Estamos bombardeados todo el tiempo por un pensamiento positivo que más que alentarnos, nos somete a una presión donde concluimos que si no podemos conseguir hacer esto o aquello o sentir de una determinada manera, nos estamos boicoteando, no nos queremos demasiado, nuestra energía no está alineada o nuestros chacras están bloqueados: Querer es poder… Desea con intensidad y se te cumplirá… Crea nuevos pensamientos y tendrás otra realidad… Quien no encaja en este oasis mágico que promete pronta felicidad se siente fallado.
Las frases alentadoras del muro de Facebook parecen rebelar lo que no podemos y recordarnos lo lejos que estamos de Gandhi, Mandela, Madre Teresa o Luther King. Acaso no te preguntas si te estás exigiendo demasiado. A veces con apenas una vela pretendemos iluminarnos, con apenas un par de experiencias pretendemos sabernos sabios y con un retiro de fin de semana conquistar la paz y resolver todos los traumas.
En la ciudad de "La Tristeza tiene Mala Prensa", todos parecen reponerse rápidamente, ponerse de pie sin ni siquiera caerse, el sufrimiento les es bienvenido porque fortalece, el traidor es un maestro interior que me hace un gran favor, la enfermedad una santa oportunidad, la separación una bendición, olvidar un gran amor se reduce a una mera cuestión de decisión… Sin embargo, dar vuelta de página no siempre es tan fácil como pasar las hojas de un libro y seguir leyendo otro.
En este paradigma donde quien no vive la vida es porque no quiere ¿dónde quedan los sentimientos de impotencia? ¿el permiso para no poder? ¿la sensación de confusión? ¿la válida debilidad? ¿la vulnerabilidad humana? ¿las propias contradicciones? ¿el querer una cosa y hacer otra? ¿Acaso somos seres superpoderosos ilimitados que tenemos la capacidad de doblegar con nuestros pensamientos al universo para que responda a nuestros más auténticos deseos?
Cuando dejamos heridas sin sanar, cuando nos obligamos a olvidar, a perdonar lo imperdonable, a disfrutar lo indisfrutable, a fluir en el barro… nos estamos haciendo trampa, nos estamos haciendo daño. Queremos usar Photoshop para corregir las imperfecciones de la vida…, si hay dolor que no se note, además… llorar no cambia nada…para que derramar lágrimas. Ahora bien: ¿desde cuando llorar tiene que ser productivo? Ni emocionarnos tranquilos podemos en este mundo que nos obliga a estar siempre ¡Up!
Pensamos que la vida tiene que ser como muestra Instagram, donde todos se dan panzadas de platos gourmet, se abrazan y quieren a más no poder, descansan en paradisíacas playas y fluyen con las circunstancias, abiertos a la abundancia. Pero señores y señoras, lamento defraudar: la vida es desprolija, muchas veces caótica, injusta y torcida. La vida no es Instagram, la vida es y ya… con dolor, sufrimiento, indignación, muerte, enfermedad, padecimiento, traición, tristeza, frustración, miedo y desasosiego. Podemos sentir eso, sin sentirnos bichos raros desagradecidos de los milagros que suceden a nuestro alrededor y no podemos ver, no porque no queremos, sino porque no podemos, y ¡se vale no poder! Aun sea por un tiempo válido y más que necesario para sanar las heridas, reparar lo roto y rehabilitar lo debilitado. Esto no es ser víctima, es respetar y pararnos con dignidad ante lo auténtico que sentimos. Además, a veces sí somos víctimas… no solo imanes que atraemos lo que necesitamos.
No nos forcemos a estar bien cuando nos sentimos desangrar.
No nos forcemos a disfrutar cuando no tenemos energías para movernos del lugar.
No nos forcemos a sociabilizar cuando necesitamos aislarnos y replegarnos.
No nos forcemos a ver una enseñanza y un maestro antes de tiempo.
No nos forcemos a ver como oportunidad una incipiente tragedia.
No nos forcemos a ser felices cuando necesitamos estar tristes y llorar.
No es mera cuestión de voluntad, estar bien no es respirar hondo y seguir a pesar de todo. La psiquis es como el cuerpo, cuando nos quebramos un hueso necesitamos yeso por un buen tiempo, del mismo modo cuando nos quebramos por dentro necesitamos tiempo para rearmarnos y fortalecer lo destrozado. No podemos apurar los procesos porque nos quedamos crudos por dentro.
