Me gustaría hablarles hoy del “amor”. Pero no del amor poético sino del amor real. No del amor que se sufre sino de aquel que se disfruta. En tiempos de idealizaciones y espejismos es fundamental re-significar el concepto de amor.
En la práctica clínica, las penas de amor abundan, las lágrimas desbordan y las migajas son consuelo en quienes desesperan por ser amados. Hay quienes, en nombre del amor, suplican, padecen, toleran demasiado, se humillan hasta agotarse… ¿Amor? Eso no es amor…eso es más bien desamor hacia sí mismo.
Muchas son las sensaciones que se parecen al amor verdadero pero que en verdad no lo son. Hombres y mujeres de todos los tiempos sin distinción de edad, raza o condición social se han perdido de sí mismos tratando de conquistar a quien dicen amar…
Podemos llegar a conocer lo que es el verdadero amor, sabiendo lo que no lo es. Comprender este verdadero sentimiento es como ir corriendo “velos” de ilusión tras los cuales se esconde y también se confunde.
Existen versiones "no originales” que son necesarias identificar para lograr salirse de círculos y dinámicas afectivas que dañan más de lo que construyen.
Veamos algunas de las modalidades que se hacen llamar equivocadamente “amor”:
Amores carentes: en esta variedad se incluyen aquellas personas que buscan desesperadamente “alguien”. Más que una elección genuina hacia una persona en particular, hay necesidad de una presencia que disimule la ausencia o el vacío personal. Son personas con hambre de afecto que compulsivamente buscan llenarse. Esta carencia los deja ante el otro en una posición de sometimiento y vulnerabilidad porque están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de no estar solos. Son personas que no han aprendido a ser una buena compañía de sí mismos. La soledad les resulta amenazante.
Para establecer vínculos sanos, necesitan aprender a darse a sí mismas el afecto, la atención, la dedicación y la seguridad que buscan en la figura de un otro. Generalmente sucede que quienes desesperan por formar pareja, el amor se les aleja cada vez que intentan “atraparlo”. Pero...no es posible saltarse escalones en la escalera de la vida…Estas personas, cuando logran relajarse y trabajan su autonomía, cuando son “uno” antes de pretender ser “dos”, pueden elegir estar con otro en lugar de necesitar saciar sus carencias a cualquier precio.
Amores dramáticos: esta es una variante “aprendida”. Las novelas y culebrones han colaborado incansablemente en esta distorsión. Aquí el amor se mide en términos de “intensidad” y “acción” en lugar de la profundidad de afecto. Estas personas no toleran un amor tranquilo. Serenidad en la relación es sinónimo de desamor. Necesitan la adrenalina de la pelea, la reconciliación, las idas y venidas. Se aborrecen y se demandan, se aman y se detestan, se dejan y se prometen amor eterno, y todo…en un mismo día. Son adictos al conflicto y se encuentran uno al otro para desempeñar el guion de amor que ya tienen en sus mentes. Subyace aquí la creencia de que el amor “es difícil”. Estas personas identifican la idea de “pareja” como un jeroglífico a resolver y todo en su vida gira en torno a este desafío.
La salida de esta dinámica patológica consistirá en comprender que toda pareja, si bien puede atravesar momentos difíciles, esto será la excepción, pero de ninguna manera la regla. Cuando lo extraordinario se torna habitual, se naturaliza lo patológico. Lo grave aquí es que se pierde de vista lo saludable y el vínculo se torna resistente a todo tipo de ofensa y humillación. Acostumbrarse a pelearse sabiendo que luego vendrá la reconciliación, hace que los modos y los términos se descuiden.
Será necesario que los miembros de esta pareja aprendan a derivar esas energías destructivas que se proyectan mutuamente hacia fines constructivos en la propia vida. Generalmente sucede que cuando cada uno de los integrantes de esta pareja resuelve sus frustraciones, encuentra motivaciones personales y se centra en embellecer su propia vida, los encuentros son un “descanso”, la pareja es un remanso y aprenden a tomar la óptima distancia para no pisarse uno al otro avanzando torpemente. Muchas veces el tedio y el aburrimiento de una vida sin desafíos es cultivo de conflictos innecesarios, es algo así como: una manera de sentirse en movimiento, estando siempre en el mismo lugar…una especie de acción sin dirección.
Amores incondicionales: aquí se encuentran todas aquellas personas que no comprenden que la condición fundamental de un vínculo es la “reciprocidad”. Nos han hecho creer que el amor incondicional es más puro, que enaltece a cualquier ser humano que se precie de ejércelo aún a costa de sí mismo. Sin embargo, una relación de pareja sin condiciones puede tornarse en un vínculo abusivo y desigual. El amor incondicional no es virtud en vínculos “simétricos”, donde ambas personas se encuentran en igualdad de condiciones. De padres a hijos “pequeños”, en situaciones de poder asimétricas, sí es sinónimo de grandeza. En el amor de pareja NO, amar sin condiciones lleva a tolerar humillaciones, perdonar lo imperdonable, esperar lo que nunca llega.
