La importancia de la madurez emocional para conseguir nuestros objetivos
Sin lugar a dudas, las personas maduras emocionalmente son las que consiguen sentirse más gusto con su vida ¿Por qué? Porque sus características de personalidad les ayuda a conseguir lo que se proponen y a rodearse de personas valiosas.
Las personas emocionalmente inteligentes saben elegir lo bueno para sí. Y no se tardan demasiado en retirarse de una situación o de un vínculo que les daña o nos les ayuda a crecer.
Ser una persona emocionalmente fuerte no implica dureza de carácter ni la tendencia a imponerse sobre los demás. Por el contrario, la seguridad en sí mismos les permite abandonar la avidez por la competencia y les ayuda a centrar sus energías en el despliegue de sus posibilidades. Su actitud es la de la auto-superación amable y gentil. Es decir, disfrutan del proceso de mejorarse a sí mismos sin ansiar desesperadamente alcanzar el resultado.
Aprender un idioma, estudiar una carrera, iniciar un curso que les despierta curiosidad, emprender un nuevo proyecto y sostenerlo, animarse a lo difícil, son actividades que llevan a cabo quienes están en proceso de maduración emocional.
No nacemos emocionalmente maduros, “nos hacemos” emocionalmente maduros a partir de la actitud con la que nos posicionamos en la vida.
¿Cuáles son las características de una persona emocionalmente madura?
Una persona emocionalmente madura se ha entrenado en siete características o habilidades que no pueden faltarle:
1- Fuerza de Voluntad
La madurez emocional no necesariamente está asociada a la edad. Podemos ser eternos niños de traje y corbata o niñas muy bien maquilladas. Cuando nacemos somos absolutamente vulnerables emocionalmente. El equilibrio y la moderación no forman parte de nuestro repertorio. De todo queremos más. Nunca nos alcanza. Nos frustramos ante el no o ante lo primero que no nos sale como hubiésemos deseado…
¿Alguien resuena con lo anterior? Seguro más de uno admite que eso le sigue pasando hasta el día de hoy… La buena noticia es que la madurez emocional se entrena a diario, en el gimnasio de la vida, en las decisiones que tomamos, rompiendo con los patrones habituales a los que estamos acostumbrados… Identificar si tenemos la tendencia a dejar por la mitad lo que empezamos, observar este comportamiento y hacer lo contrario, es el primer indicio de compromiso con nosotros mismos para fortalecer uno de los pilares de la madurez emocional, a mi modo de ver, la columna vertebral de donde parte todo desarrollo posterior: la fuerza de voluntad.
Madurar emocionalmente exige fuerza de voluntad...
Fuerza de voluntad para decir que no a lo que nos daña…
Fuerza de voluntad para sostener lo bueno para sí aunque nos disguste…
Fuerza de voluntad para irnos a tiempo de vínculos enfermos…
Fuerza de voluntad para no hacer caso a todo lo que nuestra mente nos manda…
Fuerza de voluntad para postergar un placer inmediato en pos de una gratificación mayor…
Fuerza de voluntad para actuar en congruencia con nuestros principales valores…
La fuerza de voluntad es la columna vertebral de la madurez emocional. Sin voluntad nos convertimos en personas flácidas y laxas, errantes y dispersas. La voluntad nos ayuda a darle forma a la vida que vamos eligiendo, como un artesano que no abandona el cincel hasta ver su pieza terminada, así hemos de relacionarnos con cada elección que hagamos. Y si queremos algo distinto, será después de concluir lo que comenzamos y cumplir con la palabra que nos dimos. El artesano intenta una figura distinta luego de acabar la primera pieza, no la deja a la mitad. Así debemos honrar cada decisión que tomamos para no perdernos la confianza y concluir que no terminamos nada de lo que empezamos.
Esto no quiere decir aferrarse tercamente a lo que ya no elegimos. En la cultura en la que vivimos, ¡estamos bastante lejos de correr ese riesgo! Nos hemos ido al otro extremo, ante la primera incomodidad tendemos a renunciar, ante el primer desacuerdo asoma la idea de separación, ante la primera dificultad buscamos siempre la facilidad. Estas actitudes son obstáculos para incrementar la madurez emocional. Si la pensamos como un músculo, seremos más conscientes de que no hay fortalecimiento si no hay resistencia y vigor.
2- Resiliencia
La mayoría de las habilidades y competencias humanas nacen ante la necesidad, no en zonas de comodidad que no demandan absolutamente nada de nosotros. Al fin y al cabo, uno no se da cuenta de la fuerza que tiene hasta que no levanta la pesa. La fortaleza emocional crece en proporción a la carga que somos capaces de afrontar sin declinar. Atravesar situaciones difíciles y salir adelante con dignidad, nos vuelve personas resilientes, otra característica central de la madurez emocional.
