El título de este artículo pertenece a una conocida frase del poeta persa Rumi. Cuando la leí por primera vez, realmente resonó en mi interior, suena paradójica, ¿verdad? Pero, ¿qué es lo que este noble y sabio poeta quiso metaforizar con esta profunda interrogación?
Volvamos a enunciarla: ¿Te visitas a ti mismo con regularidad?
Para comprender en profundidad esta expresión quiero contarles acerca de dos términos que constituyen una parte nuclear para comprender la esencia de la Psicología Transpersonal. Quizás solo uno de ellos sea conocido por la mayoría: Personalidad y Esencia. La Personalidad nos resulta un término cercano, pero…y la ¿Esencia? ¿Será que la hemos olvidado? Si la Personalidad nos resulta cercana, ¿la Esencia habrá quedado demasiado atrás?
Esencia y Personalidad
Existe en cada uno de nosotros un núcleo puro, innato, no condicionado, no sujeto a las leyes del tiempo ni de la materia. Es una porción del Todo que habita y da energía a cada individualidad humana. La frase “Todos somos Uno”, simboliza que todos estamos hechos de esa misma energía, de esa misma materia prima, pero cada ser humano la manifestará según su singularidad y su proyecto de vida. Algunas tradiciones de sabiduría le llaman a esta porción del Todo “alma”, otras “Ser”. La Psicología Transpersonal la nombra como “Escencia”. Distintos nombres para nombrar lo mismo: lo permanente detrás de lo impermanente de nuestra Personalidad.
Este “Centro Interior”, que también podemos nombrarlo como “Sabio Inconsciente”, pertenece a las capas más profundas del inconsciente del que habló Freud (en el que se sitúan los traumas, conflictos, deseos reprimidos, etc.). Este “Otro Inconsciente”, luminoso y no “tramposo” como el que investiga el psicoanálisis contiene la información más valiosa de nosotros mismos. Información que nada tiene que ver con el conocimiento de la mente sino con la inteligencia de lo inmanente, en sintonía con las leyes del Universo. Estas leyes no son las que rigen la materia, ni la que acuerdan los hombres. Por eso hay cosas de “esta” vida que nos cuestan comprender, precisamente porque no son de este plano, sino que corresponde a una energía que nos trasciende, que lo incluye Todo y que no tenemos que entender desde la mente, sino comprender desde la profundidad de la Esencia.
Esta Esencia que constituye nuestra matriz más primigenia de la que luego parte todo lo demás, viene a esta vida a experimentar, a evolucionar y a manifestarse. Buscará y encontrará las maneras de hacerlo. Veremos esto más adelante.
De la Esencia a la Personalidad
Al nacer somos Esencia en todo esplendor. Esta cualidad se expresa siendo niños, como seres libres, inocentes, desprovistos de defensas, auténticos, espontáneos, conectados a este Todo que habita en nuestro interior. Funcionando desde allí, no sentimos miedo, confiamos y amamos.
Al cabo de un tiempo, comenzamos a percibirnos como seres diferentes y separados de nuestra madre, y no tardamos en darnos cuenta de nuestro estado de dependencia absoluta respecto de nuestros cuidadores. En este estado de vulnerabilidad reconocemos que, si no somos queridos, si no somos aceptados, no habrá nadie que cuide de nosotros. El alimento, el cobijo, la atención necesaria para sobrevivir en este mundo dependerá, en esta etapa de la vida, de que haya Otros, que nos provea y asista. A partir de entonces, la preocupación fundamental será: “garantizar la presencia de nuestros cuidadores”. Caso contrario no lograremos sobrevivir. Entonces, concluimos que, si logramos ser amados y captar la atención de los demás, habrá alguien que nos aseguré la vida. Descubriendo esta mágica estrategia de supervivencia ¡¡Vamos tras eso!!
Luego de este reconocimiento, el niño como un radar, comienza a observar a su alrededor y aprende todo lo que se espera de él. “Su inconsciente graba y archiva, graba y archiva”. Y empieza a responder a todo lo que supone que esperan de él. Esta búsqueda de reconocimiento exterior está sujeta a la promesa de amor de sus padres.
“Si me aprueban, me amarán, y si me aman, cuidarán de mí…”
Sus padres a través de la crianza le irán marcando lo que está bien y lo que está mal, premiando y castigando, negando y dando. Si el amor recibido es demasiado “condicional”, al modo de: “Si haces esto, te daré esto otro”. El niño aprenderá que vale más por lo que “hace” que por lo “es”. Y que solo será amado si cumple con lo que se espera de él. Esto claro esto, traerá consecuencias en su vida adulta si no revisa, pasado el tiempo, estas ecuaciones rígidas y tan limitantes.
