¿Cómo nos afectan nuestras Creencias?
¿Cuántas cosas damos por sentado y tomamos como verdades cuando en realidad solo revelan una forma entre tantas otras de ver la vida? ¿Cuántas creencias sostenemos sin ser conscientes de que nos dañan más de lo que nos posibilitan y ayudan a desplegarnos?
Hoy quiero hablarles de las “creencias”. Esas ideas tan arraigadas y poderosas que mueven nuestra vida y nos empujan a hacer lecturas arbitrarias y recortadas de la realidad, sin que seamos conscientes de ello.
¿Dónde nacen estas convicciones tan profundas?
Las creencias se forman de todo aquello que nos contaron y transmitieron acerca de la vida nuestros cuidadores más íntimos y nuestros ancestros más lejanos. También gran parte derivan de la cultura en la que hemos crecido, la educación recibida y las ideas religiosas que nos han propagado.
Siendo niños acatamos como verdades incuestionables lo que nos dicen y nos muestran respecto de cómo “debe” ser vivida la vida. Todos los comentarios, las sugerencias, las ideas, lo que oímos y sobre todo lo que “vemos” hacer en nuestras figuras de autoridad… se transformarán en los modelos mentales a través de los cuales leemos e interpretamos nuestro entorno.
Me gustaría abordar algunas creencias para ejemplificar la manera en la que se van edificando.
Tomaré tres casos:
1- Si de niño, por ejemplo, he visto a mis padres renegar y quejarse todo el tiempo. La creencia derivada podría ser:
“Ser adulto es muy difícil, aburrido y complicado. No quiero crecer y asumir responsabilidades”.
Como consecuencia encontramos muchos eternos adolescentes que se resisten a asumir su autonomía y se tornan dependientes de sus padres. Ser adulto es ser autónomo, con todo lo que eso implica, "no sólo jugar a serlo". Las comodidades de las que gozan los jóvenes hoy por hoy no compensan en modo alguno la satisfacción de probar las propias capacidades y recursos. Es por ello que vemos jóvenes que tienen “todo” y sin embargo no se sienten satisfechos con su vida.
Si eres padre o madre, te animo a que reflexiones… ¿Qué le muestras a tus hijos acerca de lo que es ser adulto? Si perciben que ser adulto es: renegar, estar permanentemente apurado, no tener tiempo, que duela el cuerpo, que siempre haya un problema, que la plata no alcance, que el “deber” posterga siempre el placer… ¿Quién quiere dejar de ser niño o adolescente? No digo que ser adulto no conlleve estas cuestiones, sí puede que existan...pero no siempre, ni en todos los casos ni únicamente. Ser adulto también es poder elegir, tener autonomía, libertad de acción, capacidad de decisión, vocación, realización personal. No es volverse serio y amargado, no es dejar de jugar y divertirse. Ser infantil no es reírse o hacer “tonterías” sino no asumir las propias responsabilidades y la propia vida, no nos confundamos.
Es fundamental que como padres alentemos a nuestros hijos a asumir la adultez con entusiasmo y le mostremos a través de nosotros que ser adulto es un valor positivo y una manera digna de posicionarnos en la vida.
2- Otro caso bien podría ser, si he visto a mi madre criticar a mi padre hasta el cansancio, lamentarse y padecer el vínculo. La creencia que derivará será:
“Los hombres son para sufrir y todos son iguales”.
Una creencia siempre busca inconscientemente ser confirmada. Con esta convicción, saldré a la vida y “atraeré” a todos los hombres que resuenen con mi programa mental acerca de la idea que tengo del sexo masculino. Inocentemente pensamos que elegimos a nuestra pareja cuando en realidad estamos repitiendo y “encarnando” nuestras creencias inconscientes.
Si eres madre y resuenas con este ejemplo, evita transmitir a tus hijas tus propias frustraciones. Las experiencias personales en modo alguno representan un fiel reflejo de la realidad. Alentar a nuestras hijas a vivir el amor, a sentirse dignas de ser amadas, a confiar en los hombres es un acto de verdadero afecto. Hay madres que quieren más “tener razón” y confirmar sus creencias, que ver felices a sus hijas.
