La importancia de higienizar nuestra mente
Nos han enseñado y estamos acostumbrados desde niños a bañarnos cada día, a cepillarnos los dientes después de cada comida, a lavarnos el cabello y mantenernos higienizados para oler bien y estar presentables. Ahora bien, los invito a que se pregunten…
En esta rutina de buenos hábitos ¿No nos estamos olvidando algo? ¿A cuántos de nosotros nos han enseñado a higienizar cada día nuestra mente?
Nos embellecemos y perfumamos por fuera pero nos olvidamos de cuidar y asear el recurso más importante del que disponemos como seres humanos pensantes: nuestra mente.
La mente está expuesta durante todo el día a un sinfín de toxicidades, a información desagradable, a personas que nos agobian, a demandas excesivas, a noticias duras e imágenes crudas. La mente absorbe de manera inconsciente mucho más de lo que alcanzamos a darnos cuenta. Ingerimos a diario grandes caudales de información. A esto debemos sumarle el enorme flujo de pensamientos, preocupaciones y especulaciones que se agolpan unas con otras dentro de nuestra cabeza, conversaciones internas y una enorme cantidad de creencias viejas…
La mente absorbe de manera inconsciente mucho más de lo que alcanzamos a darnos cuenta.
¿Qué imaginan que pasará si ingerimos, ingerimos, ingerimos y nunca pausamos para digerir todo aquello de lo que nos hemos atosigado?
La mente funciona de manera similar a nuestro estómago. Cuando comemos algo, lo digerimos primero y luego lo expulsamos ¿verdad? También sabemos reconocer que hay cosas que nos sientan mal, que nos producen acidez o que nos generan pesadez y procuramos evitarlas para no complicarnos. Si tuviésemos el mismo cuidado con nuestra mente nos sentiríamos mucho más livianos y menos estresados.
Así como nuestro cuerpo enferma si consumimos alimentos en mal estado, nuestra mente adolece si la alimentamos de pensamientos rancios, contaminados, alterados y repugnantes. A nadie se le ocurriría comerse una manzana podrida, y sin embargo, no tenemos reparos en seguir tragando personas tóxicas, indigestándonos con situaciones que nos envenenan, empachándonos de malas noticias. No podemos sorprendernos de sentirnos ansiosos, angustiados, desesperanzados, depresivos o pesimistas porque no son sino síntomas de una mente insana y agotada. Del mismo modo, nadie se sorprenderá de tener colesterol si consume demasiadas grasas.
Así como nuestro cuerpo enferma si consumimos alimentos en mal estado, nuestra mente adolece si la alimentamos de pensamientos rancios, contaminados y alterados.
¿Cómo cuidar la salud de nuestra mente?
La mente requiere de cuidados para mantenerse lúcida y sana, igual que cepillamos los dientes tenemos que higienizar nuestra mente. Pareciera que tenemos más temor de perder una pieza dental que de perder la cabeza. Nos preocupa más la gordura que la cordura.
¿Y si empezamos a tomar consciencia de la importancia que tiene no descuidar la salud de nuestra mente? ¿Cómo podemos higienizarla?
¿Qué hábitos cotidianos tenemos que incorporar para mantener la mente fuerte y sana?
Algunos de los hábitos de psicohigiene mental que podemos comenzar a implementar son:
Silencio
La mente requiere descomprimirse y aquietarse. El silencio ayuda a equilibrar algo del ruido al que estuvimos expuestos durante largas horas de saturación de información. Generalmente nos damos cuenta de que el silencio es salud cuando tomamos distancia del bullicio ensordecedor.
Meditación
Veinte minutos de meditación diaria ayuda a serenar la turbulencia mental. Observar los contenidos de nuestra mente sin reaccionar nos permite tomar distancia de los pensamientos a los que estamos apegados y con los cuales nos hemos identificado.
Actividad Física
No solo nos ayuda a des-estresarnos, también liberamos endorfinas que mejoran nuestro estado de ánimo. Sostener una actividad física regular ayuda también a fortalecer uno de los músculos fundamentales de nuestra mente, el de la voluntad.
Vínculos afectivos saludables.
Así como una persona tóxica puede agotar nuestras energías, una persona valiosa y benéfica nos empodera. Tener personas valiosas con las que contar e intercambiar, nos llena el alma y aliviana la mente al no tener que defenderse y argumentar.
