Hay hábitos no tan ruidosos, más bien silenciosos pero persistentes que “corroen” nuestros vínculos con los demás y con nosotros mismos. Estoy hablando de aquellos patrones mentales y emocionales que, de tan repetidos, ya casi no advertimos.
¿Habituarse a qué?
Cuando un hábito se instala, muy pronto se automatiza y dejamos de tener registro consciente de él. Formar hábitos es una manera ágil del cerebro de ahorrar energías. Por ejemplo: seguramente recordarás cuando aprendiste a conducir. Las primeras veces que subiste a tu auto, estabas alerta y atento a hacer un movimiento, luego otro y mirando hacia todos los costados. Este proceso de aprendizaje inicial demandó enorme energía a tu cerebro. Una vez adquirido el hábito de manejo, se internaliza el aprendizaje y tu cerebro se libera para estar disponible ante un nuevo desafío. Así nuestros hábitos nos vuelven más eficientes, pero también menos conscientes. Este ejemplo corresponde a lo que podemos denominar “hábitos de comportamiento”.
Existen otros hábitos, menos visibles y más difíciles de identificar: los “hábitos emocionales y cognitivos”. Así, aprendemos a quejarnos, a criticar, a juzgar, a victimizarnos, a hablar de más, a insistir, a lamentarnos, a exagerar, a dramatizar, a justificarnos, a excusarnos.
Estas prácticas se van instalando y perpetuando como modos de ser y estar en el mundo. Cuando eso sucede, el hábito se hace costumbre. Ya no hay “motivos” que den lugar a una queja, sino que la queja busca motivos para expresarse: si hay sol porque hace calor, que si llueve porque llueve, que si viene porque viene, que si no viene porque no viene, que me duele, que es raro que no me duela. ¿Te reconoces? ¡Seguro que sí!
Ese hábito emocional repetido hasta el cansancio va forjando nuestra identidad. Así nos Indenti-ficamos = “fijamos identidad” en un rasgo, en un estado, en una característica. Y como un segundo nombre pasamos a llamarnos y ser llamados por otros: María “la quejosa”, Laura “la dramática”, Juan “el criticón”. Es lamentable volvernos tan previsibles para otros y es “apocarnos” en exceso reducirnos a tan poco pudiendo expresar de sí, infinidad de posibilidades y cualidades.
¿Cuál es tu “deporte” cognitivo y emocional? ¿Practicas el drama, la queja, la exageración?
A veces somos tan constantes en sostener hábitos que nos dañan que si entrenaríamos el cuerpo con esa persistencia seríamos excelentes atletas… ¿Te has preguntado cuánto afectan en tu vida estas tendencias? ¿Cuánto dañan tus relaciones con los demás? ¿Cuán agradable es tu presencia para otros cuando te esmeras en mantener el podio y ser medalla de oro en criticar o juzgar?
La intención detrás de la acción
Es bueno saber que si ese hábito está instalado es porque nos sirve o nos ha servido en algún momento: “Todo habito tiene una intencionalidad positiva”. ¡Esto es ley! Aún si ese hábito tiene consecuencias perniciosas para uno mismo o para los demás. Es por ello que una persona por ejemplo no deja de fumar sabiendo que puede morirse antes de terminar el próximo atado. ¿Cuál es la intención positiva aquí? Calmar la ansiedad, un momento para sí, evadirse ante una dificultad. La dependencia psicológica esconde la búsqueda de esa satisfacción.
La intencionalidad positiva de una queja puede ser: buscar consuelo, iniciar una conversación (¡esto es muy frecuente!). La intención positiva de criticar, puede pretender buscar que algo mejore o que alguien se supere. La de dramatizar, buscar que nos tranquilicen, pedir indirectamente ayuda…
Es saludable reconocer la intención positiva de toda acción u omisión para no martirizarnos por ello. Ahora bien: ¿No es posible conseguir lo mismo por medios más constructivos y beneficiosos?
Preguntarnos: ¿para qué hacemos lo que hacemos y decimos lo que decimos? Es el primer paso para comenzar a des-instalar patrones emocionales y cognitivos que nos restan más de lo que nos suman. El segundo paso es empezar a “pescarnos” cuando estamos “a punto de” disparar la flecha que da siempre en el mismo blanco. Esa PAUSA nos posibilita elegir nuevas flechas y ser arqueros más conscientes y responsables de la dirección de las mismas. Este trabajo de auto-observación y reconstrucción nos convierte en “aduaneros” de nosotros mismos, dejando pasar lo constructivo y bajando valla a lo destructivo. Me preguntaras si esto no te resta espontaneidad…Yo te preguntaré si eres tú cuando “reaccionas”. ¡Definitivamente no! No sos tus reacciones impulsivas, tampoco tus hábitos emocionales, menos aún las palabras que salen de tu boca sin que puedas elegirlas. ¿Quién sos? Sos el “Observador Consciente” que está detrás de todas esas impermanencias y fluctuaciones con las que te has identificado. No sos el cuadro, sos el pintor. No sos las flechas sos el aquero.
Cuando puedes reactualizar y elegir tus modos de ser y estar con otros, empiezas a tener “hábitos” en lugar de ser tenido por ellos. Esto solo es posible con plena consciencia de sí. Practicar este deporte fortalece tu dominio y vigoriza tu auto-superación. Ser pasivo ante tus malas costumbres es perpetuar modos de ser que te anclan en el mismo lugar y no te dejan avanzar.
Tu vida será el resultado de los hábitos que entrenes. ¿Eres consciente de eso? Ahora sí, puedes elegir…
Psicóloga Corina Valdano.