¿Qué es ser autentico? ¿Qué es ser uno mismo? ¿Qué es ser nuestra versión original?
Tres preguntas que solemos hacernos, pero, aunque deseemos ser “auténticos” la verdad es que muchas veces ni siquiera sabemos cómo serlo… Somos tan poro@s a lo que otros quieren de nosotros, estamos tan hambrientos de aprobación y tenemos tanto miedo al rechazo que muchas veces terminamos distanciándonos de quienes realmente somos o queremos ser.
Así vivimos la primera mitad de la vida… condicionados por el afuera y desoyendo nuestras voces internas. ¿El costo? Ir dejando en el olvido nuestra esencia más auténtica y primigenia. Con frecuencia, a partir de la segunda mitad de la vida, lo que se sostenía ya demasiado nos pesa y uno se da cuenta que el precio de ser uno mismo es muy caro pero el precio de no serlo nos puede costar una vida entera de autoengaño.
El precio de ser uno mismo es muy caro pero el precio de no serlo nos puede costar una vida entera de autoengaño.
Cuando la vida harta o cansa uno tiene la oportunidad de romper la cáscara de los condicionamientos y dejar que se filtre el jugo del “sí mismo”. El riesgo comienza a ser confundir el ser auténticos con ser rebeldes u oponernos al resto, con creer que ser fieles a nosotros mismos es decir lo que pensamos sin filtros o hacer lo primero que se nos viene a la mente. Esta actitud se parece más a rebeldía tardía que a verdadero encuentro con nuestro ser postergado y relegado por los “debería” o “tendría” que se nos fueron adosando como capas y capas cada vez más robustas. Ser auténtico es ser pacifista no violento porque se ha tocado la verdadera esencia y trascendido las defensas del ego que se siente siempre amenazado e intimidado.
Entonces, ¿a qué llamamos ser auténticos? Ser auténtico es una frase hecha que esta muy distorsionada. La autenticidad tiene que ver con la autoridad de decidir sobre la propia vida, con ser autor del propio libreto de puño y letra asumiendo absoluta responsabilidad de la obra que esta siendo escrita. Lo que nos sucede a la mayoría de los seres humanos es que, en lugar de buscar la propia inspiración, hacemos plagio o dejamos las hojas en blanco.
Ser auténticos supone el despliegue de nuestra originalidad. Y “ser original” no significa necesariamente ser diferentes a todos los demás. Ser original conlleva la vuelta al “origen”, al estado anterior a todos los aprendizajes, condicionamientos y mandatos a los que nos fuimos adaptando en el intento de sobrevivir. Esto no significa haber errado el camino, esa instancia fue necesaria en ese tiempo de indefensión, pero lo que nos fue útil y beneficioso en un momento dado puede jugarnos en contra si hoy entorpece nuestra vida más de lo que nos aporta. Es como una balsa que nos permitió llegar hasta la otra orilla y necesitamos dejar en la costa para abrirnos camino más livianos y por nosotros mismos.
Ser original, ser auténticos, es un volver al “origen”, al punto cero, pero ahora con consciencia. Ese contacto con el vacío nos da la posibilidad de re-crear con respuestas propias las preguntas que nos planteamos hoy… ¿qué nos hace felices? ¿qué nos reconforta? ¿qué nos hace sentir en coherencia interior?
Lo que nos fue útil y beneficioso en un momento dado puede jugarnos en contra si hoy entorpece nuestra vida más de lo que nos aporta.
Sabernos a nosotros mismos
No podemos ser auténticos sin antes preguntarnos quienes estamos siendo. Por eso conocernos en todos nuestros recovecos, en nuestras luces y nuestras sombras, sin caretas y por encima de los tantos roles que ejercemos, posibilita un camino de retorno a esa desnudez de quienes somos para recién entonces vestirnos con lo cómodo, respetando nuestro estilo y nuestra impronta. Y si en determinadas ocasiones de la vida, precisamos vestirnos de lo que no somos para camuflarnos y transitar un tramo engorroso, saber que lo que estamos llevando es un disfraz y no lo propio es lo que nos salva para no enajenarnos de quienes verdaderamente nos sentimos ser. Jugar un rol, buscar formas de conciliar con los demás, no es no ser auténticos, es saber convivir con otros sin confrontar todo el tiempo. Lo importante es no auto-engañarnos ni convencernos de lo que no es teniendo como principal objetivo el complacer. Mas que gritar nuestras verdades a los cuatro vientos, se trata de no contarnos mentiras en silencio. Y desde esa clara determinación de quienes somos o queremos ser, hacer concesiones, llegar a acuerdos, en nuestro foro interno con nosotros mismos y también con los demás, sin miedo a irnos de nuestro centro porque sabemos cómo volver a nuestro eje sin quedar atrapados en la vorágine de la periferia que tiene tanto poder de succión para quienes son demasiados permeables a la influencia externa y temen a la desaprobación.
Mas que gritar nuestras verdades a los cuatro vientos, se trata de no contarnos mentiras en silencio.
Ser auténticos no necesariamente es un acto de rebeldía, ni un acto de osadía producto de la saturación. Esta solución radical, a veces sí es crucial y sanadora, y deviene de habernos amordazado o mantenido encerrados en un placard (de hecho… todo tenemos un placard). Ese acto heroico debe ser el comienzo de una nueva forma de posicionarnos, no apenas un acto aislado de hartazgo para volver a meternos en la misma caja hermética de la cual apenas asomamos cabeza. Ya sea en lo más grande o en lo más pequeño… desde una elección sexual, hasta decir que sí a lo que queremos decir que no, podemos elegir entre la verdad o la falsedad.
Ser auténticos es comenzar a ejercer en la vida cotidiana el hábito de interrogarnos antes de responder, de ejercer la consciencia cuando lo fácil es guiarnos por el piloto automático. Ser originales y auténticos, como les decía al comienzo, es ejercer completa autoría de la vida que elegimos vivir momento a momento sin culpar a nadie de “no dejarnos ser”, de retenernos o inmovilizarnos… porque no hay fuerza externa que tenga tanto poder como lo son nuestros propios miedos… a no encajar, a no ser aprobados, a que nos dejen de querer, a quedarnos sin… Sin embargo, no hay peor soledad ni vació que dejarnos solos de nosotros mismos viviendo en el engaño de una vida no elegida o forjada desde el desconcierto y el caos de las amenazadoras miradas externas que por cierto… habitan más en nuestra cabeza que en la realidad y hacen eco en la crudeza con la que nos juzgamos a nosotros mismos desde nuestros más ácidos prejuicios. Porque en verdad… la vida es un espejo y decidimos a cada paso en cuáles reflejarnos y con que ojos mirarnos. Cultivar una mirada compasiva, gentil y amorosa hacia nosotros mismos y los demás, abre paso a animarnos a ser auténticamente quienes somos y a no entorpecer que otros sean como eligen o pueden ser sin ofendernos porque no son como quisiéramos que sean. De eso se trata… de vivir y dejar vivir, de dejar y dejarnos en paz, de preguntarnos por nuestros derechos, pero también por nuestras responsabilidades y desde la plena coherencia aportar a la construcción de vínculos cada vez más reales y auténticos con nosotros mismos y con quienes elegimos rodearnos. Sin olvidarnos que, para otros, nosotros somos “los demás”, “la gente”, “lo amenazante”. Por eso, procura que tu evolución personal se vea reflejada en la sociedad de la que quieres ser parte y a la que quieres aportar.
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