Ahora bien… ¿Y la Esencia de la que hablábamos en un comienzo? ¿Esa parte tan propia? Seguramente habrá quedado “allá lejos…”, detrás de todos los condicionamientos y aprendizajes externos… ¿Como en tu vida hoy? ¿Será bueno que te lo preguntes?
Esa Esencia de aquellos primeros años se fue cubriendo capa tras capa como una cebolla de todos esos mandatos familiares, sociales y culturales.
Todos los condicionamientos a los que fuimos sometidos y a los que hemos ido respondiendo para adaptarnos a esa familia primero, luego a nuestra cultura y a nuestra sociedad han ido construyendo una pseudo-identidad, llamada Personalidad.
La Personalidad sería entonces aquello que construimos por encima de nuestra Esencia y que nos ha servido para llegar con vida hasta aquí. Personalidad y Ego se usan indistintamente y justamente Ego = significa Escudo, ¡nada más apropiado! Protege la vulnerable Esencia de nuestros inicios.
El problema radica en que de tan acostumbrados a funcionar así…nos “creemos ser” esa Personalidad, cuando solo es nuestra ropa. Nuestra verdadera identidad es la desnudez de la Esencia, a la que hemos relegado a lo más profundo de nuestra interioridad, quedando casi inaccesible, asfixiada y sofocada de tanto ropaje externo.
Cuando Rumi dice: ¿Te visitas a ti mismo con regularidad? En verdad alude a hacer contacto con esa parte del Sí Mismo (del que hablaba Jung), con esa porción del Todo que viene a vivir sus experiencias y que casi sin darnos cuenta…como en una especie de hipnosis y adormecimiento consentido, le vamos impostando una vida que no es la suya, que no deviene de nuestros anhelos más profundos, sino que resulta consecuencia de lo que suponemos que esperan los demás, o lo que marca la dirección de la “manada” y ¡ahí vamos ciegos detrás! Fieles a la masa buscando garantías de felicidad y pertenencia. El precio de pertenecer tiene el más alto costo: dejar de ser quienes verdaderamente somos.
Así pertenecer: a la familia primero, al grupo después y a la sociedad finalmente supone dejar de tener contacto con el Ser, con nuestra Esencia más profunda, con nuestra parte más propia. Esto por supuesto, no será sin consecuencias…recordemos que la Esencia, tal como afirmamos al describirla con anterioridad: “viene a manifestarse”. Esa energía que habita en cada uno de nosotros buscará la manera de (ex / presarse): de salir de la cárcel del Ego / Personalidad. Si su despliegue se ve obstaculizado por los mandatos y condicionamientos que dieron origen a nuestra identidad provisoria (para una época de nuestra vida), se revelará haciéndose escuchar. ¿Cómo? Pueden ser muchas las maneras: desde síntomas a enfermedades más graves, pasando por la angustia, el malestar, las crisis vitales y existenciales, o una sensación de enajenamiento con la propia vida. Cuando el mal/estar se apropia de nuestra vida, la Esencia nos está susurrando al oído: “la cosa no va ahí”. Y Con esto no estoy afirmando que haya “un único camino” y que si erramos un paso estamos condenados a la infelicidad e insatisfacción… ¡A no desanirmarse que somos muchos! No se trata de replantearnos toooda nuestra vida… Aunque, vale aclarar: en algunos casos extremos, esto pueda que sea imprescindible porque se ha errado muy mal el tiro y la vida que se construyó resulta ser totalmente ajena a su verdadero autor. Sin llegar a estos términos tan radicales, lo que refiero en esta ocasión, es al caso de mucho de los que me están leyendo y resuenan con estas palabras escritas.
Se trata no tanto de QUÉ estamos viviendo sino DESDE DÓNDE lo estamos viviendo: ¿vives desde la superficie de la Personalidad o desde la profundidad de la Esencia?