Naturaleza.
Elegir espacios a cielo abierto para relajarse y pasar el tiempo es siempre la mejor opción. A nuestra mente no le da lo mismo apreciar un lindo paisaje natural que encerrarse en un centro comercial.
Elección de contenidos.
No exponer la mente a imágenes crueles y malas noticias permanentes, es una excelente medida de prevención. Podemos mantenernos informados sin abrumarnos. Además hay tantos contenidos y lecturas que pueden ayudarnos a desplegar nuestra consciencia, en lugar de obnubilarla.
Alimentación sana.
Comer alimentos naturales, evitando conservantes y procesados nos preserva de trastornos emocionales como la depresión y la ansiedad.
Música, aromas, arte, sabores y placeres cotidianos.
Disfrutar de esos pequeños placeres que están a nuestro alcance son de esos mimos que nos podemos dar. Exponer nuestros sentidos a la belleza y disfrutar de esas experiencias como si fueran sagradas permiten a la mente volar y al espíritu regocijarse.
Generar estados de absorción en una tarea.
Se trata de encontrar una actividad en la que podamos lograr un estado de concentración y fascinación en el que se pierda el registro del tiempo. Algunos lo logran tocando un instrumento, pintando, danzando, escribiendo, creando. La mente entra en un estado de flujo y atención plena que nos ayuda a sintonizar con la presencia y estados más elevados de consciencia.
Entornos agradables.
La mente no se sentirá igual en el caos que en el orden. Un espacio armonioso en el que nos guste estar no necesita más presupuesto sino creatividad y dedicación. Imágenes inspiradoras, aromas agradables, frases que nos motiven, ayudan a armonizar la mente en nuestro ámbito cotidiano.
Prestar atención a las conversaciones.
Si practicamos la queja por deporte, si nos la pasamos hablando de lo mal que se vive y lo difícil que está todo ¿cómo esperamos sentirnos? Es como escuchar todo el tiempo un nostálgico tango que nos amarga y nos quita las esperanzas.
Metas que entusiasman.
Tener objetivos, propósitos y metas que nos animen y motiven es un gran antídoto para la depresión, además mantiene la mente activa, creativa y enfocada en proyectos que nos entusiasman. Y por lo tanto, menos orientada a detectar amenazas y aspectos negativos de las circunstancias. Una mente ociosa no siempre se posa en el mejor lugar.
No dejarse estar.
Todos tenemos momentos de desánimos y tristezas pero cuando el malestar se extiende en el tiempo o nuestros pensamientos y emociones nos desbordan, es bueno saber pedir ayuda. Cuánto más tiempo estamos mal, más nos identificamos con el malestar y más nos cuesta salirnos de ese lugar. Así como nos ocupamos de hacernos chequeos e ir al médico, del mismo modo debemos aprender a monitorearnos y pedir ayuda cuando es necesario.
Cuánto más tiempo estamos mal, más nos identificamos con el malestar y más nos cuesta salirnos de ese lugar. Así como nos ocupamos de hacernos chequeos e ir al médico, del mismo modo debemos aprender a monitorearnos y pedir ayuda cuando es necesario.
La mente es donde todo comienza y todo acaba.
- A nivel individual, la realidad que vivimos es un reflejo de la salud de nuestra mente. Nuestra vida es un eco de los pensamientos que anidan dentro. Si nuestra mente no está sana, imaginen lo que se manifestará en nuestra vida cotidiana.
- Del mismo modo, a nivel colectivo, todo los avances, la evolución y los logros más maravillosos de la humanidad nacieron de mentes lúcidas e iluminadas. Así como también, las peores atrocidades y las guerras más sangrientas se originaron en mentes enfermas.
Un mundo de paz requiere que cada quien se ocupe de hacer de su mente un cielo y no un infierno del que siempre deseamos escapar.
Atesorar la mente, cuidarla, oxigenarla, higienizarla, cultivarla, ejercitarla y tratarla como la pieza más delicada es haber tomado consciencia de su importancia.
La mente es un privilegio de la vida humana que pone a nuestro alcance la herramienta más poderosa: la inteligencia. Sin embargo, la inteligencia solo se convierte en virtud cuando hace uso de ella una mente sana y despierta.