extremos bien delimitados y ninguno de los dos es sano:
- O un egoísmo en el cual no cedemos en nada nuestro territorio individual para aprender a estar con otra persona y delinear un proyecto a la par, que sea ganar - ganar.
- O bien, una dependencia emocional donde no movemos un alfiler de lugar hasta no saber qué ficha nuestra pareja deslizará y cómo ese movimiento nos afectará, tanto en las grandes como en las pequeñas cosas.
Del primer extremo, prometo dedicarme de lleno en otro artículo. Esa vez me centraré en las personas que cuando están con otras se “apocan”.
No siempre hay una víctima y un verdugo que obliga, manda o esclaviza. La mayoría de las veces, hay alguien que se corta “solita/o” sus alas para quedarse anclada a los pies de la persona amada. Es quien sufre de dependencia emocional el o la que deja de hacer sus cosas, de preguntarse, de mirarse, por centrar toda su atención en la pareja en cuestión.
Se va estableciendo una dinámica en la cual uno decide y el otro se adapta. Cuando eso sucede la ecuación comienza a ser ¿qué haces vos para después saber que hago yo? Esta inocente pregunta, cuando como "pacman" va comiendo todas las áreas de la vida propia, va generando una nebulosa en la cual la persona dependiente emocional ya ni siquiera sabe quién es ni qué quiere. Aprendió a girar como satélite y perdió su propio eje. Ya no se ocupa de desplegarse, se convierte en una especie de bonsái o apéndice de quien hoy tiene absoluto poder y soberanía sobre su vida.
A veces esa dependencia emocional no es estructural sino circunstancial. Es decir que se instala o aparece cada vez que una relación de pareja se inicia. Y es entonces cuando la persona dependiente deja de pensar por sí misma… como si estar de a dos fuera una incompatibilidad con la realización y el pensamiento individual. Son ejemplos típicos de personas que dan lo mejor de sí estando solas y en pareja se mimetizan tanto que abandonan todos sus espacios. Ya no frecuentan a sus amistades, sus salidas o reuniones son una alternativa que se da cuando la pareja tiene otro plan, sus momentos de disfrute comienzan a ser solo de a dos y todo lo postergan para cuando la pareja esté dispuesta a compartir lo que perfectamente bien podría hacerse en soledad.
Cuando la soledad se vive de manera “fértil” y uno se es así mismo suficiente sin necesitar de un otro que le dé sentido a cada momento vivido, en ese preciso instante se crece emocionalmente y se aprende a estar de a dos sin desdibujarse.
Aprender a relacionarnos primero con nosotros mismos
Mejor aprender a relacionarnos con nosotros mismos antes de pretender funcionar de a dos y dejarnos en el olvido. Estar con otra persona no es fusionarse sino enriquecerse mutuamente y darse alas y espacio suficiente para que la propia identidad y la del otro se expresen sin ataduras ni grilletes.
Sin lugar a dudas el amor real acontece una vez aprendimos a ponernos de pie por nuestra propia cuenta. Cuando la pareja deseada no llega, es bueno preguntarnos qué tipo de relación hemos forjado primero con nosotros mismos y desde dónde deseamos que la pareja se concrete, desde qué lugar emocional ¿desde la carencia de no sentirnos suficientes? O ¿desde la abundancia de querer compartir una vida ya construida con los cimientos de una identidad que se tiene así misma?
Cuando la pareja se elige desde la carencia, se convierte en una experiencia que nos enseña que todavía no estamos listo o suficientemente “horneados” para sobrellevar un verdadero amor sin dañarnos. Tarde o temprano aparecen las discusiones, los enojos, los reclamos porque lo que el otro da nunca llena la voracidad emocional o el vacío de no sentirnos a gusto con nosotros mismos.
También sucede que se despierta cual volcán una furia interna dentro de la persona dependiente porque una parte propia coartada se siente traicionada en su individualidad y en su autenticidad. Esta parte que reclama su lugar “se da cuenta” de la dependencia y del gran poder que el otro tiene sobre él o ella. Aparece entonces una furia proyectada hacia ese otro, que es en verdad un enojo hacia nosotros por darle tanta autoridad y preponderancia a una persona que puede estar o dejar de estar. Y desde ese lugar, el apego y el miedo al abandono se refuerzan y hacen que la relación se vuelva aún más tóxica y disfuncional.
¿Cuáles son las características de personalidad de una persona dependiente emocional?
Es bueno saber de qué partes nuestras nos tenemos que cuidar para no caer en un bucle de dependencia emocional que se traga nuestra real identidad. Es importante remarcar que el primer paso es “hacernos cargo” de que no hay otro que nos obligue a renunciar a lo propio. Es la persona dependiente emocional la que comienza a recortarse para ensamblarse a su pareja en la cual se espeja. Actitud que por supuesto tendrá un efecto totalmente contraproducente si del otro lado hay una persona emocionalmente sana y no necesitada de un bastón o aderezo para funcionar. Nadie en su sano juicio quiere un lastre que le esté detrás todo el tiempo ni tampoco cargar con la responsabilidad de “hacer feliz” a otra persona que pone tantas expectativas y demandas sobre una relación, que no es más que una porción en una vida diversificada y con muchas áreas de realización.
Una persona dependiente emocional tenderá a actuar los siguientes rasgos de personalidad:
1- Sentimientos de inferioridad:
Su autoimagen será muy negativa. Le costará mucho sentirse elegida puesto que no reconocerá lo bueno de sí. Tenderá a pensar que su pareja la elige porque a todo le dice que sí y porque aún no ha descubierto sus defectos y sus sombras. Se convencerá de que tienen que “ganarse” el amor de la otra persona haciendo todo tipo de concesiones, de resignaciones y buscando agradar.
