Ir y venir, cumplir y seguir, hacer y des-hacer, agitarse y correr... El día no alcanza, las actividades sobran, las horas se acortan. Nos dejamos consumir por la rutina sin detenernos demasiado a preguntarnos cómo estamos viviendo la vida. Un listado inacabable de pendientes que se extiende como trampa de quien no se anima a pausar el ritmo de su vida.
¿A dónde vamos tan apurados? ¿Te has preguntado?
¿De qué nos perdemos al querer ganarle al tiempo?
Qué difícil es encontrar la justa velocidad para no perder de vista el arte de diferenciar lo accesorio de lo fundamental. Nos exigimos hasta quedar rendidos, nos cansamos hasta quedar extasiados los “tengo que” adormecen el “quiero” y los ruidos externos aturden el llamado interno...Cuando esto sucede nos perdemos de nosotros mismos y no sabemos hacia qué dirección se encuentra nuestra más sincera y auténtica realización.
La incertidumbre alimenta la ansiedad y la ansiedad a su vez, acelera el paso hacia un rumbo quizás equivocado si el ritmo no fue pausado. Nos alejamos cada vez que ansiamos acercarnos a la promesa de felicidad que promete estar detrás del umbral de lo que está por llegar... Así la vida se despliega ante nuestra “ausencia” de presencia. Atrapados en el sueño vigil, seducidos por el vértigo de la celeridad, vamos a toda prisa sin detenernos a “observar”.
Seguir adelante presos de la ansiedad y cautivos de lo que vendrá nos aleja del tiempo real. Sacralizar la vida es apreciar el instante que no volverá, es practicar la virtud de la gratitud, es ver lo mágico en lo cotidiano, la belleza en lo simple, lo real en lo existente...
Cuando damos por sentado se acaba el milagro.
Este es nuestro mayor pecado, no valorar el privilegio de haber nacido “humanos”. Abrir los sentidos, recuperar el asombro, escuchar los silencios, mirar a los ojos, sentir el abrazo, es no caer en la ignorancia de obviar lo que cuando ya no está resulta vital. Distraerse de la vida es ser sordos de lo bello, ciegos de lo evidente, mudos de expresión y anestesiado de corazón.
Si la vida es un camino, al igual que cualquier recorrido ha de tener señales que nos ayudan a no perder el rumbo ni quedarnos detenidos. Las señales se tornan visibles cuando las pausas se vuelven posibles...STOP, LOOK and GO.. (Detenerse, mirar, seguir).
Cuando “pausas”, el tiempo se detiene, lo urgente pierde prisa y lo “Esencial” de tan real se vuelve trascendental. Tomar conciencia es damos cuenta que vivir es solo una experiencia. El mérito no es lograr un resultado, tampoco llegar a ningún lado...Experimentar la vida es desplegar nuestra conciencia tanto como podamos para llegar a atravesar el velo de la hipnosis individual que nos sumerge en el automatismo habitual de dejar pasar la “magia” de la vida que acontece solo para aquellos que tienen ojos para ver y conciencia para agradecer.
STOP- LOOK and GO.
Donde estés en este preciso instante, siente tu respiración, deja entrar el aire hasta el ombligo y suelta los residuos...sentí tu cuerpo, reconoce tus manos, deja ingresar los sonidos, mira con la inocencia de un niño, agradece con la consciencia de un sabio anciano y comienza a dar tus pasos a una velocidad que te permita andar, pero a su vez contemplar, lograr, pero a la vez gozar, alcanzar lo que está allá sin dejar de disfrutar de lo único real: el momento en el que estás.
“No se agradece porque se es feliz, se es feliz porque se agradece”.
Psicóloga Corina Valdano.