Una vida sentida. Una vida con sentido
A los fines de este artículo, quisiera distinguir, dos tipos de personas, ninguna mejor que la otra sino dos maneras de “estar” en el mundo y transitar la vida, diferentes:
Por un lado, aquellas personas que transitan su vida sin plantearse demasiados interrogantes, cumplen las sucesivas etapas que los mandatos sociales van marcando, no se hacen grandes preguntas, ni reflexionan demasiado ante lo que acontece. Podríamos decir que viven más sobre la “superficie” de la vida.
Por otro lado, aquellas personas a las que quiero hablarles hoy, que tienen una sensibilidad más honda. Esta particularidad, hace que la manera de vivir de las personas antes citadas, no les resulte suficiente, sienten que la vida es “algo más” que solo recorrer sus ciclos y transitar sus etapas. Son personas que reflexionan y se preguntan acerca de cosas que el común de la gente no se cuestiona y, ante una respuesta le sigue una reflexión más profunda. Ansían encontrar algo así como: “el sentido” de su vida. Y se angustian y sufren cuando este parece no revelarse ante ellos.
Esa complejidad puede ser una preciosa cualidad si es bien canalizada o bien, origen de insatisfacción, desolación y neurosis cuando no logra ser adecuadamente encauzada. Podríamos decir que estas personas viven más en las “profundidades” de la vida.
¿Sentido o Sentido/s de la vida?
Creo importante hacer algunas apreciaciones acerca de la palabra “sentido”. En los últimos tiempos, el materialismo espiritual se ha encargado de desdibujar su verdadero significado y ha transformado a este concepto en una “presión” más que en una verdadera “liberación” de los automatismos de la vida.
Se ha tendido a identificar la palabra “sentido”, con una meta única y externa a uno mismo. Por lo tanto, si se quiere hacer algo valioso con la propia vida: debemos hallarlo, develar lo escondido, descubrir lo indescifrable. Como si fuese una llave para una única cerradura. Desde esta perspectiva, si erramos el paso y tomamos el camino “equivocado”, hemos desperdiciado la vida. Pensarlo así resulta cruel y añade presión a las personas que desean además de vivir, hacer algo significativo con su vida.
Hablar en cambio de “sentidos” (en plural) abre puertas a la posibilidad de que esta palabra adquiera movilidad y pueda ser resignificada momento a momento. Así a lo acontecido se enlaza el sentido, como el condimento que le da el “sabor” para transformar cualquier evento o acontecimiento en una experiencia y en una ocasión de aprendizaje.
Pausar y detenerse a observar
Desde esta mirada, el sentido es algo que está en nuestro interior y vamos depositando en aquello que nos importa. Lo que le da sentido a nuestra vida hoy, puede ser distinto a lo que le dio sentido en el pasado y se lo dará en el futuro. Lo importante es que “estemos despiertos”, que no nos quedemos “tragados” por las urgencias cotidianas y los automatismos de la vida diaria, que nos demos un sagrado tiempo para hacer las “pausas” que permiten observar con apropiada distancia la vida, como quien contempla un paisaje en perspectiva, y nos interroguemos acerca de los sentidos que entrelazan nuestras acciones y decisiones que tomamos, en el contexto de nuestra vida. Somos como artesanos esculpiendo nuestra más preciada obra llamada “vida”. Un escultor ha de crear su pieza dos veces: una en su mente, otra en la manifestación concreta de su obra. Así en la vida, hacemos un boceto mental de la existencia que vamos anhelando y el “sentido” funciona como un GPS interno que nos vas guiando, orientando y nos avisa cuando estamos perdidos. ¿Cómo nos advierte? Cuando experimentamos la sensación del “sinsentido”. Cuando esto sucede, no hay que alarmarse ni caer en dramatismos. Bendito el “sinsentido” que nos indica que estamos por caminos equivocados… Ese mensaje ha de dar lugar a la responsabilidad de hacer un “alto”, retroceder la mirada y ver en qué punto nos hemos perdido. Si es un tramo corto será preciso desandar lo andado y retomar donde dejamos. Si hemos avanzado gran tramo sin darnos cuenta, en estado de inconsciencia, la opción será tomar la próxima salida del camino que no nos conduce hacia donde queremos ir y reconfigurar ese GPS interno que nos ayuda a aclarar la confusión y hallar nuevos sentidos para nuestro destino. El sentido como algo re-actualizable, le quita lo dramático de haber “errado” un paso, pues todos los caminos nos llevan al mismo lugar: desplegarnos a nosotros mismos. Esto se logra en el recorrido, la meta solo permite avanzar.
El Sentido de Vida debe comprenderse entonces como una “función” más que con una meta a la que llegar. Como una manera de enfocar la vida, más que con un sitio concreto al que arribar.
Si bien hay personas que desde siempre sienten que “nacieron para”, no son la mayoría. Las personas para quienes el sentido de su vida les resulta claro y evidente, pueden plasmarlo tempranamente en una vocación, una dedicación, un propósito. Pero Franciscos, Ghandy y Favaloros son grandiosas excepciones necesarias para que la Humanidad avance, son engranajes importantes, piezas fundamentales de la gran maquinaria humana. ¡Vaya mi admiración hacia ellos!
