¿Planificar o Improvisar?
Todo el tiempo nos estamos meneando entre dicotomías extremas. Hay quienes sostienen como premisa de vida: “no arriesgare demasiado”, “no daré puntadas sin hilo”, en cambio otros exclaman a viva voz “hay que dejarse llevar”, “ser libre es la mejor opción”, “dejaré fluir y que venga lo que tenga que venir…”
Sin embargo, ninguna de las dos posturas aplica en todos los casos de la vida, entre la inflexibilidad de la planificación extrema y el abatimiento y cansancio que supone estar improvisando la vida y decidiendo sobre la marcha, hay puntos intermedios que nos preservan de caer en esos dos extremos opuestos.
Hay cosas en la vida que requieren disciplina, planificación, constancia y voluntad, así como hay otras que requieren “soltar” el control y surfear la ola a medida que avanza.
Planificar e improvisar, cuentan con fieles y detractores
- Quienes planifican
Son personas que se sienten tranquilas cuando pueden anticipar escenarios y hacer mentalmente un recorrido previo de lo que puede llegar a suceder en cada contexto o circunstancia. Pocas cosas los toman por sorpresa y rara vez “se agarran la cabeza” porque no consideraban que tal o cual cuestión podía llegar a suceder.
- Quienes prefieren dejar todo librado al azar,
Son personas que no terminan de comprender el sentido de planificar. Una vida “ya sabida” les resulta aburrida y desabrida. Gozan de la adrenalina que les genera lo inesperado y el factor sorpresa, pero no consideran que no siempre las sorpresas son tan magnificas y buenas.
Aprende a ser guionista y protagonista de su vida
Hay quienes dicen que planificar mata la creatividad y vuelve la vida un tanto tediosa. Sin embargo, yo soy más partidaria de que planear técnicas, procedimientos y anticipar momentos en donde uno se dispone a abrir la puerta a la inventiva y la imaginación es más efectivo y real que esperar a que desde el “más allá” baje la inspiración y la tan ansiada motivación que nos lleva sin dudar a pasar a la acción.
Cuando planificamos estamos siendo protagonistas activos de cómo queremos que sea nuestra vida. Supone preguntarnos ¿qué cosas deseamos hacer que sucedan? Y ¿qué cosas definitivamente no queremos que pasen y están a nuestro alcance?
Por supuesto, siempre habrá factores que escapen a nuestro control, pero una cosa es tener la flexibilidad y la cintura para ponernos en un camino ya “decidido”, que no tener ni idea de cuál es nuestra ruta, y que nos sintamos tremendamente desorientados y perdidos.
Cuando a la planificación, le sumamos la “visualización”, materializar nuestros objetivos se vuelve próximo y posible.
Cuando planificamos estamos siendo protagonistas activos de cómo queremos que sea nuestra vida.
Lo que más nos importa requiere proyectar y ser consecuente
La mayoría de las cosas importantes en la vida requieren de un método, un proyecto y una estrategia. Tal como dice el dicho “no es soplar y hacer botellas”. A nadie le va bien de casualidad, pocas personas que admiramos han tenido suerte, más bien han pasado por largas horas de sudor y trabajo, han dicho que no a infinidad de placeres momentáneos en pos de una satisfacción mayor, que hoy experimentan como auto-realización y contento interior. ¿Por qué? Porque al volver la mirada atrás, ven el camino recorrido, reconocen su propia evolución y sienten un sano orgullo personal de haber llegado donde querían llegar y seguir avanzando hacia donde quieren avanzar.
El camino rara vez es lineal, planificar no supone dejar al margen los imprevistos y el azar que pertenecen a la vida que en esencia es bastante incierta y “desprolija”.
Planificar es trazar una línea de acción con respecto a diferentes actividades y experiencias que se quieren realizar y poner manos a la obra sin vacilar. Entonces sí, sobre la marcha ir “improvisando” si hay cuestiones que deban ser revisadas, flexibilizadas, replanteadas.
El camino rara vez es lineal, planificar no supone dejar al margen los imprevistos y el azar que pertenecen a la vida que en esencia es bastante incierta y “desprolija”.
