Solemos centrar nuestra preocupación en la calidad de vínculos que tenemos con los demás (pareja, hijos, amigos, padres). Sin embargo, existe otro vínculo “primordial” que merece nuestra atención y dedicación: el vínculo con nosotros mismos. Del trato que nos demos, dependerá la calidad de vida que gestionemos.
Nuestros hábitos y costumbres, nuestras elecciones y relaciones son elegidas en función de la saludable relación que establecemos con nosotros mismos. El psicólogo Erich Fromm, afirma: “La enfermedad consiste en elegir lo que no es bueno para sí”. Esta concepción es reveladora, pues amplia el concepto de padecimiento y nos posiciona como responsables de elegir aquello que es saludable en detrimento de lo que no lo es. Lo saludable incluye, desde las relaciones que atraemos y sostenemos, la comida con la que alimentamos nuestro cuerpo, la información con la que nutrimos nuestra mente, los pensamientos que rumiamos, los proyectos que terminamos, la actitud que asumimos en lo cotidiano.
Quererse es una práctica consciente, sabiendo diferenciar lo que nos gusta de lo que nos hace bien. Por ejemplo, puede gustarnos mucho mantener un vínculo de placer con alguien, pero si esa relación nos ocasiona sufrimiento, decir “basta” es el mayor acto de dignidad que podemos asumir. Del mismo modo, puede no entusiasmarnos hacer deporte, pero si es bueno para nuestro cuerpo decidir ese hábito es un acto consciente de amor hacia sí.
En la sociedad consumista que vivimos, confundimos darnos gustos con darnos un buen trato. Pensamos que querernos es comprar lo que no tenemos y dejar pendiente lo que nos fastidia. Sin embargo, esa actitud de desidia atenta contra nuestra realización y auténtica satisfacción.
La práctica de MAITRI
Amarse es mucho más que “estimarse”, por eso la palabra “autoestima” que usamos en Occidente para hablar acerca del aprecio que nos tenemos resulta extremadamente pobre. Las tradiciones de sabiduría oriental, utilizan el término MAITRI para hablar acerca del trato hacia sí mismo. La traducción literal de este término es: “amistad incondicional hacia uno mismo”. La palabra “incondicional” delata la enorme distancia que nos separa de oriente, no solo geográficamente.
En Occidente somos extremadamente “condicionales” en el trato amistoso que nos damos. Nos queremos si rendimos bien, nos detestamos si nos equivocamos, nos vanagloriamos cuando nos felicitan, nos odiamos cuando nos critican, nos amamos si adelgazamos, nos condenamos si engordamos. Nos damos y quitamos el afecto como quien da una moneda a un mendigo para luego quitársela.
Practicar Maitri es reconocernos dignos de amor más allá de cualquier condición. Lejos de ser una actitud egoísta es el acto más altruista que podemos ejercer. Bien sabido es que quien no se valora a sí mismo está carente de verdadero amor para dar, no hay verdad más fehaciente que esta.
La práctica de Maitri debe asumirse como una actitud constante. Un paso muy importante es identificar las maneras encubiertas de hacernos mal: patrones de comportamientos que nos llevan al mismo lugar, autolimitaciones que nos mantienen detenidos sin poder avanzar, hábitos emocionales, mentales y relacionales que repetimos sin cesar, cautivos de la inconciencia personal.
Maitri es elegir lo bueno para sí: una vocación, un trabajo, un vínculo, un hábito, una canción, una apuesta, un proyecto, un emprendimiento, una virtud, trabajar un impedimento, trascender un condicionamiento. Supone el acto maduro de criticarse sin “machacarse”, de trabaja sobre sí sin exigirse, de no culparse de más y de asumir plena responsabilidad.
La sociedad en la que vivimos demanda más personas que se quieran lo suficiente como para dejar de atacar fuera lo que se detesta de sí mismo. Personas que dejen de consumir aquello que vuelve a la gente menos feliz y demande lo saludable: relaciones constructivas, alimentos naturales, políticos honestos, leyes justas, precios sensatos, trabajos dignos.
Nos venden lo que compramos. Cuando la oferta es cuestionable, el consumidor es responsable.
Maitri es ejercer conciencia ante cada elección y decisión. Hay preguntas enfocadas en esta dirección que pueden ayudarnos a ejercitar el músculo del aprecio personal:
¿Esa relación nos suma o resta? ¿Ese trabajo al que estamos acostumbrados nos construye o destruye? ¿Ese hábito naturalizado nos beneficia o perjudica?
Elegir sumar, preferir construir, optar por beneficiarnos es amarnos y bien tratarnos.
La invitación es aprender a ejercer la conciencia en cada elección, asumiendo que a cada momento podemos tejer y retejer nuestra identidad con amorosidad por el bien común y el de toda la sociedad. Una sociedad en paz descansa en la armonía del trato personal.
Psicóloga Corina Valdano.