Desde la superficie de la Personalidad, iremos por la vida como anestesiados y en modo piloto automático “tildando” lo hecho: estudiar, conseguir trabajo, casarse, tener el primer hijo, luego el segundo, quizás el tercero, luego…luego…con frustraciones y enojo hacia las circunstancias si algo no logra ser tildado y contentos cada vez que como en la batalla naval cantamos ¡hundido! Esto es así hasta que...llenada la lista, con suerte y no siempre ni tampoco en todas las personas, llegan las preguntas: ¿Y para qué? ¿Y ahora qué? Benditas preguntas porque si son bien encauzadas será una nueva oportunidad para contactar con esa parte tan honda de uno mismo y poder acceder a vivir una vida con Consciencia y con Sentido. De lo contrario, si esas preguntas no son formuladas o no atendemos a este llamado que viene de dentro, seguiremos tildando la lista hasta llegar al último paso “morir”. Es en esta instancia decisiva donde podemos experimentar algo así como un sentimiento inexplicable de vasta nostalgia… Como si a una parte de sí mismo, le quedará el sabor de lo “no vivido”. A veces, se confunde esa sensación con lo que quedo por hacer, lo que quedo por conocer…pero ¡es mucho más que esto! Esto ayuda a esclarecer porque algunas personas teniendo mucho menos que otras, accediendo a menos placeres y oportunidades, logran una vida más dichosa y provechosa.
Desde la profundidad de la Esencia: iremos por la vida desplegándonos, evolucionando… Evolución que no tiene que ver con obtener títulos y tildar listas arbitrarias. Esto será importante, por supuesto…pero no lo único ni tampoco lo central. Lo fundamental aquí será aprender y capitalizar las experiencias. Pasar del modo ¿Por qué a mí? al ¿Para qué a mí? Sostener esta última pregunta aún ante lo más doloroso que podamos vivir, es volvernos sabios y comprender la vida como una escuela. Para lograrlo será nodal recordar que las leyes que rigen a la Esencia no es la justicia de los hombres sino del Universo que lo incluye todo y nos trasciende. Vivir desde la Esencia es SENTIR la vida, no cuestionarla ni tratar de entenderla desde la mente que enjuicia. SENTIR de “sentido” y sentir de estar poroso de cuerpo y alma para que la energía circule. Nutriéndonos de esa energía, reconstruyéndonos cada vez como una mejor versión de sí. Siendo artesano y artesanía de esta obra divina que nos fue donada, que es vivir la propia vida. Aportando a la Fuente Universal de donde todo surge, lo que le pertenece y a lo que pertenecemos y desde dónde nunca nos fuimos…aunque a veces nos olvidemos y necesitemos un balde de agua bien helada para que nos despierten del sueño colectivo y masificante en el que todos caemos y no siempre todos logramos salir. La invitación es que ahora que sabes que hay dos modos de vivir la vida: desde la Esencia o desde el Ego, te animes a empezar a “elegir”, en lugar de someterte a pasivamente a los mandatos del Ego.
Visitarse a uno mismo con regularidad es hacerle “espacio” y darle ocasión a que la Esencia se filtre de entre los paredones del Ego y nos oriente en la vida, en nuestras decisiones, en nuestro andar, marcándonos el paso, quizás no siempre el camino. Ya que no se trata de llegar sino de cómo transitar. Lo que a veces llamamos “intuición”, responde a la voz de la esencia.
Cuanto más porosos nos volvamos y más puentes construyamos de lo externo a lo más interno de nosotros mismos, más congruentes seremos entre lo que sentimos, decimos y hacemos. Y seguro al irnos tendremos otro sabor de sí y de la vida, sin sentir “nada pendiente” porque eso pendiente no estaba pendiente por hacer sino por nacer, y lo hemos parido: nuestro Ser Esencial.
Psicóloga Corina Valdano.
De la Esencia a la Personalidad
Al nacer somos Esencia en todo esplendor. Esta cualidad se expresa siendo niños, como seres libres, inocentes, desprovistos de defensas, auténticos, espontáneos, conectados a este Todo que habita en nuestro interior. Funcionando desde allí, no sentimos miedo, confiamos y amamos.
Al cabo de un tiempo, comenzamos a percibirnos como seres diferentes y separados de nuestra madre, y no tardamos en darnos cuenta de nuestro estado de dependencia absoluta respecto de nuestros cuidadores. En este estado de vulnerabilidad reconocemos que, si no somos queridos, si no somos aceptados, no habrá nadie que cuide de nosotros. El alimento, el cobijo, la atención necesaria para sobrevivir en este mundo dependerá, en esta etapa de la vida, de que haya Otros, que nos provea y asista. A partir de entonces, la preocupación fundamental será: “garantizar la presencia de nuestros cuidadores”. Caso contrario no lograremos sobrevivir. Entonces, concluimos que, si logramos ser amados y captar la atención de los demás, habrá alguien que nos aseguré la vida. Descubriendo esta mágica estrategia de supervivencia ¡¡Vamos tras eso!!
