Ser flexible para ser felices
Muchas veces nos sentimos frustrados. Percibimos en la superficie esa sensación pero no alcanzamos a darnos cuenta qué hay detrás de ese estado de infelicidad, de fastidio y de resignación. Podemos llegar a quedarnos anclados durante años en el malestar, resistiendo la voluntad de la vida, enojados con nosotros mismos o resentidos con los demás porque sostenemos la rígida creencia de que las cosas deberían ser distintas, las personas deberían cambiar y nosotros deberíamos haber hecho tal o cual…
Se han puesto a pensar ¿cuánto tiempo valioso de vida perdemos retrocediendo en el tiempo y reprochándonos lo que no pudo ser? ¿Cuánta energía derrochamos insistiendo en torcer lo que es o enderezando lo que no es? ¿Cuánto erosionamos la amorosidad hacia nosotros mismos reprochándonos o juzgándonos por errores del pasado, regañándonos por lo que no pudimos hacer distinto o no nos dimos cuenta aquella vez…?
¿Qué característica se esconde detrás de este sufrimiento innecesario que nos mantiene enemistados con nuestra vida?
Sin lugar a dudas, la falta de flexibilidad. Así es… la rigidez y la resistencia a lo que es, nos deja exhaustos, enojados, detenidos y resentidos. Y esta última palabra es muy apropiada para representar el estancamiento en el que nos quedamos por quedar varados mirando el pasado, “re-sintiendo” una y otra vez lo que quedo sin digerir y sin poder ser aceptado. Tardamos demasiado en darnos cuenta que esta actitud no nos lleva a ningún lugar distinto del que estamos y del cual permanentemente nos quejamos. Incansablemente y sin respiro nos pasamos el mismo tango mental titulado “Me hubiese gustado…”.
Inmersos en una atmósfera emocional melancólica y desesperanzada nos convencemos de qué lo que no fue en su momento no podrá ser, que si las cosas no se dieron como las habíamos planeado ya todo es en vano.
Nos quedamos reclamándole a la Vida como niños “una hoja en blanco” para volver a empezar y trazar los trazos distintos … Esperamos, esperamos y el block de hojas limpias que ansiamos no se vende en ningún lado… La vida se nos pasa y nosotros seguimos encaprichados con cómo hubiésemos querido que las cosas hubiesen sido. Nos decimos al oído:
Hubiese querido formar una familia…
Hubiese querido terminar la facultad…
Hubiese querido animarme a dar ese difícil paso…
Hubiese querido tener hijos o no tenerlos…
Hubiese querido viajar…
Hubiese querido que… ¡infinitas cosas más!
En definitiva, las personas rígidas en lugar de disponerse de cuerpo y alma a hacer algo valioso con sus vidas hoy, ansían infantilmente volver a nacer para hacer diferente. Y sin darse cuenta desperdician posibilidades que no son vistas porque siguen mirando atrás, a ese amor que no pudo ser, a esa posibilidad que no se pudo concretar. Se quedan duelando por años lo idealizado que no fue posible, en lugar de hacer lo posible con lo que es o puede llegar a hacer.
En ese estado de absoluta rigidez no logramos ver otras opciones ni crear nuevas posibilidades. De un cimbronazo las desechamos porque nos decimos una y otra vez que nada se compara con esa foto imaginada.
Sin darnos cuenta, nos dejamos caer en la tendencia muy humana a desear y ansiar siempre lo que nos falta. Como dice el Nano Serrat en su melodía Lucía… No hay nada más bello que lo que nunca he tenido ni nada más amado que lo que he perdido… Presos de este engaño nos contamos el cuento de que justo aquello que no tenemos hubiese sido la panacea de la felicidad, la “eureka” de la realización personal. En realidad, esa rigidez nos vuelve adictos a lo que nos falta y ciegos de lo digno de agradecer. Nos hacemos trampa cada vez que caemos en el infructuoso vicio de añorar la añoranza. Hipnotizados por un ideal que no fue, nos hundimos en una especie de masturbación mental e imaginamos una y otra vez cómo hubiese sido la película de nuestras vidas si hubiésemos cambiado de canal.
Cuanta más disconformidad sintamos con nuestra vida actual al compararla con el croquis mental que teníamos como ideal, más inflexibilidad se esconde en nuestra manera de pensar y apreciar la realidad.
¡¡Animo!! Una vida de realización no tiene un camino correcto y otros equivocados. Si uno de los caminos se ve truncado, lo inteligente y lo más sensato es construir vías alternativas que nos acerquen a un estado de bienestar al que se puede llegar de diferentes maneras ¡Tantas como nuestra flexibilidad mental nos lo permita!