2- Duda y vacilación constante:
La persona emocionalmente dependiente dudará constantemente. Sus acciones estarán atravesadas por la indecisión. Necesitará que su pareja termine de inclinar la balanza para sentirse segura del camino que va a tomar. No creerá en su propio criterio y por cierto, poner la decisión en otro también le quedará bastante cómodo.
3- Sentimiento de culpabilidad:
Si su pareja tiene mala cara o no se muestra efusiva en la demostración afectiva, enseguida comenzará a pensar: “seguro hizo algo mal”. Esto no es más que una proyección de lo que a él o ella le pasa al hacer girar todo alrededor de su preciado amor. Todo lo que a una persona emocionalmente dependiente le afecta tiene que ver con lo que la otra persona hace o deja de hacer, por lo tanto si la otra persona esta de una manera u otra también ha de ser por culpa de ella o de él.
4- Creencia en el amor incondicional, romántico e idealizado:
Seguro es una persona que en su infancia ha leído mucho cuento y visto mucha película de Disney World. ¡Sí! estos inocentes relatos van labrando en el inconsciente la creencia de darlo todo por amor, de nunca decir un no, de no poner ninguna condición a una sociedad amorosa de a dos, de esperar que el príncipe azul nos resuelva las dificultades del diario vivir o que la princesa esté a nuestra disposición “full time” para contentarnos.
5- Darse en exceso:
Invierte y se sacrifica más de la cuenta en sus vínculos románticos. Esta inversión rara vez es recíproca, más bien está convencida que debe dar más que su pareja, como si estuviera en desventaja, “en capilla”, o como una sobrecompensación de la imagen desvalorizada que tiene de sí misma. Lo hace, no como fruto de una reflexión, sino de manera sistemática por el miedo que le da que se rompa la relación.
6- Miedo atroz a la soledad:
La soledad es algo aterrador para la persona emocionalmente dependiente, por eso lo apuesta todo a la relación y muchas veces hasta tolera lo intolerable con tal de seguir siendo alguien para alguien.
7- Sumisión:
Es excesivamente complaciente e intenta satisfacer todas las demandas, a veces, incluso, necesidades que no han sido abiertamente expresadas por su pareja. Estará al pie de cañón para responder a las solicitudes de su pareja y sentirse de ese modo necesitada/o.
Ser “la sombra de” tendrá sus consecuencias
Cuando dejamos de tener vida propia para acoplarnos a la de otra, tarde o temprano resentiremos la situación y con el tiempo nos arrepentiremos de haber puesto en “veremos” nuestra propia realización. Y si la relación se termina nos preguntaremos ¿por qué di tanto hasta quedarme sin? Por eso es mejor prevenir y prepararnos para tener relaciones amorosas beneficiosas, que vengan a sumar a nuestra vida y no a recortar nuestra identidad y nuestra autonomía.
¿Cómo podemos evitar caer en la dependencia emocional estando en pareja?
- Fomenta tu autonomía: proponéte al menos un día a la semana, llevar a cabo un plan en solitario: puedes ir a una conferencia, tomar un café, dar un paseo… Conforme más desarrolles tu autonomía, te darás cuenta de que también puedes sentirte muy bien en tu plena presencia.
- No dejes de lado tus espacios ni tus relaciones de amistad: no dejes de reunirte con tus amigas y amigos si antes lo hacías. No abandones ni renuncies a ninguna de tus actividades para estar más disponible para alguien. No eres siempre vos quien tiene que adaptarse a los tiempos libres de tu pareja. La reciprocidad es indispensable. Si del otro lado hay disposición y ganas, habrá también flexibilidad y voluntad para generar esos encuentros de a dos que tanto te entusiasman. Ceder siempre de tu lado, incrementará tu inseguridad en la relación ya que llegarás a la conclusión que quien rema más eres vos.
- Busca motivaciones externas a tu pareja: es bueno que te pongas metas que te gustaría cumplir por tu cuenta, ya sea en el ámbito laboral, profesional, de formación, de crecimiento interior o lo que sea que te motive alcanzar en el plano personal. Focalizarte en tu vida, embellecerla, despierta la admiración de la persona que te elige, y como consecuencia el amor de pareja lejos de debilitarse, se refuerza.
- Toma tus propias decisiones: aprende a comunicar las determinaciones tomadas en lugar de consultar cada paso que quieres dar. Refuerza tu criterio personal, escucha tu intuición y hazte responsable de tus elecciones sin siempre estar buscando aprobación y confirmación.
- Fortalece la auto-confianza: haz cosas que dependan únicamente de tu esfuerzo, de tu capacidad, de tu energía y de tu talento para superarte cada día. Darte cuenta que ante todo “puedes contar contigo misma/o” aminora tu dependencia y tu temor a quedarte sola/o si la relación no funciona.
Tómate en serio la dependencia emocional
Es fundamental tener en cuenta que la dependencia emocional no es algo a minimizar. Poder proyectar una vida personal, considerar nuestro despliegue y nuestra evolución individual es tomar a nuestro cargo la existencia que nos fue dada y hacer con ella algo significativo que solo puede nacer de los talentos únicos que tenemos. No vinimos a este mundo a ser sombra ni prótesis de nadie. Cada quien tiene su carretera y sus propios desafíos. Desatender esta misión personal por perdernos en un camino ajeno al nuestro, con el tiempo, nos vacía, nos desorienta y nos sumerge en el sinsentido. Transitar la vida a la par de alguien requiere de esta plena consciencia y la absoluta comprensión para no dejar de ser uno estando de a dos.