El desafío de seguir la vida en otro lugar
Cada vez más personas deciden emigrar de su país. Muchas son las razones por las cuales alguien puede hacer de esta idea una realidad. Cruzar fronteras es mucho más que tomarse un avión, pues las barreras más difíciles son las de la mente que a veces se resiste a entregarse con flexibilidad a esa experiencia.
Hay quienes arman las valijas en busca de un futuro mejor que no visualizan en su país, quienes se sienten bien en su patria pero quieren sumar una experiencia desafiante, quienes emigran por amor, por trabajo, por imperiosa necesidad, por gusto o curiosidad.
Las razones pueden ser varias pero los desafíos psicológicos que implica adaptarse a una cultura distinta, lejos de casa, son los mismos.
Si bien los primeros tiempos son difíciles, quienes logran hacer de esta experiencia una oportunidad de crecimiento y despliegue personal se ven enormemente favorecidos.
¿Por qué se ven favorecidos? Porque tener la osadía para aventurarse a un desafío tan significativo como expatriarse, supone ponerse en situación de desarrollar nuevos talentos y habilidades desconocidas hasta entonces. Cuando ese potencial se pone en acto, la personalidad se expande y ese movimiento la enriquece una enormidad.
¿Cuáles son las etapas por las que transita quien decide irse a vivir a otro país?
- Cuando luego de tanto meditarlo se toma finalmente la decisión hay una etapa de excitación. La adrenalina que se siente en ese momento, aporta la energía necesaria para buscar información, tramitar papeles, hacer averiguaciones e imaginar con ansias ese cambio de vida que promete felicidad y bienestar. En esta etapa puede que solo veamos las ventajas de emigrar y las desventajas de quedarnos en el mismo lugar. Sin embargo, como todo en la vida, nada es absolutamente bueno ni determinantemente malo. Cada decisión que tomamos supone elegir por algo y resignar lo que queda por fuera de cada elección una vez hecha. En esta etapa solo vemos las ganancias de dar ese paso. Está bien que eso sea así, pues es una estrategia de la mente para inclinar la balanza, salir de la duda y pasar a la acción. Si nos quedaríamos eternamente evaluando los pro y los contra de cada decisión, nos quedaríamos estancados en la eterna vacilación.
- Llega el momento de partir y es ahí donde se toma conciencia de que esa ilusión es una realidad. En este momento quien se va “cae en la cuenta” de que su vida cambiará. Esta es la etapa de despegue y desapego. Aquí las ansias por partir se entrelazan con la incertidumbre de cómo será "realmente" vivir allá. Alrededor, hay quienes alientan, quienes hacen preguntas para las cuales aún no se tienen respuestas, quienes pronuncian frases que preferirían no escucharse, quienes ayudan y quienes hacen la partida más difícil. Puede que en esta etapa la duda y la indecisión invadan porque se toma más conciencia de la trascendencia del cambio y de los desafíos que deberán asumirse. Sin embargo, raramente se tuerce la decisión por todo el esfuerzo psicológico y físico que implico llegar hasta allí y por el peso que se siente respecto de la mirada expectante de los demás, en relación a los pasos que nos animamos o no nos animamos a dar. A veces la presión de la mirada externa está solo en la imaginación de quien se va y proyecta en los demás sus propias exigencias. Cuando el avión despega y lo conocido queda atrás, se comprende que a partir de ahora “uno solo se tiene a sí mismo”. Si bien esta revelación, en un primer momento, puede resultar inquietante, es una magnífica oportunidad para conocerse en profundidad y establecer consigo mismo una relación de complicidad y amistad incondicional. Si en esta etapa no se consigue tenerse a sí mismo como principal aliado, lo que viene será muy difícil. Pues en los primeros tiempos solo contaremos con quienes somos y el potencial de lo que podemos llegar a ser.
- La siguiente etapa es la etapa de luna de miel. Aquí el expatriado se vuelve experto en detectar todo lo maravilloso del actual lugar y recordar las desventajas del país que quedo atrás. Se tiende a sobreestimar lo nuevo y a subestimar lo viejo. En una especie de photoshop, se pone brillo de acá, se corrigen imperfecciones, se disimulas temores y se destacan solo bondades. Esta etapa se extiende hasta que la novedad se convierte en la rutina de todos los días. Cuando la etapa de descubrimiento pasa y toca ahora abrirse camino en el nuevo territorio, la luna de miel acaba y aparecen ansiedades, presiones autoimpuestas e inseguridades golpeando la puerta del cuento feliz de una vida nueva. Es aquí donde el verdadero reto comienza y reside la posibilidad de hacer de esta vivencia una verdadera transformación personal, que implique una maduración de las partes menos crecidas de la personalidad y la edificación de una seguridad y una autoconfianza que se convertirá en el mayor capital que un ser humano puede tener para transitar la vida.
