Los Conflictos más comunes en la pareja
En la actualidad, una pareja que pretenda seguir junta tiene que aprender a surfear los conflictos más comunes y a la vez más desafiantes de una de las dinámicas vinculares más sensibles y a la vez más compleja. ¿Por qué? Porque la pareja es el espejo en donde proyectamos todas nuestras falencias, cuestiones irresueltas, heridas de la infancia y las expectativas, a veces, demasiado altas de que la otra persona sea nuestra media naranja, nos complete, nos divierta, no nos traiga ningún problema, que además esté atenta a todas nuestras necesidades emocionales insatisfechas y nos facilite las cuestiones prácticas cotidiana de una vida atiborrada de actividades y responsabilidades que deja poco o nada de energía disponible para una vida íntima, compartida y fluida.
Así, al final del día, nos damos cuenta de que todas las fichas nos las gastamos afuera y para la pareja nos queda poco y nada de energía disponible "de la buena" para dar a ese otro que elegimos y decimos priorizar, pero que en la realidad dista mucho de que sea en realidad de esta manera. Así terminamos demandamos demasiado al otro y nos preguntamos poco ¿qué estamos dando nosotros? No es que uno no quiera o desestime la pareja sino que muchas veces damos por sentado que ese vínculo durará para siempre "cual ganado atado".
Al momento del encuentro con ese otro, al momento de cultivar y sembrar "la pareja desde un nosotros", no nos queda ya resto de energía para conversar, para abrazar o disponer el oído.... porque podemos concluir ¡ya suficiente con lo mío! ¡no doy más!
Entonces, una vez llegamos a casa, nos calzamos las pantuflas, nos ponemos lo peor de nuestro placar y no queremos más demandas que terminen de saturar una mente colmada y saturada.
Cabe recalcar que en apenas cuatro décadas el vínculo de pareja y las dinámicas familiares se han transformado de manera radical. Y si este proceso de cambio drástico, no se acompaña con un estado de evolución de consciencia, que priorice lo vincular, la ética y el uso responsable de la libertad, solo terminará reforzándo un individualismo insano, un narcisismo exacerbado y un egoísmo solo atento a las propias necesidades.
En ese afán de independencia, olvidamos que somos seres interdependientes y que crecemos unos junto a otros en una permanente evolución. Y en este sentido la pareja puede ser una red de contención muy importante si sabemos combinar en este vínculo, la preciada libertad, la empatía y la madurez emocional.
Con qué es más difícil de lidiar...
Los conflictos más comunes en las parejas actuales están bastante lejos de los que tuvieron nuestros abuelos e incluso nuestros padres. Existe ahora un conjunto de demandas emocionales, exigencias y la fantástica idea de que la pareja debe ser un todo integral que satisfaga todas las necesidades, que sea amiga/o, madre, padre, amante, que a veces sea sumisa y no contradiga, y otras completamente independiente y soberana de su propia vida para que nada exija y me deje “hacer la mía”. También esperamos que tenga la templanza y sabiduría para comprender y tolerar lo que todavía está muy crudo de nuestra personalidad. lo queremos todos y nada queremos resignar. En un mundo repleto de opciones elegir es renunciar y quien quiere todo, sin lograr comprometerse en lo vincular más allá de lo superficial, no tardará demasiado en sentirse vacío. Se perderá además, la oportunidad de evolucionar los rasgos más difíciles que solo aparecen en una relación de intimidad donde los disfraces y los buenos modales son muy difíciles de sostener. Cuando se trata de llegar a acuerdos, de dar lo mismo que uno pretende recibir y de ser quien uno es sin tapujos, la cosa se pone difícil pero ¿quién dijo que lo fácil es garantía de felicidad? La soledad a veces resulta vacía y no menos fácil de sobrellavar si no construímos vínculos de intimidad que nos satisfagan.
Los conflictos en las parejas actuales están relacionados con los límites fronterizos entre:
- la intimidad y la independencia,
- la libertad y el compromiso,
- el apego y el desinterés absoluto,
- la idealización del otro y el menosprecio de lo que el otro tiene para aportar.
También hay una demanda de plenitud y felicidad que, por supuesto, nada ni nadie puede satisfacer. La madurez emocional y espiritual supone la comprensión de que la insatisfacción, la incomodidad, y el disconfort son intrínsecas a la vida misma. Algunas personas no se dan cuenta de que el problema está en la demanda misma y no en la pareja.
