La “grieta” es sin dudar una palabra que ha calado hondo en el inconsciente colectivo popular. Así, como en el 2001 el “corralito” resonó como palabra que no requiere más explicación, hoy al hablar de “grieta” sabemos que nos referimos a división y oposición entre partes que no logran dialogar.
Una charla de amigos en un bar que termina en una discusión acalorada, una familia enfrentada por posturas rígidas y enemistadas, dirigentes que no acaban de comprender que un país maduro y en pie necesita trascender este tipo de estrés.
Es siempre válido y enriquecedor el intercambio de opinión, pero lo que sucede en extremismos como estos es que en este intento por “cartografiar” los que “están de allá” y los que están “de acá”, terminamos confundiendo el territorio con el mapa, y esto es fatal. El mapa es solo una representación subjetiva de una realidad y quien se cree dueño de la verdad piensa que su mapa es el correcto y el del otro totalmente imperfecto. Esto genera odio y rencor, la necesidad de tener razón por encima de cualquier otra opinión.
Así quien va por la vida pensando como un martillo, verá clavos en todos lados. Esto nos aleja de la flexibilidad necesaria para pensar una realidad compleja que no se reduce a posturas opuestas. Los “K” verán lo que sus creencias quieren confirmar y los “anti K” opondrán toda su resistencia. En esta cinchada de nunca acabar no hay ganadores ni perdedores sino inmaduros queriendo “hundir” como si la sensibilidad social fuera un juego de “batalla naval”.
No se trata de quien tiene la verdad, sino de buscar la paz para un país que necesita más integrar que separar. La grieta se puede profundizar o bien puede ser una oportunidad para recobrar las partes y hacer de esta realidad un entretejido sin costuras ni fronteras. Esto en modo alguno deja a un lado las diferencias, las voces diversas suman y no restan, pero quien asume su posición debe tomar consciencia de que en la profundidad de la aparente disidencia “todo somos uno” y que esta finalidad está por encima de cualquier individualidad.
Un país adulto emocionalmente
Un país “adulto emocional” no invierte su valiosa energía en rivalidades mezquinas, logra trascender la dualidad de opuestos e integrar lo que desde la inconciencia se pretende separar.
Una famosa frase dice: “el todo es mucho más que la suma de las partes”. Cuando veamos a este herido país como un tapiz entretejido que necesita de todos sus hilos, veremos la figura entera y no solo hilos sueltos sin sentido que se enriendan entre sí dando puntadas al azar.
Estamos en un momento crucial, esta crisis es una oportunidad para asumir una renovada conciencia social. Dejar de ver oponentes y ver gente que opina diferente. Comenzar a tomar conciencia que de que la realidad no tiene fronteras. Si las fronteras no existen los conflictos son solo ilusiones de la mente enferma que se aferra a su convicción. La adulta comprensión de que todos aportamos a algo mayor que la propia “posición”, nos libera del pensamiento dual y de la batalla naval donde finalmente todos naufragamos.
Este artículo es una invitación a reconciliar, a aprender a escuchar sin atacar, a buscar sumar, a integrar lo aparentemente dispar. Confiemos en nuestra capacidad como país, en nuestro enorme potencial que está a la espera de desplegar cuando nuestra conciencia este a la altura de lo que tenemos para administrar y gestionar.
¡Despertemos país! No nos dejemos engañar por las ilusiones de nuestra mente dual. La conciencia de unidad no hace caso omiso de la individualidad ni aprecia al mundo como amorfa homogeneidad. Reconoce que el mundo contiene toda clase de rasgos, facetas y líneas, pero todas estas particularidades están entrelazadas en una trama sin hilván. Una metáfora nos permitirá aclarar: nadie puede dudar de que lo pies son diferentes de las manos, la cabeza difiere de los oídos y los ojos no son lo mismo que los brazos, pero ninguna persona sensata dejara de advertir que son parte de un único y mismo cuerpo que las incluye a todas, ni tampoco desconocerá cómo ese único cuerpo se expresa en cada una de sus diversas partes. Vernos como “cuerpo social” supone dejar de fragmentar y amputar partes vitales de nuestro funcionamiento eficaz.
Argentina se pone de pie reconociéndose como una unidad donde las grietas dan lugar a la toma de conciencia social y a la superación del sinsentido de la irrisoria división.
Psicóloga Corina Valdano.