Resistir la vida tal como acontece, nos desgasta innecesariamente
A veces insistimos con jugar una pulseada con nuestras circunstancias no deseadas. Nos quejamos por no tener pareja cuando deseamos tenerla, aborrecemos un trabajo que no nos gusta, las personas que nos rodean, lo que tenemos o pensamos que nos falta. Nos cuesta enorme sacrificio aceptar que lo deseado, lo planeado, lo proyectado a la manera estructurada que, además, solemos pensarlo, no llegue en los tiempos programados por nuestra mente intransigente que se esfuerza por no dejar nada librado al azar.
Todo lo queremos controlar: cuándo, cómo, dónde, a qué edad, bajo qué circunstancias tal cosa se dará, sino aparece la tendencia bien humana a forcejear con “lo que és” a través de la queja, la indignación, la irritación, el enojo y la intolerancia. Buscamos enderezar lo que nos parece torcido para que se ajuste al ideal al que nos aferramos de lo que pensamos acerca de cómo debería ser no solo nuestra vida sino también la de los demás y el mundo en general. Porque también hay quienes pelean contra molinos de viento, pretendiendo hacerlos girar a contraviento.
No se trata de pasiva resignación, diciendo “las cosas así son, nada puedo hacer yo”, sino de habilitar la “aceptación”, evitando batallar contra la realidad y desgastarnos innecesariamente como quien quiere empujar un tapial empujando con sus manos y creyendo que lo logrará.
Se trata de re-signar, de “ponerle otro signo” a lo que tanto nos enoja o incomoda y poder pensarlo desde un enfoque más elevado… ¿Y si esto a lo que tanto me resisto hoy es lo que necesito para mi evolución?, ¿para cambiar mi modo tan estructurado de pensar?, ¿para dejar de posicionarme de maneras tan caprichosas con lo que la vida me trae? ¿Y si esto que detesto y me lamento es lo que años después agradeceré porque terminó siendo una bendición, porque me llevó por caminos no contemplados en ese entonces, porque me condujo de las narices a ser una mejor versión?
La Vida no nos trae lo que deseamos sino lo que necesitamos para evolucionar y desplegarnos.
Todo acontece por alguna razón...
La ansiada pareja cuando no llega, es porque todavía no aprendimos a sentirnos completos o completas por nuestra cuenta, lo contrario, solo acarrearía más dependencia. O bien, cuando la pareja solo forma parte de un plan de familia estructurado que teníamos pensado de antemano, la vida se encarga de demostrarnos que es desprolija y casi nada sale tal como lo anticipamos. Pues, mucho menos de lo que pensamos está en nuestras manos…
Del mismo modo, en ese trabajo que tanto detestamos, puede que nuestro compañero esté siendo nuestro mejor maestro diciéndonos justo lo que necesitamos escuchar en un momento difícil de transitar.
Alcanzamos a ver la hebra pero no el gran tapiz que está detrás. Todo tiene una razón de ser que pocas veces logramos comprender.
Alcanzamos a ver la hebra pero no el gran tapiz que está detrás. Todo tiene una razón de ser que pocas veces logramos comprender. Nada en la vida sucede porque sí… Necesitamos estar receptivos para escuchar los mensajes que ella nos trae y a tomar las decisiones más congruentes y conscientes, desde la madurez emocional. Lo contrario nos mantiene pataleando como niños porque lo que queremos aún no llego o las cosas son como son.
No debemos olvidar que no somos barcos a la deriva en la mar, nuestro protagonismo cuenta, las decisiones que tomamos tienen cuantiosa fuerza pero si en lugar de estar atentos a ajustar las velas, estamos distraídos deseando lo distinto, perdemos potencia y nos generamos un sufrimiento innecesario pretendiendo cambiar lo que no está en nuestras manos.
Las decisiones que tomamos tienen cuantiosa fuerza pero si estamos distraídos deseando lo distinto, perdemos potencia y nos generamos un sufrimiento innecesario pretendiendo cambiar lo que no está en nuestras manos.
La vida nos decepciona para que podamos ver la realidad. Nos fragmenta para que a través de nuestras grietas se filtre la luz interna que ilumina nuestra oscuridad. Nos corre los velos de la ignorancia para que podamos apreciar lo verdadero y lo más elemental. Para que nos volvamos seres agradecidos y dejemos de escanear lo que siempre falta y nos faltará… porque a esta existencia venimos a evolucionar. No es obligación de los demás o de la consciencia universal contentarnos y darnos en mano todo lo que deseamos…
Si no te gusta lo que ves, acepta y haz algo
¿No te gusta lo que ves? Salí a buscar con osadía y con la dosis necesaria de prudencia lo que deseas que sea distinto, pero no exigiendo, demandando o reclamando sino con humildad y corazón en mano, con voluntad y trabajo personal, con disciplina, con audacia y con la perseverancia necesaria para no tirar la toalla cuando las cosas se complican o no salen tal cual lo esperado.
Aquellas personas que admiras, dejaron de pelearse con la Vida e hicieron lo mejor que podían con las circunstancias que existían. No hay magia ni destino que no esté escrito por puño y letra de su autor. Hay sincronicidades, coincidencias significativas, que nos van guiando por dónde sí y por donde mejor no insistir… sin embargo, al fin de cuentas la firma final la ponemos nosotros.