Sin embargo, esta gran maquinaria, no necesita solo de sus piezas cardinales. También requiere de las menos visibles, pero no por eso menos importantes. Aquí nos situamos el común de los mortales que anhelamos vivir la vida desde la consciencia y no desde la ceguera de la supervivencia. Personas todas, que sin llegar a tener gran impacto ni ser reconocidas por alguna epopeya, son héroes anónimos de la propia vida. Porque han superado, conseguido, logrado, trascendido sus propias limitaciones.
Así, vivir una vida con sentido, no significa tener gran alcance ni concretar grandes hazañas, significa más bien: “hacer algo interesante con la propia vida”.
Se trata de irnos de este mundo diferentes a cómo llegamos. Soltar el “Yo soy así”, afirmación cobarde y cómoda que detiene el crecimiento para pasar a la pregunta ¿Cómo queremos ser? ¿Qué cambios necesitamos implementar en nuestra vida hoy? Una vida que se interroga y rectifica a sí misma, es sin dudarlo, una vida con Sentido.
Enlazar la palabra “sentido” a una conexión interna más que a algo externo a uno mismo, permite asociar la palabra “sentido” a la noción “sentir”. Sentir la vida y dejarnos afectar por ella, enlazar un motivo a cada puntada que damos en el tejido que enhebramos de nuestra vida y que sin duda forma parte del entramado mayor llamado humanidad.
Volver la mirada y reflexionar que vamos “ma-durando” que es mucho más que solo ir “durando” en esta vida, es una gran satisfacción. Como una fruta que al madurar se vuelva más gustosa…nos vamos sacando el mejor jugo a la fruta que somos y derramando semillas de las propias, que son las únicas y mejores que venimos a sembrar.
Así el Sentido, con mayúsculas, se vuelve más asequible, al alcance de toda persona que quiera ver un poco más allá de la mera existencia y el pasar de los días, que se proponga algo más que sentir placer, que anhele una satisfacción mayor que viene de un estado interior. Vivir desde el Sentido cada día, es elegir entre modificarnos y crecer o seguir siendo las mismas personas de ayer. Uno puedo seguir haciendo las mismas cosas y no ser la misma persona. No se trata de “hacer todo distinto”, tampoco es necesario alterar rutinas (aunque siempre es bueno hacerlo). Podemos, dentro del mismo contexto: “SER personas diferentes a las de ayer”, ampliar nuestra consciencia, animarnos a lo que antes no, pensar diferente sobre lo mismo, derribar un prejuicio, corrernos de un pensamiento que nos dañaba, abrirnos a una idea nueva, desplegar algún talento…Por eso, para encontrar Sentido a la vida, no hace falta irnos a la India, cruzar océanos, romper lo establecido. Hacer lo mismo con una consciencia ampliada ya es honrar el sentido de nuestra existencia, a eso venimos, para eso existimos, evolucionar es “darnos cuenta” de que estamos vivos, que es mucho más profundo que “existir”.
La vida cotidiana es en Occidente lo que un monasterio en Oriente. El trabajo sobre uno mismo en medio de la vida diaria, en el intercambio con otros, asumiendo las responsabilidades, lidiando con las contrariedades, es aún un lugar más desafiante para plantearnos madurar y crecer que el aislamiento monasterial. Por eso, los animo a que detengan en este instante la apurada y acelerada marcha y observen su vida: ¿Condimentan su vida con sentidos para que sea más rica y significativa? ¿Están sintonizados con esa frecuencia interior, con ese GPS interno que susurra el paso y nos advierte por donde no? Si haces estas pausas, quizás no te equivoques menos, pero aprenderás algo de tus errores para no toparte una y mil veces con lo mismo. Habrás ampliado tu consciencia y eso, sin duda se llama sabiduría.
Para finalizar, el sentido se relaciona íntimamente con el proceso de “autorrealización” personal. Realizarnos a nosotros mismos es un proceso incesante, que se extiende tanto como cada uno se disponga a trabajar sobre sí mismo. Lograr ser la mejor versión de uno mismo es vivir una vida con Sentido.
El reconocido psicólogo Abraham Maslow, decía:
"Consideremos la vida como un proceso de elecciones sucesivas. En cada instante existe una elección progresiva o una elección regresiva. Podemos orientarnos hacia la defensa, la seguridad o el miedo. Pero, en el lado opuesto, está la opción de crecimiento. Elegir el crecimiento en lugar del miedo dos veces al día significa avanzar doce veces al día hacia la autorrealización. La autorrealización es un proceso continuo”.
El verbo latin “sentiré” se vincula a la raíz indoeuropea “sent”, que significa: ir adelante, tomar una dirección. Si la dirección es desplegarnos, ir sacándonos en el transcurso de la vida los pliegues que nos mantienen ensimismados es estar en la “Senda del Sentido”.
Que la vida tenga sentido, no depende de lo que te acontezca sino de lo que vos hagas con lo acontecido y cuánto te dejes transformar por sus enseñanzas.
Psicóloga Corina Valdano.