Realizar tu vocación
Existen personas que dotan a sus días, horas y minutos de belleza y sentido. Personas para quienes el tiempo no pasa, sino que más bien transcurre y sus energías no se agotan. Quienes se renuevan como en una danza de intercambio con la vida que les brinda a esos seres el vigor que necesitan para que su talento sea devuelto con el valor agregado “de esa impronta personal” de los dones que le fueron dados a expresar.
Con esta mirada poética me refiero a algo muy simple y accesible para quienes bucean en su interior. Estoy hablando de esas personas que ejercen su más sincera “vocación”. La palabra vocación, deriva del latín “vocatio” que significa “llamado”. Ejercer la vocación es responder a ese llamado interior que no todos tienen la valentía y la voluntad de atender.
- Valentía:
Porque supone detenernos a escuchar nuestra esencia más profunda y honda.
- Voluntad:
Porque ese don o talento nato debe ser trabajado y entrenado. Tal como un diamante en bruto debe ser pulido para desplegar todo su brillo.
¿Todas las personas tienen una vocación?
La respuesta es sí. Muchas personas asumen no saber. Pero no saber no es “no disponer” sino desconocer. Todos venimos a este mundo con talentos que nos son muy propios, con intereses, gustos y preferencias. Solo que no todas las personas hacen de su esto un trabajo o una virtud a ejercer. Tener vocación es sentir “inclinación hacia”. Cuando logramos moderar las interferencias de la mente que invaden generalmente con mandatos, argumentos, justificaciones y temores, podemos ser conducidos por esa tendencia hacia aquello que estamos llamados a ser.
Tener vocación es sentir “inclinación hacia”. Cuando logramos silenciar las interferencias de la mente que invaden generalmente con mandatos, argumentos, justificaciones y temores, podemos ser conducidos por esa tendencia hacia aquello que estamos llamados a ser.
Las preguntas que no debemos dejarnos de hacer
Quisiera des-mistificar algunas cuestiones vinculadas a la vocación para quitarle el velo de lo inaccesible. "Ser llamado" en modo alguno es estar a la “espera de” sino más bien salir al encuentro. Requiere de una actitud protagónica y activa. Si bien hay personas que como revelación divina se sienten “nacidas para”, la mayoría de los mortales no gozan de semejante iluminación… Pero todos, absolutamente todos, sin duda alguna, “olfateamos” para qué si y para qué no, por dónde sí y por dónde no, sacamos de nosotros lo mejor. Esta primera apreciación debe ser “hurgueteada”, interrogada y despejada a través de preguntas cuyas respuestas serán precisas construir:
- ¿Qué es aquello que me sale con más facilidad?
- ¿Haciendo qué, el tiempo parece volar y me siento más enfocado/a?
- ¿Qué sincronicidades, coincidencias significativas, ofrecimientos y mensajes me da la vida para alinearme con mis preferencias e intereses?
- ¿A quién/es admiro? ¿Qué admiro? ¿Por qué admiro?
- ¿En qué entornos, paisajes, ambientes o escenarios me siento en “mi lugar”, en el sitio en el que quiero estar?
Salir al encuentro de nuestros dones y talentos
Aquello que más fácil nos sale son los dones y talentos natos que nos diferencian unos de otros. Lo cual no quiere decir que no tengamos nada que aprender, por el contrario, es a lo que más nos tenemos que dedicar y esmerar para que de semilla aquello se vuelva brote y de brote genere frutos. Una vocación tiene que ser “trabajada” con sacrificio… ¡SI! SACRIFICIO, palabra tan condenada y desterrada más por desconocimiento que por convicción….
“Sacrificio” significa “sacralizar un oficio”. Y no hay mayor bendición que fusionarnos con aquello que consideramos “sagrado”. Hacer de lo que hacemos un oficio sagrado es dedicarnos con pasión y dedicación a los que amamos. Apasionarse es un verbo, es como frotar las manos para que del calor salga el fuego que nos enciende para dar de sí lo mejor.
“Sacrificio” significa “sacralizar un oficio”. Y no hay mayor bendición que fusionarnos con aquello que consideramos “sagrado”. Hacer de lo que hacemos un oficio sagrado es dedicarnos con pasión y dedicación a los que amamos. Apasionarse es un verbo, es como frotar las manos para que del calor salga el fuego que nos enciende para dar de sí lo mejor.
Algunas personas pretenden apasionarse desde el sillón de su casa mirando televisión. A esas personas lamento decirles que ejercer la vocación no funciona así. Que la gran revelación no acontece por iluminación y que si algo de nuestra esencia asoma por ahí y nos agarra distraídos, no podremos oír lo que tiene para decir…
Las personas apasionadas, satisfechas, que fluyen y hasta parecen danzar con lo que hacen no han sido afortunadas, han construido esa riqueza interior con el sudor de su transpiración y la guía de su inspiración.
En todas las personas hay una música interna que guía a quien está dispuesta a dar los pasos hacia aquello que espera al final de la propia vida cuando es vivida desde la plena consciencia: la autorrealización.
Quienes se realizan, se inmortalizan porque el cuerpo se malogra, pero los dones se multiplican y las habilidades logran plasmarse por la destreza de lo entrenado y conquistado.
Cuando estamos enfocados y abocados a "sacar de dentro" lo mejor de sí, logramos "autorrealizarnos", puesto que auto-realizarnos nos es más que volver real aquellas semillas que venimos a sembrar.