3- Autocontrol
Otra característica importante que va de la mano de la fuerza de voluntad es la capacidad para auto-controlarnos. Palabra a la equívocamente hemos asociado con represión. El auto-control es la habilidad para tramitar lo que sentimos de modo que nuestra emocionalidad no se desborde y nos lleve actuar de manera impulsiva, dañándonos a nosotros mismos o a los demás. La represión es malsana cuando es inconsciente, sin embargo darnos cuenta de algo y decidir no expresarlo o no actuarlo porque no contribuye ni suma, es ser una persona madura no una persona reprimida. Así que por favoooor… Basta de justificar conductas impulsivas e injurias bajo la bandera de ¡Yo no me reprimo y voy de frente! No es lo mismo ser una persona sincera que violenta.
Las personas sincera no se llevan todo puesto como una topadora, por el contrario, tienen inteligencia para elegir sus palabras, el momento adecuado y las circunstancias propicias para expresar lo que siente, sin creerse dueño de la verdad.
El auto-control también nos permite seguir estudiando aunque no tengamos ganas, seguir un plan alimentario aunque queramos dejarlo, no ceder a abrir un atado o renunciar a encender ese cigarro, decir con firmeza está es la última copa, sostener una rutina de actividad física porque nos lo prometimos y no porque ya pagamos la cuota del gimnasio.
El autocontrol no es renunciar a los propios deseos, por el contrario, es tomarse más en serio lo que en verdad decimos que queremos.
Terminar una carrera, dejar de fumar o de tomar de más, estar en buen estado físico, requiere de firme autocontrol. Y yo les pregunto.... ¿Acaso esos no son deseos? Por supuesto que sí, son deseos más sólidos y sostenidos en el tiempo que requieren un compromiso con nosotros mismos. A veces confundimos verdaderos deseos con impulsos a los cuales cedemos por no saber auto-controlarnos a nosotros mismos.
Hacer lo que sentimos no siempre es equivalente a hacer lo bueno para nosotros mismos.
El sentir tiene que ir acompañado por la razón para no errar el paso. Se trata de aprender a pensar lo que sentimos y sentir lo que pensamos. En este sano equilibrio y complementariedad evoluciona la madurez emocional.
4- Reafirmación
Otro rasgo importante de las personas emocionalmente maduras es la reafirmación. No buscan llamar la atención ni desesperadamente la aprobación y aceptación de los demás. Estas personas saben quiénes son, y con esto les alcanza. Esto no quiere decir que no consideren la opinión de los demás sino que saben diferenciar y llegan a la conclusión de que les importa la opinión de las personas que les importa, no la del vecino, la del amigo del amigo o la del pueblo que comenta. Se guían por sus propios criterios sin ser necios, saben a quién escuchar y a quién dejar pasar. Un rechazo no los tira abajo, tampoco un halago los eleva. ¿Por qué? Porque tienen los pies en la tierra. Conocen de cerca sus debilidades y sus fortalezas porque se auto-observan y trabajan en ellas. En lugar de mirar a los costados para ganarle al de al lado, están auto-centrados en superar su propia marca.
5- Elección selectiva de sus vínculos
Las personas emocionalmente inteligentes son selectivas con las personas que dejan entrar en su vida. Reconocen que gran parte del bienestar que sienten depende de la calidad de las relaciones humanas que tienen. Son más profundas que expansivas, prefieren la calidad a la cantidad de vínculos. Saben poner límites a los vínculos abusivos, conflictivos y desgastantes. Se esmeran por cultivar relaciones humanas sanas y gratificantes.
6- Apuestan al cambio
No temerle al cambio, es otra característica de una persona con confianza en sí misma y emocionalmente adulta. Una persona insegura, por el contrario, se aferra a sus rutinas rígidas en busca de certidumbre y protección. Prefiere la seguridad a la vida de realización.
El deseo de explorar, aventurarse y cambiar acontece cuando nos sentimos capaces de afrontar situaciones desafiantes.
7- No se dejan influenciar
Por último, a estas personas les tiene sin cuidado seguir tendencias o modas del momento. Los ejemplares humanos maduros emocionalmente no son personas influenciables, la información que reciben la pasan por su filtro personal antes de aceptarla como válida. No siguen ni se oponen a la manada, son fieles a sus valores y respetan su estilo personal.
Haz de tu vida un proceso de maduración continua
Seguro estarás pensando que reunir todos estos requisitos es una verdadera hazaña. ¡Estás en lo cierto! Sin embargo, esta proeza tiene que ser tu meta. Tenemos toda la vida para entrenarnos. Nada se consigue de la noche a la mañana, pero sí se alcanza la madurez emocional con un trabajo cotidiano de auto-observación y un serio compromiso en fortalecernos allí donde nos sentimos endebles.
¡Nunca dejes de ser niño! Para crear, imaginar, animarte a jugar y apreciar la vida con inocente mirada. Pero ¡sé grande de una vez! para dejar de patalear, llamar la atención de manera inapropiada y llorar como marrana cada vez que algo no te gusta o te sale mal.
Abandona la tendencia a culpar a la vida y a los demás de tus reacciones o falta de compromiso. Mírate a ti mismo y ponte en marcha. Esa es la mejor manera de ponerse en pista para desarrollar la tan preciada madurez emocional.
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