En cambio “improvisar la vida”, tiene más que ver con no saber muy bien “dónde uno está parado/a”, que con una elección de libertad y de darle rienda suelta a la creatividad. Tanto desconcierto muchas veces, en lugar de liberar, encarcela en el descontento y en la frustración eterna de estar boyando de lado a lado sin tirar ningún ancla que nos de solidez y firmeza.
Podemos improvisar una cena con amigos, un viaje de fin de semana, una salida no planeada, y en estas cuestiones está muy bien que sea así. Esta actitud relajada le agrega espontaneidad y naturalidad a una vida que de tener absolutamente todo calculado y previsto, sería por demás de monótona y rutinaria.
La clave está en saber decidir qué es lo suficientemente importante como para ser planificado, proyectado, valorado, evitando correr riesgos innecesarios y en qué aspectos de la vida es bueno relajar y dejarse sorprender.
Hay personas que se la pasan improvisando porque dice que no saben lo que quieren, cuando en verdad lo que necesitan es seguir una planificación al pie de la letra para llegar a la meta y recién entonces acabar de darse cuenta si en verdad no lo querían o les faltaba constancia y disciplina para llegar a “saborear” el resultado de un objetivo alcanzado, que no hubiese sido posible si todo se cambia sobre la marcha de acuerdo al ánimo o la inspiración momentánea.
La clave está en saber decidir qué es lo suficientemente importante como para ser planificado, proyectado, valorado, evitando correr riesgos innecesarios y en qué aspectos de la vida es bueno relajar y dejarse sorprender.
¿Hasta dónde planificar, hasta dónde improvisar?
Hay quienes apuestan por extender la planificación hasta las cuestiones más simples y ordinarias para no dejar nada librado al azar. Y hay quienes eliminan planear y proyectar de su vocabulario porque les aterra mirar más a largo plazo.
Cada quien trazará su línea divisoria a la altura de sus expectativas, ambiciones, necesidades y temperamento de base.
Lo cierto es que tener una vida planificada y ordenada no es dejar de disfrutarla. Por el contrario, la tranquilidad de tener ciertas cosas resueltas y encaminadas, dispone el ánimo a una paz y a una serenidad para poder gozar del presente sin preocupaciones y ansiedades futuras merodeando en la mente. Se trata entonces de planificar lo planificable para poder disfrutar de lo imprevisible e inesperado que la vida nos va presentando.
Tener una vida planificada y ordenada no es dejar de disfrutarla. La tranquilidad de tener ciertas cosas encaminadas, nos da paz para gozar del presente sin ansiedades futuras merodeando la mente
¿Qué ventajas tiene la planificación?
Planificar es querer hacer las cosas y hacer que las cosas se hagan. Es dotar de procedimiento y materialización a lo que hemos visualizado para convertirlo en realidad.
Nos asiste con una estrategia concreta entre la realidad y la idea que nos entusiasma. La planificación es una herramienta adecuada que nos sirve para hacer las correcciones oportunas cuando nos hemos desviado de la línea trazada.
La coherencia tiene mucho que ver con pensar, sentir y hacer en la misma dirección. Cuando deseamos algo y hacemos lo contrario, se nos presenta un conflicto interno con el que no es para nada fácil lidiar.
Entre la rigidez del plan extremo y el agotamiento de la improvisación constante, hay puntos intermedios. Y puedo asegurarles que es mucho más agotador ir decidiendo todo sobre la marcha, que tener ciertas decisiones tomadas.
Planificar es traer el futuro al presente, siendo todo lo coherente que podemos para alinear lo que decimos que queremos con lo que hacemos al respecto.
Cuando sabemos hacia dónde vamos y para qué hacemos lo que hacemos, nuestra vida cobra sentido y nos llenamos de una energía que retroalimenta nuestras ganas de llegar a las metas y a los objetivos que nos hemos propuestos.
Cuando nos debatamos entre planificación sí o planificación no, es bueno preguntarnos si lo que estamos haciendo hoy, nos acerca al lugar futuro donde planeamos estar el día de mañana.
Algunas personas desean fuertemente que algo suceda, otras añoran, rezan y suplican que eso suceda, y finalmente hay otros ejemplares humanos, los más inteligentes, que hacen que aquello que quieren se torne realidad a partir de una planificación real, férrea voluntad, tenaz disciplina y constancia.
Basta de implorar a la suerte, de pretender lo que otros pueden… ¡A arremangarse y a ir en pos de lo que se quiere!