No hay magia ni destino que no esté escrito por puño y letra de su autor.
Tropezamos las veces que son necesarias hasta aprender a no repetir siempre el mismo error. Nadie nos pone trabas, somos nosotros quienes erramos el paso las veces obligadas hasta aprender la lección… Por eso cuando tu hijo o tu hija se golpeé contra la mesa… nunca le digas “mesa mala”, mejor enséñale que debe tener más cuidado con lo que puede dañarlo/a. Nos crían como víctimas, de grandes es nuestra responsabilidad volvernos protagonistas.
La vida nos da y nos quita para que practiquemos el desapego, para que comprendamos la impermanencia de todo lo que nos rodea y sepamos disfrutar cada momento mientras dure nuestro contento. Luego hemos de ceder paso a la tristeza y de la tristeza, de nuevo a la alegría, del miedo a la valentía, de la desesperanza a la confianza y de la duda a la certeza. Aprender a surfear todos los estados por los que vamos transitando sin quedarnos “pegados” a una emoción o a determinadas circunstancias es ser emocionalmente inteligentes y saber vivir la vida con sabiduría y naturalidad.
¿Cuáles son los recursos psicológicos que no nos pueden faltar para aproximarnos a esta mirada espiritual de la vida sin caer en el pensamiento mágico e irreal?
- Aceptación: a veces confundimos el aceptar con “el estar de acuerdo con” lo que sea que esté aconteciendo. Aceptar es no negar la realidad. Solo cuando la aceptamos podemos asumir el protagonismo de decidir lo mejor para sí en esas circunstancias. De lo contrario, gran parte de la energía que necesitamos para re-armarnos o re-inventarnos, se fuga en resistir lo real e inevitable que no podemos evitar ni controlar.
- Flexibilidad: para pensar más de una posibilidad, para no encapricharnos con lo que habíamos imaginado, para re-planificar lo planificado, para desarrollar nuevos recursos cuando los que tenemos no alcanzan, para reflexionar nuestro rumbo antes de seguir avanzando porque así lo habíamos decretado. Flexibilidad para estirar la mirada acotada y rígida de ver la vida, de contemplarnos a nosotros mismos y de enjuiciar a los demás.
- Resistencia: parece una contradicción con lo anterior, pero no lo es. Cuando los vientos no soplan a favor, uno tiene que aprender a “resistir” desde la fortaleza y la esperanza de que el tormento pasará y solo serán circunstancias. Esa capacidad de mantenerse en pie en la adversidad nos vuelve personas más fuertes y más confiadas.
- Voluntad: para no caer en la desidia y el “dejarse estar”. A nadie le va bien en la vida por casualidad. Trabajar sobre sí, ampliar nuestra consciencia para tomar decisiones cada vez más lúcidas, es en lo que más tenemos que focalizarnos. Una vez conscientes y bien emplazados, es necesario ejercitar la disciplina, la constancia y la perseverancia para materializar lo deseado y dejar de esperar que la vida nos conceda el milagro de darnos con cuchara lo que solo se consigue con arremangarnos.
- Gratitud: para no dar por sentado lo digno de ser agradecido y no estar siempre concentrados en lo que nos falta o podría ser distinto. Somos felices cuando estamos despiertos y dispuestos a agradecer lo en ocasiones naturalizamos: un cuerpo sano, un hombro donde apoyarnos, la libertad de desplazarnos y la posibilidad de elegir cómo queremos posicionarnos.
Aprende a mirar tu vida con un sentido trascendente
Estas cinco habilidades son herramientas que podemos ejercitar a diario. Y si a estas destrezas le sumamos una mirada trascendente a todo lo que acontece y a las personas que nos vamos cruzando, la vida se torna mucho más significativa.
Y no se trata de contarnos un cuento que no nos creamos. El sentido no está dado de antemano, el significado se lo damos nosotros cuando nos disponemos a hacer de cada vivencia y de cada experiencia una oportunidad para evolucionar nuestra consciencia. No es obligación transitar nuestra existencia bajo esta mirada trascendente, es una elección que podemos tomar o dejar pero de seguro quienes eligen “madurar” y no solo “durar”, encuentran mayor motivación para pasar a la acción y una razón de ser que alimenta las ganas de vivir una vida con más calidad y calidez. Cuando nuestra mente está enfocada en nuestro desarrollo personal y nuestro espíritu está dispuesto embellecerse con cada aprendizaje, estamos resguardados de caer en la enfermedad y en la angustia existencial.
Cuando nuestra mente está enfocada en nuestro desarrollo personal y nuestro espíritu está dispuesto embellecerse con cada aprendizaje, estamos resguardados de caer en la enfermedad y en la angustia existencial.
Hacer de nuestra vida una vida que valga ser vivida depende pura y exclusivamente de la actitud que tengamos a medida que vamos avanzando en ella. Con cada decisión que tomamos le damos forma a nuestra existencia como un artesano le da consistencia a su obra hasta dejarla a su gusto y provechosa.
¿Eres lo suficientemente consciente de tallar tu vida a tu medida y hacer los ajustes necesarios a medida que avanzas?
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