3- Por último, si como hijo experimenté sentimientos de rechazo, “de estar de más”, de incomodar a mis padres y condicionarlos demasiado. Si me han repetido frases como: “deje de hacer esto o aquello por vos, di todo por mis hijos, dedique mi vida a ustedes”. Puede que se instale la creencia de que:
“La maternidad y la paternidad son un problema, una complicación, o bien una resignación personal”.
Muchos casos de infertilidad hoy en día están arraigados en profundas creencias respecto de lo que hemos concluido acerca de la idea de ser madre o padre y lo que un hijo representa. Así conscientemente uno puede “querer tener hijos” pero mi inconsciente obedece no a nuestras expectativas sino a los programas mentales que anidan en lo más hondo de cada uno de nosotros. Es preciso señalar que quien gobierna nuestra vida es nuestro inconsciente en un 99%. Así, en estos casos, la infertilidad se edifica como una protección inconsciente. Trabajar nuestras creencias es dejar de ver amenazas ante la idea de “hijo”. Si ya no hay riesgo, el inconsciente dejará de protegerme de lo que a su vez digo desear: tener hijos.
Veo a diario hombres y mujeres que postergan la descendencia, que no lo viven como un deseo trascendente y se rehúsan a este proyecto. No quiero decir con esto que “tener hijos” sea un paso ineludible en la vida. Sí aconsejo, que cada uno se interrogue de la manera más honesta. Es responsabilidad de cada persona, que siendo adulta diferencie si la intención de “no tener hijos” (por seguir con este ejemplo) se sustenta en una clara decisión de vida y proyectos no compatibles con esa función o más bien se asienta en una “evitación” inconsciente de no repetir modelos de crianza conocidos. Si es así, será vital cuestionar nuestras creencias y a partir de ello reconocer que hay tantas maneras de ser padres y madres como hijos nacidos. De cada uno dependerá encontrar la suya propia que mejor le funcione y le haga feliz.
Como padres debemos tomar conciencia de qué le transmitimos a nuestros hijos acerca de lo que es “ser padres”. Tengamos presente que en los niño cuenta más lo que ven y resulta en el día a día que lo que le decimos en un momento de reflexión. Ser padres no es solo “ocuparse” y “correr por nuestros hijos” también es nutrirse de la experiencia de amor más profunda conocida (es mi opinión personal), es regalarse los más bellos momentos, es anidar los recuerdos más maravillosos.
Le damos mucho a nuestros hijos, hacemos muchísimo por ellos. Pero debemos asumir que sin duda son nuestros hijos quienes más nos dan. Así que madres y padres sacrificados, a sonreír el doble de lo que rezongamos…. "nuestros hijos son nuestros maestros"
Más Creencias con las cuáles seguro resuenas...
- “La vida es difícil”.
- “No se puede confiar en nadie”.
- “La cabeza no te dará para estudiar”.
- "Siempre que algo bueno sucede, le sigue algo peor”.
- “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
- "El esfuerzo dignifica”.
- "La plata ensucia”.
- “Pensar en uno mismo es ser egoísta”.
¿Ver para Creer? No: Creer para Ver
Las creencias se refuerzan a sí mismas en un círculo vicioso agotador:
De las creencias se derivan pensamientos que desencadenan determinadas emociones. Estás emociones me lleva a vivir ciertas experiencias. Lo que concluimos de esas experiencias tiende a reforzar las creencias originarias.
Así funciona, así funcionamos... Confirmamos en lo externo lo que tomamos por cierto en nuestro mundo interno. Lo que percibimos no es la realidad sino la proyección de nuestras creencias. Toda la información que hemos heredado (creencias) hace que percibamos un mundo muy distinto al de las demás personas, y éste determina un estado emocional que nos retroalimenta. Este estado emocional, a su vez, estimula nuestra percepción, nos encontramos en una especie de callejón sin salida. No llegamos a ser conscientes de que nuestra forma de percibir determina los acontecimientos percibidos, y que los acontecimientos reaccionan a nuestra percepción.