1- Falta de Intimidad
Resumiría este punto diciendo que: las parejas hablan “de las cosas”, no de ellos ni de cómo se sienten. Una especie de ¿tus cosas? ¿mis cosas? Y el tema acaba allí. No hay intimidad en la relación, no reactualizan sus emociones ni sus sentimientos. En definitiva “no se saben”. Se dan por sentado uno al otro. Pueden tener sexo pero carecer de intimidad emocional. No existe esa complicidad donde una mirada lo dice todo, esa ligereza para mostrar la propia vulnerabilidad y no interponer defensas. Pareciera que no se sienten cómodos hablando de sus temores o debilidades. Hay quienes no se sienten comprendidos por sus parejas pero que tampoco se expresan. En la mayoría de los casos, el trabajo a realizar tiene que ver con mejorar la comunicación y comenzar a tejer una red de familiaridad y confianza. Los diálogos auténticos y sinceros reafirman el vínculo y lo profundizan.
2. Asimetría en las Decisiones
Aunque en teoría hay mucha más equidad en los roles de pareja ahora que años atrás, en la práctica esto puede no resultar tan así. Esto genera sentimientos de inequidad y de injusticia y con el tiempo va generando resentimiento en uno de sus miembros. Cuando en una pareja ambos siempre “están de acuerdo”, es porque es uno el que decide y el otro quien le sigue. Cuando esto acontece uno de los dos miembros termina haciéndose pequeño y queda hecho un bonsái a la sombra de un florido jacarandá.
En una pareja saludable donde los dos miembros se consideran importantes, ambos toman el control absoluto de los aspectos relevantes.
3. Diferenciación respecto de la Familia de Origen
La diferenciación tiene que ver con el proceso de separación de la familia de origen.
Supone ser independientes y tomar distancia de la familia de origen respecto de hasta dónde opinan, aconsejan e intervienen. Esto supone asumir responsabilidad sobre la crianza de los propios hijos, organizar la propia economía y saber resolverse con los recursos que la pareja tiene. Si todos opinan es porque uno da cabida. Mantener una distancia óptima, sobre todo a nivel emocional, ayuda a madurar y a dejar de ser eternamente hija, hijo.
4. Sanar las Heridas Infantiles
Cuando siguen sangrando las heridas de la infancia, esas lesiones erosionan la pareja. Por supuesto, nadie tiene una infancia perfecta. A veces sentimos que nos sobreprotegieron demasiado, otras que nos abandonaron, que nos fueron indiferentes, hay quienes sufrieron a sus padres juntos o quienes llevan impreso el trauma de divorcio.
Para que una pareja funcione hay heridas que deben haber cicatrizado lo suficiente y haberlas mirado de frente para que no sigan sangrando y reeditándose en nuevas relaciones. Cada quien tiene que trabajar sus vacíos y sus carencias para equilibrar su ecosistema emocional, y dejar de poner expectativas en que alguien sane o complete lo que ha quedado faltante o irresuelto. De lo contrario, la pareja será la persona donde proyectaremos esas inconsistencias y contradicciones internas.
5. Definición de Compromiso
Saber dónde cada quien apoya su trasero en una relación da una estabilidad emocional que permite que la relación fluya y fortalece la confianza mutua.
En estas épocas definir qué tipo de compromisos hay en una pareja pareciera ser todo un tema. Poner una etiqueta, alarma y se siente como una limitación a la libertad, sin embargo un vínculo sano y bien alimentado ayuda a desplegar alas más que a recortarlas.
Para Cerrar...
Muchas parejas han dejado de ser pareja por estas cuestiones, otras lo hacen desde una decisión de madurez emocional “bien masticada”. El resultado es el mismo pero el proceso es distinto. En el primer caso hablamos de inmadurez emocional, en el segundo de una decisión que puede llevar a la propia evolución si supone dejar atrás un vínculo enfermizo o que ya llegó a su fin.
Lo importante es saber discernir, cuándo estoy proyectando sobre el otro, cuando huyo del vínculo por temor o facilismo y cuando nace de una verdadera “voz interior”.
Darse tiempo, dialogar, ser auténticos y dejar madurar lo inmaduro antes de tomar una decisión, es darle valor, honrar y cuidar una la mutua sensibilidad.