Re-calculando
Pareciera que google maps es más inteligente que nosotros para conducirse en la vida. Quien conoce esta aplicación sabrá que hay una camino sugerido y trazado en primera instancia cuando le indicamos que queremos ir de acá hasta allá. Cuando nos pasamos de largo o erramos el paso, no deja de funcionar ni nos empieza a reclamar. Con una flexibilidad digna de admirar, no se tarda demasiado en “re-calcular”, re-situarse y proponernos no solo uno sino varios caminos alternativos para llegar al mismo destino.
Como nos dice el budismo tibetano, todos ansiamos ser felices y nadie desea sufrir. La felicidad no está ligada a alcanzar una determinada meta concreta. La felicidad se parece más a un estado de paz interna que podemos ir experimentando si vamos por la vida desplegando nuestra consciencia ante cada experiencia que nos toca vivir.
Aprender a dejar fluir sin oponer resistencia a lo que se manifiesta nos ahorra mucho del sufrimiento innecesario que nos generamos cuando nos quedamos apegados a un desamor, a una decepción, a un engaño o a algo que sentimos como fracaso. Cuando nos imponemos ante la Vida con soberbia y rigidez, ella misma se encarga de enseñarnos que mucho de lo que exigimos no está en nuestra manos. Abrazar nuestras circunstancias cualesquiera sean y hacer con ellas lo mejor que podamos es honrar la vida que late en cada uno de nosotros. Desde la aceptación de lo que es, es posible mejorar y embellecer lo que sí está a nuestra alcance. Resistir y enojarse es invertir energía valiosa que podríamos estar usando en mejorar, en algo que nos hace mal y nos mantiene paralizados en el pasado.
La receta para salir del pantano de este sufrimiento innecesario es flexibilizar, flexibilizar, flexibilizar. Que nuestra vida sea hoy de otra manera a la forma que pensamos, no quiere decir que sea peor o no podamos sentirnos felices.
En definitiva, lo que más nos daña es la comparación entre el ideal y lo real, entre lo que podría haber sido y lo que es.... En verdad, si nos detenemos a reflexionar acerca de nuestras circunstancias, las mayoría de las veces no son tan malas cuando las evaluamos con objetividad. Puede que por ejemplo, nos falte la vida en pareja que habíamos soñado pero contamos con más tiempo para dedicarnos a nosotros mismos, tenemos buenos amigos, un buen trabajo, un cuerpo sano y un lugar al que volver cuando nos sentimos cansados.
Todos contamos con lo que no nos puede faltar, contamos con nosotros mismos… para darnos un trato amoroso y compasivo que es la verdadera fuente inagotable de felicidad. Esa prosperidad que ansiamos no está en ningún lugar fuera de nosotros, está en la actitud que asumimos a diario. Es eso lo que al fin de cuentas, nos vuelve más o menos afortunados.
Cuando alzamos la mirada y abandonamos la rigidez estamos muy cerca de esa felicidad que tan lejos nos parece cuando nos dejamos tragar por la terquedad de nuestro ego apegado al pasado.
Es fundamental que aprendas a desconfiar de las conclusiones a las que llegas cuando estás en estado de tristeza. No todo en tu vida puede estar tan mal y mucho de lo que deseas que sea distinto está a tu alcance si estás dispuesto a flexibilizar.
Ya no es posible volver el tiempo atrás y concluir tu carrera a tiempo, pero sí puedes tener tu título si en lugar de quejarte y justificarte, pones tu mejor esfuerzo. Quizás ya no puedas volver con esa pareja que lloras cuando la recuerdas, sin embargo, eso no quita no puedas volverte a enamorar si abres tu corazón y observas más allá de tu gran desilusión. Siempre hemos de tener en cuenta que es mejor algo bueno llevado a cabo que algo perfecto nunca realizado.
Nos resistimos cada vez que insistimos, nos desgastamos cada vez que empujamos, nos agotamos cada vez que nos enojamos. En cambio, cuando aprendemos a fluir con el devenir de nuestra existencia, gozamos de una ligereza y de una agilidad para flexibilizar y adaptarnos a nuestra situación vital de la manera más fértil y fructífera. Desde ese estado de no resistencia a lo que es podemos masajear lo que no va bien para que deje de doler y embellecer nuestra vida dando los mejores trazos y las más conscientes pinceladas.
Para poder abrir es necesario cerrar. Para poder tomar es necesario soltar. Para poder vivir y sentir felicidad es prioridad ante todo, ser capaces de flexibilizar.