La pareja es un contrato simbólico entre dos personas adultas y maduras que se deben mutuo respeto y cuidado. Quien dice amar incondicionalmente en realidad se niega a aceptar que no es correspondido, que ama más de lo que es amado, que da más de lo que recibe. Poner condiciones es darle a una relación un marco saludable y establecer límites sin los cuales lo que es puede dejar de ser.
Amores excesivos: en el amor como en todo no siempre más es mejor. Quienes dicen amar demasiado, dan lo que no se dan, hacen por otros lo que nunca harían para sí mismos. Dejan a un lado sus deseos personales, sus amistades, sus gustos y tratan de complacer y gratificar a quien está a su lado. Están más ocupados e involucrados en la vida de su pareja que en su proyecto personal. Las personas que suelen vincularse de este modo en realidad están “desorientadas” en su propia vida. Se sienten valiosas si son imprescindibles en la vida de quien aman y se las ingenian para volverse la pieza fundamental que su pareja necesita. El problema es que quien se posiciona de este modo, pasa a ser espectadora de la vida del ser amado y deja de ser protagonista de su propia vida.
Estas personas esconden mucha inseguridad y sienten que para ser amadas tienen que “dar lo que no tienen”. Es un amor en donde el dar y el recibir es desigual. No porque el otro se abuse sino porque quien da se excede. Como si deberían justificar y merecer el amor que reciben. Las personas que sostienen este modo de vincularse, suelen crecer y desplegarse cuando están solas y postergarse y anularse cuando están en pareja. Les cuesta sostener el “foco” en su vida cuando están de a dos. El desafío consiste en enriquecerse en lugar de empobrecerse estando en pareja. El verdadero reto es que no haya ausencia de si, en presencia de otro que acapara toda la atención.
Amores imposibles: hay personas que dicen amar a quienes apenas conocen, que permanecen años amando en secreto o que insisten en lo que de sobra saben que no será un amor correspondido. Están apegadas y detenidas a lo que podría ser y no es, a lo que pudo haber sido y no fue.
En realidad, quienes aman un imposible, no se atreven a vérselas con un amor real. Detrás de esta idealización se esconde una resistencia al amor, un temor a gestionar afectos concretos y a abandonar escenarios imaginarios. Se trata de una evasión al compromiso y una dificultad para concretar un proyecto afectivo. Muchas veces son personas inmaduras. Puede que aún sigan muy posicionadas en el “rol de hijos” no logrando visualizarse como hombres y mujeres capacitados para llevar adelante su guion personal.
Amores obsesivos: estas personas están convencidas de que estar en un vínculo con alguien les otorga el título de “propiedad privada”. Desde esta creencia celan, controlan, reclaman y demandan como si fuese obligación rendir cuentas y dar explicaciones de lo que no merece ser explicado. La persona amada es rebajada a la condición de objeto. Se le cuida de los intrusos o de las posibles amenazas, como si no tuviese capacidad de decisión o fuese una pieza vulnerable de ser robada ante el menor descuido. Ya no hay dos personas en una relación de afecto, más bien un opresor y un oprimido. Alguien que pone las reglas y alguien que debe cumplirlas.
La persona que dice amar de esta forma evidencia una profunda inseguridad personal. Sufre en silencio detrás de la coraza que aparenta. Lejos de ser fuerte se siente tremendamente vulnerable. Está convencido de ser fácilmente sustituible si baja la guardia. No se siente elegido, en verdad.
Una persona que transita un amor obsesivo, necesita valorarse y apreciarse para sentirse digno de ser amado. Y, sobre todo, comprender que el verdadero amor libera, no esclaviza.
Lo que sí es el amor...
“El amor de a dos” solo es posible luego de una primera elección: la que cada uno hace de sí mismo. Solo si nos sentimos personas “amables” podemos sentirnos amadas. Solo si valoramos nuestra autonomía podemos comprender que la libertad del otro no significa abandono ni desprecio, sino “vida propia”. Solo podemos establecer vínculos relajados, simétricos, sinceros y saludables si antes de juzgar al otro, nos miramos a nosotros mismos y despejamos las proyecciones.
Los amores sanos existen, los hay, son posibles y no es uno en la vida (también nos hemos convencido de la fábula del “amor de mi vida”). Te animo a que no abandones el propósito de vivenciarlo si la pareja es un proyecto en tu vida. A veces confundimos no querer estar en pareja con no querer una pareja al modo de las versiones que cité anteriormente. Las memorias de amores pasados no son fiel reflejo de lo que puede ser un amor actual o futuro. Si el amor de hoy te encuentra más maduro que ayer, si la experiencia anterior no quedo solo en una anécdota, sino que pudiste tomar nota de lo que sí y de lo que terminantemente no. Apuesto a que cada nuevo intento se acercará a una versión cada vez más próxima a su original. Cerraría diciendo: ¡No acepte imitaciones!
“Tu tarea en la vida no es buscar Amor. Más bien es buscar y encontrar todas las barreras qué, en tu interior, has construido en contra de él”.
Rumi (Poeta místico, maestro de la tradición Sufí).
Psicóloga Corina Valdano.