Luego de este reconocimiento, el niño como un radar, comienza a observar a su alrededor y aprende todo lo que se espera de él. “Su inconsciente graba y archiva, graba y archiva”. Y empieza a responder a todo lo que supone que esperan de él. Esta búsqueda de reconocimiento exterior está sujeta a la promesa de amor de sus padres.
“Si me aprueban, me amarán, y si me aman, cuidarán de mí…”
Sus padres a través de la crianza le irán marcando lo que está bien y lo que está mal, premiando y castigando, negando y dando. Si el amor recibido es demasiado “condicional”, al modo de: “Si haces esto, te daré esto otro”. El niño aprenderá que vale más por lo que “hace” que por lo “es”. Y que solo será amado si cumple con lo que se espera de él. Esto claro esto, traerá consecuencias en su vida adulta si no revisa, pasado el tiempo, estas ecuaciones rígidas y tan limitantes.
Ahora bien… ¿Y la Esencia de la que hablábamos en un comienzo? ¿Esa parte tan propia? Seguramente habrá quedado “allá lejos…”, detrás de todos los condicionamientos y aprendizajes externos… ¿Como en tu vida hoy? ¿Será bueno que te lo preguntes?
Esa Esencia de aquellos primeros años se fue cubriendo capa tras capa como una cebolla de todos esos mandatos familiares, sociales y culturales.
Todos los condicionamientos a los que fuimos sometidos y a los que hemos ido respondiendo para adaptarnos a esa familia primero, luego a nuestra cultura y a nuestra sociedad han ido construyendo una pseudo-identidad, llamada Personalidad.
La Personalidad sería entonces aquello que construimos por encima de nuestra Esencia y que nos ha servido para llegar con vida hasta aquí. Personalidad y Ego se usan indistintamente y justamente Ego = significa Escudo, ¡nada más apropiado! Protege la vulnerable Esencia de nuestros inicios.
El problema radica en que de tan acostumbrados a funcionar así…nos “creemos ser” esa Personalidad, cuando solo es nuestra ropa. Nuestra verdadera identidad es la desnudez de la Esencia, a la que hemos relegado a lo más profundo de nuestra interioridad, quedando casi inaccesible, asfixiada y sofocada de tanto ropaje externo.
Cuando Rumi dice: ¿Te visitas a ti mismo con regularidad? En verdad alude a hacer contacto con esa parte del Sí Mismo (del que hablaba Jung), con esa porción del Todo que viene a vivir sus experiencias y que casi sin darnos cuenta…como en una especie de hipnosis y adormecimiento consentido, le vamos impostando una vida que no es la suya, que no deviene de nuestros anhelos más profundos, sino que resulta consecuencia de lo que suponemos que esperan los demás, o lo que marca la dirección de la “manada” y ¡ahí vamos ciegos detrás! Fieles a la masa buscando garantías de felicidad y pertenencia. El precio de pertenecer tiene el más alto costo: dejar de ser quienes verdaderamente somos.
Así pertenecer: a la familia primero, al grupo después y a la sociedad finalmente supone dejar de tener contacto con el Ser, con nuestra Esencia más profunda, con nuestra parte más propia. Esto por supuesto, no será sin consecuencias…recordemos que la Esencia, tal como afirmamos al describirla con anterioridad: “viene a manifestarse”. Esa energía que habita en cada uno de nosotros buscará la manera de (ex / presarse): de salir de la cárcel del Ego / Personalidad. Si su despliegue se ve obstaculizado por los mandatos y condicionamientos que dieron origen a nuestra identidad provisoria (para una época de nuestra vida), se revelará haciéndose escuchar. ¿Cómo? Pueden ser muchas las maneras: desde síntomas a enfermedades más graves, pasando por la angustia, el malestar, las crisis vitales y existenciales, o una sensación de enajenamiento con la propia vida. Cuando el mal/estar se apropia de nuestra vida, la Esencia nos está susurrando al oído: “la cosa no va ahí”. Y Con esto no estoy afirmando que haya “un único camino” y que si erramos un paso estamos condenados a la infelicidad e insatisfacción… ¡A no desanirmarse que somos muchos! No se trata de replantearnos toooda nuestra vida… Aunque, vale aclarar: en algunos casos extremos, esto pueda que sea imprescindible porque se ha errado muy mal el tiro y la vida que se construyó resulta ser totalmente ajena a su verdadero autor. Sin llegar a estos términos tan radicales, lo que refiero en esta ocasión, es al caso de mucho de los que me están leyendo y resuenan con estas palabras escritas.