- Esta es la etapa de re-invención personal, aquí quien era tímido se encuentra golpeando puertas, quien no podía lo intenta, quien solía tener iniciativa se decepciona, quien se frustraba con facilidad lo vuelve a intentar. También puede suceder que quien se sentía totalmente seguro, de repente esté lleno de dudas, que el más valiente se acobarde, que el más sociable se aísle y el más optimista de repente lo vea todo muy difícil. ¿Qué significa esto? Significa que quienes éramos ya no somos porque cuando el contexto cambia de manera tan drástica, uno no sabe que aparecerá de la galera del enorme reservorio que llamamos “Yo soy”.
En la etapa de re-invención personal se necesita apertura, flexibilidad, iniciativa, paciencia y amorosidad.
Apertura
Para dar lugar a nuevas posibilidades, para contemplar lo que no estaba en los planes, para dejarnos afectar por una cultura distinta, para escuchar el doble de lo que uno habla, para observar con una mirada renovada, para hacernos nuevas preguntas, para tener los sentidos encendidos y tratar de decodificar los códigos de cada escenario.
Flexibilidad
Para dejar atrás comportamientos y actitudes que ya no sirven y ensayar conductas nuevas más acordes al contexto actual. Habrá quienes deberán animarse a lo que antes no, quienes tengan que entrenar su habilidad para sociabilizar, su capacidad para adaptarse a rutinas distintas, su destreza para llevar a cabo sus ideas, voluntad para dejar de postergar y concretar aquellas promesas hechas en formato “Cuando viva en…, voy a…”.
"El momento es ahora y las circunstancias son propicias cualesquiera sean..." es un mantra que uno tiene que repetirse para no excusarse una y otra vez en que no es el tiempo indicado.
En esta etapa de aterrizaje y primera adaptación no hay que pretender que las cosas salgan perfectas, lo importante es ponerse en marcha para edificar de a poco, muy de a poco, una vida en el nuevo lugar. Esta es la manera de ir generando pertenencia y apropiarse del sitio que nos dará cobijo de ahora en más.
Iniciativa
Durante los primeros tiempos uno solo se tiene a sí mismo. Saber que lo que uno consiga depende de los pasos que va dando por su cuenta, lo vuelven a uno mismo protagonista absoluto de su propia historia y es esta una gran oportunidad para aumentar la autoconfianza. Tener determinación para establecer redes de contacto, generar ocasión de unirse a grupos, tomar decisiones facilitadoras como comenzar a aprender el nuevo idioma o mejorarlo, buscar activamente trabajo, proveerse de herramientas apreciadas en el lugar de residencia y estudiar lo que puede llegar a tener potencial, son maneras activas y resolutivas de ir incrementando la calidad de vida y la satisfacción personal.
Paciencia
Tener presente siempre que la adaptación a un nuevo contexto lleva tiempo, es un proceso que se va cociendo a fuego lento, con subidas y bajadas, amores y odios, sensación de incertidumbre y momentos de clarificación. La paciencia como condición ayuda a prevenir la desilusión de pensar que en solo un par de meses nos moveremos como pez en el agua. La paciencia también nos resguarda de tomar decisiones apresuradas.
Se necesita sosiego no solo en relación a la ansiedad de pretender tener todo resuelto sino también necesitamos tiempo para resignificar los vínculos a la distancia, para poder extrañar sin que duela, para dejar de estar allá y acá y a la vez en ningún lugar, para estabilizar las cientos de emociones encontradas y calmar la ansiedad que implica sumergirse en un entorno extranjero donde al comienzo nos sentimos completamente ajenos.
Amorosidad
Tenernos paciencia, significa darnos tiempo y darnos tiempo sin exigirnos de más es un trato amoroso que tenemos que aprender a darnos. Amorosidad ante las torpezas, la propia ignorancia, las partes nuestras asustadas, la inexperiencia, las dificultades de idioma, las incoherencias, las incongruencias, la inoperancia, las sensaciones contrarias. Es desde un trato gentil hacia nosotros mismos que podemos conducirnos desde donde estamos hacia donde deseamos ir. Ningún camino es buen camino si va de la mano de la intolerancia, la impaciencia y la auto-exigencia desmedida. De la calidad del trato que nos demos, dependerá cómo nos sentiremos al transitar este camino y es la forma de andar el camino el que nos llevará a concluir si la decisión de emigrar fue o no una buena elección.
Cada decisión tomada nace del anhelo de sentirnos felices y ese sentir depende en gran parte de la relación que establezcamos con nosotros mismos, pues vayamos donde vayamos, estemos donde estemos, siempre nos llevaremos el trato que nos demos, nuestras virtudes y nuestros defectos.
Una vida nueva no depende de una posición geográfica en el mapa sino de renovar nuestras creencias, de expandir nuestros dones y talentos, de cuan dispuestos estemos a trascender los límites de nuestra mente y a cruzar las fronteras entre quienes somos y quienes deseamos ser a partir de dejarnos transformar por cada experiencia nueva.
Hacer de cada desafío una oportunidad para desplegar nuestras alas, es una decisión que tenemos que tomar.
Emigrar es una ocasión extraordinaria para conocernos en profundidad y poner en acto nuestro potencial ¿Lo estás viviendo de esta manera? Ojalá que sí y sino ponte a trabajar para no desperdiciar la posibilidad de ampliarte, evolucionar y realizarte.