Subyace la idea de que nos estamos perdiendo de Vivir la Vida por no estar con todas las pilas… ¿Acaso la vida no es también flojedad, desánimo y apatía? ¿O estamos en otro plano cuando nos sentimos para atrás, cuando sentimos que no podemos avanzar?
Barnizar el dolor, nos priva de crecer de verdad, de fortalecernos realmente tras la adversidad. No se trata de ser pesimista. Se trata de ser realista. Y la realidad es que nadie le da la bienvenida al dolor, nadie agradece antes de tiempo su desgracia. Por eso no nos engañemos…No es bueno sufrir, aunque sí es muy bueno haber sufrido. De esto no nos damos cuenta mientras el sufrimiento nos arrasa y arrebata las esperanzas.
Nadie disfruta del dolor, ni elige permanecer allí por masoquista o elegir ser víctima. A veces no podemos y darnos cuenta de eso es ser mucho más valiente que ponerse capa y espada y dársela de superhéroe o de mujer maravilla. Somos apenas seres humanos en una vida desprolija que sigue sus propias reglas y no responde a nuestros antojos y más profundos anhelos.
Hemos pasado de décadas de sumisión, de impotencia no cuestionada, de dominación legitimada, de padecimientos innecesarios, de ser víctimas de las circunstancias, doblegados a la voluntad de un Dios externo castigador… a sentirnos dueños del Universo, semidioses creadores de nuestros propios pensamientos, alquimistas exprés de emociones no deseadas, amos de nuestro absoluto destino, únicos protagonistas y responsables exclusivos de todo lo que nos sucede en la vida.
Como un péndulo que va y que viene…hemos pasado de una polaridad a la otra. Somos una humanidad que apenas está en pañales, que todavía no encuentra su lugar en los extremos de la dicotomía y la dualidad. Pasamos de la opresión a la dominación, del castigo al hedonismo, del postergar al todo ya, de lo patriarcal a lo matriarcal, de la represión al libertinaje, de lo oculto a la exhibición obscena, de lo acartonado a lo sin forma. Con nuestro mundo anímico pasa lo mismo, del victimismo del no poder a la soberbia de poder con todo y de seguir a pesar de todo.
Podemos sentirnos fuertes siendo absolutamente conscientes de nuestras debilidades. Podemos sentirnos afortunados y registrar nuestras desgracias como tal, sin disfrazarlas. Podemos sentirnos agradecidos y podemos también indignarnos. Podemos sentir miedo y pereza aunque esté de moda ser emprendedor y osado.
Podemos no tener ganas de sonreír para la selfi y no por eso no tener onda. Porque otra vez: La Vida no es Instagram, la Vida no admite Photoshop, la vida también es dolor y hay permiso para tramitarlo cada a uno a su ritmo, cada uno en su espacio.
No confundamos lo urgente con lo importante. No confundamos encender la luz con iluminarnos. Desbloquear los chacras con solucionar traumas, encender velas con conquistar la paz, ser protagonistas con ser soberbios al posicionarnos en la vida.
Ni víctimas endebles ni héroes omnipotentes, apenas seres humanos intentando hacer lo mejor que cada uno puede, y tratando cada día de dar un paso más en la dirección que uno quiere, eso es suficiente, eso es digno, eso es ya motivo para sentir orgullo de nosotros mismos. No necesitamos un master ni un posgrado para aprender a vibrar en positivo y ponerle intencionalidad allí donde la cosa no se da, ni parece avanzar. Necesitamos aceptar todos los matices, los oscuros y los grises que a veces nos tocan pasar, los momentos de inmensa alegría y también los de profunda desazón. A veces el amor no llega porque toco otra puerta, no porque vibramos mal. El puesto que deseo no se dio porque otro al igual que yo lo deseo con la misma intensidad y además le fue mejor. Abandonemos la mirada infantil y narcisista de que todo pasa para por nosotros. No somos el centro del universo. La Vida no nos enseña, nosotros aprendemos de ella.
Se vale no poder, sentirse caer, frustrarse, enojarse y también avergonzarse de uno mismo. Está permitida la sensación de estar perdidos a mitad de camino porque es ahí cuando nace la verdadera pregunta. Solo cuando nos reconocemos en la totalidad de todo lo que sentimos podemos abrazar nuestra sombra, llorar lo que necesita ser llorado, duelar lo que duele y sanar lo que sangra. Eso es madurar, eso es aceptarnos. Amar la propia vida sin Photoshop, con todas sus imperfecciones y aristas es poder transitarla con la honestidad y el compromiso de embellecerla de verdad y no adornarla con brillo de barata calidad.