Se trata no tanto de QUÉ estamos viviendo sino DESDE DÓNDE lo estamos viviendo: ¿vives desde la superficie de la Personalidad o desde la profundidad de la Esencia?
Desde la superficie de la Personalidad, iremos por la vida como anestesiados y en modo piloto automático “tildando” lo hecho: estudiar, conseguir trabajo, casarse, tener el primer hijo, luego el segundo, quizás el tercero, luego…luego…con frustraciones y enojo hacia las circunstancias si algo no logra ser tildado y contentos cada vez que como en la batalla naval cantamos ¡hundido! Esto es así hasta que...llenada la lista, con suerte y no siempre ni tampoco en todas las personas, llegan las preguntas: ¿Y para qué? ¿Y ahora qué? Benditas preguntas porque si son bien encauzadas será una nueva oportunidad para contactar con esa parte tan honda de uno mismo y poder acceder a vivir una vida con Consciencia y con Sentido. De lo contrario, si esas preguntas no son formuladas o no atendemos a este llamado que viene de dentro, seguiremos tildando la lista hasta llegar al último paso “morir”. Es en esta instancia decisiva donde podemos experimentar algo así como un sentimiento inexplicable de vasta nostalgia… Como si a una parte de sí mismo, le quedará el sabor de lo “no vivido”. A veces, se confunde esa sensación con lo que quedo por hacer, lo que quedo por conocer…pero ¡es mucho más que esto! Esto ayuda a esclarecer porque algunas personas teniendo mucho menos que otras, accediendo a menos placeres y oportunidades, logran una vida más dichosa y provechosa.
Desde la profundidad de la Esencia: iremos por la vida desplegándonos, evolucionando… Evolución que no tiene que ver con obtener títulos y tildar listas arbitrarias. Esto será importante, por supuesto…pero no lo único ni tampoco lo central. Lo fundamental aquí será aprender y capitalizar las experiencias. Pasar del modo ¿Por qué a mí? al ¿Para qué a mí? Sostener esta última pregunta aún ante lo más doloroso que podamos vivir, es volvernos sabios y comprender la vida como una escuela. Para lograrlo será nodal recordar que las leyes que rigen a la Esencia no es la justicia de los hombres sino del Universo que lo incluye todo y nos trasciende. Vivir desde la Esencia es SENTIR la vida, no cuestionarla ni tratar de entenderla desde la mente que enjuicia. SENTIR de “sentido” y sentir de estar poroso de cuerpo y alma para que la energía circule. Nutriéndonos de esa energía, reconstruyéndonos cada vez como una mejor versión de sí. Siendo artesano y artesanía de esta obra divina que nos fue donada, que es vivir la propia vida. Aportando a la Fuente Universal de donde todo surge, lo que le pertenece y a lo que pertenecemos y desde dónde nunca nos fuimos…aunque a veces nos olvidemos y necesitemos un balde de agua bien helada para que nos despierten del sueño colectivo y masificante en el que todos caemos y no siempre todos logramos salir. La invitación es que ahora que sabes que hay dos modos de vivir la vida: desde la Esencia o desde el Ego, te animes a empezar a “elegir”, en lugar de someterte a pasivamente a los mandatos del Ego.
Visitarse a uno mismo con regularidad es hacerle “espacio” y darle ocasión a que la Esencia se filtre de entre los paredones del Ego y nos oriente en la vida, en nuestras decisiones, en nuestro andar, marcándonos el paso, quizás no siempre el camino. Ya que no se trata de llegar sino de cómo transitar. Lo que a veces llamamos “intuición”, responde a la voz de la esencia.
Cuanto más porosos nos volvamos y más puentes construyamos de lo externo a lo más interno de nosotros mismos, más congruentes seremos entre lo que sentimos, decimos y hacemos. Y seguro al irnos tendremos otro sabor de sí y de la vida, sin sentir “nada pendiente” porque eso pendiente no estaba pendiente por hacer sino por nacer, y lo hemos parido: nuestro Ser Esencial.
Psicóloga Corina Valdano.