- Si pienso que la vida es difícil y complicada, estaré atenta a todas aquellas señales que me confirmen los obstáculos de una vida anticipadamente engorrosa.
- Si pienso que no se puede confiar en nadie, destacaré solo aquellas experiencias en las cuales traicionaron mi confianza y pasaré por altos las muchas veces (¡las más!) en la que esto no sucedió.
- Si tengo un prejuicio acerca de una persona, solo veré de ella ese rasgo que quiero confirmar.
La mente posee un mecanismo llamado: “Filtro selectivo” o “Atención selectiva”. Esta es la función de base para sostener y confirmar nuestras creencias. Así: vemos lo que queremos ver. Nuestras percepciones están absolutamente condicionadas y sesgadas.
Veamos ejemplos cotidianos y simples de cómo funciona este “filtro”:
- “Si un día decides cambiar tu auto por una marca X, seguramente saldrás ese día a la calle y verás autos X por donde mires”. ¿Hay más autos X que Z, H, Y? No, tu atención está puesta en X”.
- “Si estás buscando un bebé y no quedas aún embarazada, verás panzas por todos lados y te enterarás de un embarazo tras otro”. ¿Será que de pronto creció el índice de natalidad? Pues no, tu atención ahora está ahí”.
Nuestras experiencias responden a nuestras creencias inconscientes. Si deseamos cambiar nuestras vivencias, deberemos primero cambiar nuestras creencias. Esto es posible, sí y solo sí nos disponemos a trabajar sobre nosotros mismos y cuestionar lo que hasta hoy tomamos por verdad.
Hay creencias inofensivas que no nos traerán grandes complicaciones, las hay también saludables que serán buenas seguir sosteniéndolas.
Pero… ¿Qué hacer con aquellas creencias que nos limitan, nos postergan y nos generan sufrimiento?
Cambiar la forma de ver mi universo es tomar consciencia de la forma en que estoy viéndolo. Es decir, tomar lo que damos por sentado, relativizar nuestras verdades y empezar a contemplar posibilidades dónde estamos acostumbrados a ver certezas. Tenemos la sensación de que “elegimos” cuando en realidad solo repetimos patrones inconscientes heredados y mientras haya automatismo, no hay elección creativa.
Tomar consciencia de nuestras creencias es el paso para elegirlas o des-elegirlas. Darle a este verbo una posibilidad reversible, es darnos a nosotros márgenes de libertad para gestionar la vida que queremos desde las creencias que nos resultan saludables sostener y dejar atrás las creencias que nos paralizan, nos enferman y nos estancan en la vida.
El trabajo sobre uno mismo facilita la toma de consciencia de las creencias que sostenemos sin haberlas elegido conscientemente. Posibilita una re-consideración y re-actualización de los modelos mentales y desde allí la elección de conductas congruentes y coherentes conforme a las creencias que queremos construir para nuestra vida. Ejercer un rol activo y protagónico en la gestión del guion personal es lo que posibilita la creación y la libertad de elección.
Aquellas creencias, condicionamientos y programas automáticos que heredamos, nos mueven tal como "marionetas" del destino...y solemos pensar que tenemos mala suerte, que fue casualidad, que es mi karma, que otra vez me pasó a mí. Sin embargo, lejos de ser así, nuestro exterior es solo la proyección y manifestación de lo que anida en nuestro interior.
Esta verdad resulta un tanto incómoda para quienes quieren seguir sintiéndose víctimas de las circunstancias.
Trabajar nuestras creencias es desactivar programas mentales que nos llevan a repetir las mismas experiencias de siempre. Debemos tener en cuenta que: “Creer es Crear”.
¿Y si renovamos los lentes a través de los cuales miramos
Cuando tomamos consciencia de ello, sentimos que está en nuestras manos hacer algo con lo que nos pasa y sentimos. "La verdad" pasa a ser "mi verdad" y desde allí podemos comprender que hay otras maneras de percibir la realidad. Solo podemos elegir cuando hay opciones y las opciones se hacen visibles cuando tomamos conciencia.
“Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la mente”. Rober Bolt.
Entonces... ¿Esclavo de tus creencias o soberano de tu vida? ¡De vos depende!